Camino a la Beatificación

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06 diciembre 2019

Mons. Urbanc en el homenaje de la Ámbito de la Cultura


“La fe ayuda a las culturas de nuestro tiempo a liberarse de sus límites y a manifestar sus elementos positivos”

Durante la noche del jueves 5 de diciembre, en el séptimo día del novenario en honor a la Inmaculada Concepción en su advocación del Valle, rindió su homenaje el Ámbito Estatal de la Cultura provincial y municipal, y Privado, SADE, Junta de Estudios Históricos, SALAC, Damas Belgranianas, Instituto Sanmartiniano y de Cultura Hispánica, EVEA, Conservatorios de Música y demás instituciones culturales y artísticas; Bibliotecas públicas, Museos, AFUCA, Centro de Genealogistas y ARCA.
Lo hicieron durante la Misa de las 21.00, presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por sacerdotes del
clero catamarqueño y otros peregrinos venidos desde otros puntos del país.
Participaron autoridades del área de Cultura provincial y municipal, encabezas por la Secretaria de Estado de Cultura, Lic. María Jimena Moreno; y el Director General de la Unidad de Gestión Cultural, Arq. Luis Maubecín, respectivamente; personal de los organismos estatales y representantes de las instituciones culturales del medio.
En el inicio de su homilía, Mons. Urbanc dio la bienvenida a los alumbrantes y pidió “que la Virgen Santa los siga inspirando en su servicio a la animación y promoción de los distintos quehaceres culturales de nuestra provincia”.
Tomando las lecturas proclamadas afirmó que “la vida personal y comunitaria que no se
fundamente en Jesús y en su palabra será como una casa sobre arena, arrasada por la fuerza del agua y del viento. Y al fin sólo quedarán en pie, firmes y bien cimentadas en el Señor y en su Palabra, las personas y comunidades que vivan de verdad cumpliendo la Voluntad del Padre, haciendo del amor mutuo el estilo de vida cotidiano. En medio de la inestabilidad propia de esta vida terrena, sólo Dios nos provee el punto de apoyo seguro e inconmovible”.
En otro tramo, motivado por la afirmación del salmista: ‘Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los jefes’, reflexionó sobre la relación de la fe cristiana con la cultura, proponiendo una reflexión
serena y objetiva.
Al respecto afirmó que “la relación fe y cultura experimenta, a lo largo de la historia, momentos de buenas síntesis y, en ocasiones, de algunos conflictos”. En este punto citó a San Juan Pablo II, quien “siguiendo las orientaciones del Concilio Vaticano II, creó el Pontificio Consejo de la Cultura, diciendo en el acta fundacional: ‘Ya desde el comienzo de mi pontificado, vengo pensando que el diálogo de la Iglesia con las culturas de nuestro tiempo es un campo vital, donde se juega el destino del mundo en este ocaso del siglo XX’".
Y continuó afirmando que “la naturaleza propia de la fe necesita de la inculturación. La naturaleza de las culturas, cuyo núcleo generador está constituido por su proximidad al misterio de Dios, también necesita de la evangelización para redescubrir y renovar su propia autenticidad. La Fe Cristiana ayuda a la maduración de la cultura auténticamente humana, abierta al misterio de Dios. Si la cultura se deja animar por la fe centrada en Cristo, principio y fin de la creación y de la historia, además de auténticamente humana será cristianamente cualificada, no sólo un sector religioso de la cultura, sino una mentalidad evangélica en cualquier campo de la experiencia personal y social. El vínculo vital de la fe con las expresiones culturales se articula con actitudes básicas: la referencia a Cristo como fundamento de la antropología cristiana; la fidelidad a la doctrina de la fe; la enseñanza social de la Iglesia y el respeto por la legítima autonomía de las realidades terrenas”.

Asimismo, señaló que “cada cristiano, en comunión eclesial, debe darse al diálogo con las culturas de manera que todo ser humano pueda descubrir que Dios, lejos de ser un rival, le concede una realización plena, a su imagen y semejanza. La fe ayuda a las culturas de nuestro tiempo a liberarse de sus límites y a manifestar sus elementos positivos.  Aquí caben dos conclusiones: *la fe necesita de la cultura para ser vivida de modo humano; *la cultura tiene necesidad de la fe para expresar la plenitud de la vocación del ser humano”.
“La fe ha de encarnarse en las actuales culturas en todas las dimensiones. Sólo, así, el mensaje del Evangelio será relevante cultural y socialmente. De modo que, entre la fe y la cultura no debería haber contraposición. La Iglesia acepta el debate, la libre confrontación de ideas. Se dirige con respeto, como madre, a todos y habla de Dios y muestra compasión por los seres humanos. Habla al corazón y a la inteligencia. Es consciente del hodierno contexto cultural específico y lejano de la visión ofrecida en Cristo, fundamento de una antropología cristiana”.
Finalmente, rogó a la Madre del Valle que “tengamos una fe sólida, responsable y adulta. Que cada bautizado se percate que la fe y la cultura no están reñidas, sino que crecen juntas y se iluminan mutuamente, cuando se arraigan en la verdad de la persona humana y en el bien auténtico, pero que se vuelven nocivas si caen en meras opiniones y demagogia. Tú que eres Sede de la Sabiduría, intercede para que cada bautizado capte que una fe auténtica unifica la adhesión a Cristo, la pertenencia a la Iglesia, el compromiso en las actividades temporales, la conciencia misionera y la disposición al diálogo con las culturas y las religiones”.
En el momento de las ofrendas, los alumbrantes acercaron al altar las ofrendas consistentes en elementos para la atención de los peregrinos, y los dones del pan y del vino.
Antes de la bendición final, toda la asamblea rezó la Oración del Año y IV Congreso Mariano Nacional, guiada por el Obispo Diocesano, acompañado por los sacerdotes concelebrantes, frente a la Sagrada Imagen.

TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos devotos y peregrinos:
                                                              En este séptimo día de la novena en honor a la Virgen del Valle, patrona de nuestra Diócesis, se nos propuso meditar acerca de Jesucristo como Roca firme y Camino de Salvación.
            En esta última celebración de hoy rinden su homenaje a la Madre de todos los catamarqueños hermanos del mundo de la cultura. Bienvenidos, y que la Virgen Santa los siga inspirando en su servicio a la animación y promoción de los distintos quehaceres culturales de nuestra provincia.
Las lecturas de hoy nos interpelan con fuerza: “el Señor es la Roca perpetua” (Is 26,4; cf. Mt 7,24-25). Sólo sobre Él y su palabra se podrá asentar esa “ciudad fuerte”, esa nueva sociedad, el Reino de Dios. La vieja sociedad, “elevada” sobre las desigualdades y sobre el egoísmo de los poderosos, que da la espalda a Dios, generando una cultura líquida, sin valores sólidos, será derrumbada, abatida, pisoteada por los pies del oprimido, por los pasos de los pobres. La vida personal y comunitaria que no se fundamente en Jesús y en su palabra será como una casa sobre arena, arrasada por la fuerza del agua y del viento (cf. Mt 7,26-27). Y al fin sólo quedarán en pie, firmes y bien cimentadas en el Señor y en su Palabra, las personas y comunidades que vivan de verdad cumpliendo la Voluntad del Padre, haciendo del amor mutuo el estilo de vida cotidiano. En medio de la inestabilidad propia de esta vida terrena, sólo Dios nos provee el punto de apoyo seguro e inconmovible.
La tormenta arrecia: desigualdades, pobreza, violencia, narcotráfico, cambio climático, crisis económica, política, social, cultural, etc. Este mundo, construido sobre falsos cimientos, acabará desplomándose. Cada vez son más las personas, grupos y comunidades que deciden comenzar a vivir de otro modo, sobre otras bases: el amor, el servicio, la equidad, la justicia, el compartir, el cuidado de la naturaleza y la paz. Eso es vivir conforme a la Voluntad de Dios Padre, conforme al mensaje de Jesús.
Dejo algunas preguntas: ¿Tú, yo, nuestras familias y comunidades sobre qué bases estamos edificando nuestras vidas? ¿Es realmente Jesús nuestra Roca? ¿Es la Palabra de Dios nuestra brújula para hacer en todo la Voluntad de Dios? ¿O nos conformamos con decir Señor, Señor, o Virgencita del Valle, cuánto te quiero?
Motivado por la afirmación del salmista: “Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los jefes” (Sal. 117,8-9), permítanme una reflexión sobre la relación de la fe cristiana con la cultura, pues mucho se habla, pero más desde lo visceral que desde una reflexión serena y objetiva.
La relación fe y cultura experimenta, a lo largo de la historia, momentos de buenas síntesis y, en ocasiones, de algunos conflictos.
Representan situaciones negativas tanto los espacios de contra-cultura, cuanto las actitudes de hegemonía cultural, a pesar de representar condiciones ideales de vida para el mensaje cristiano.
San Juan Pablo II, siguiendo las orientaciones del Concilio Vaticano II creó el Pontificio Consejo de la Cultura, diciendo en el acta fundacional: "Ya desde el comienzo de mi pontificado, vengo pensando que el diálogo de la Iglesia con las culturas de nuestro tiempo es un campo vital, donde se juega el destino del mundo en este ocaso del siglo XX". (JUAN PABLO II - Acta Fundacional del Consejo Pontificio de la Cultura, 20-5-82, n.2).
Cabe dejar en claro que la fe cristiana no se reduce a un fenómeno cultural, religión civil, herencia de una religión poco seguida o una ONG.
De hecho, la naturaleza propia de la fe necesita de la inculturación. La naturaleza de las culturas, cuyo núcleo generador está constituido por su proximidad al misterio de Dios, también necesita de la evangelización para redescubrir y renovar su propia autenticidad. La Fe Cristiana ayuda a la maduración de la cultura auténticamente humana, abierta al misterio de Dios. Si la cultura se deja animar por la fe centrada en Cristo, principio y fin de la creación y de la historia, además de auténticamente humana será cristianamente cualificada, no sólo un sector religioso de la cultura, sino una mentalidad evangélica en cualquier campo de la experiencia personal y social. El vínculo vital de la fe con las expresiones culturales se articula con actitudes básicas: la referencia a Cristo como fundamento de la antropología cristiana; la fidelidad a la doctrina de la fe; la enseñanza social de la Iglesia y el respeto por la legítima autonomía de las realidades terrenas.
Hoy, la relación fe-cultura está corroída por el clima indefinido, líquido, intangible, indefinible y siempre cambiante. Se vive con mucha liviandad y fragmentación, lo que dificulta la percepción del misterio de la vida, abandonándola al arbitrio de las emociones y pulsiones. En la gran mayoría de los cristianos de Occidente se constata la incapacidad, y peor el desinterés por un diálogo crítico con lo que se ha llamado post-modernidad. Hay un quiebre notorio entre fe y cultura.
Cada cristiano, en comunión eclesial, debe darse al diálogo con las culturas de manera que todo ser humano pueda descubrir que Dios, lejos de ser un rival, le concede una realización plena, a su imagen y semejanza. La fe ayuda a las culturas de nuestro tiempo a liberarse de sus límites y a manifestar sus elementos positivos.
Aquí caben dos conclusiones: *la fe necesita de la cultura para ser vivida de modo humano; *la cultura tiene necesidad de la fe para expresar la plenitud de la vocación del ser humano.
En consecuencia, la fe ha de encarnarse en las actuales culturas en todas las dimensiones. Sólo, así, el mensaje del Evangelio será relevante cultural y socialmente. De modo que, entre la fe y la cultura no debería haber contraposición. La Iglesia acepta el debate, la libre confrontación de ideas. Se dirige con respeto, como madre, a todos y habla de Dios y muestra compasión por los seres humanos. Habla al corazón y a la inteligencia. Es consciente del hodierno contexto cultural específico y lejano de la visión ofrecida en Cristo, fundamento de una antropología cristiana.
Hoy, como creyentes debemos concluir que la  evangelización pasa por la educación de la persona y la formación de la inteligencia, la libertad y la capacidad de amar. Sin la educación de la persona, la transmisión y la inculturación de la fe se volverían impracticables.
Querida Madre del Valle, te suplico que cada hijo tuyo tome conciencia que ser cristiano implica tener un estilo de vida, comportamientos éticos personales, sociales, políticos, económicos y culturales según los ejemplos y enseñanzas de Jesucristo. Que tengamos una fe sólida, responsable y adulta. Que cada bautizado se percate que la fe y la cultura no están reñidas, sino que crecen juntas y se iluminan mutuamente, cuando se arraigan en la verdad de la persona humana y en el bien auténtico, pero que se vuelven nocivas si caen en meras opiniones y demagogia.
Tú que eres Sede de la Sabiduría, intercede para que cada bautizado capte que una fe auténtica unifica la adhesión a Cristo, la pertenencia a la Iglesia, el compromiso en las actividades temporales, la conciencia misionera y la disposición al diálogo con las culturas y las religiones. Amén
¡¡¡Nuestra Madre bendita del Valle, ruega por nosotros!!!