“Dios le dio la gracia de
que en esta Navidad, la Virgen María lo haya venido a buscar para presentárselo
a su Hijo Jesús”, manifestó el Obispo en la Misa exequial. Y destacó su
espíritu de servicio acompañando a los necesitados.
Durante la mañana del jueves
26 de diciembre, día en que la Iglesia celebra a su primer mártir, San Esteban,
fueron despedidos los restos mortales del Padre Carlos Aldo Nieva, quien sirvió
a la Diócesis de Catamarca, a través de sus 64 años de ministerio sacerdotal.
La Misa exequial fue
presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, concelebrada por numerosos sacerdotes del
clero local, con la participación de familiares, amigos y miembros de distintas
comunidades a las que pastoreó, quienes se dieron cita en el templo parroquial
de San Nicolás de Bari, barrio La Viñita, para darle el último adiós.
En su homilía, Mons. Urbanc dijo
que “en el marco de este misterio de la Navidad, Dios ha querido llevarse a su
lado a su hijo sacerdote, el Padre Carlos Aldo”, y comentó que en las
conversaciones que venía manteniendo con él, mientras estaba internado, le
había confiado que “su sueño era poder volver una vez más al Camarín para estar
con la Virgen. Y Dios le dio la gracia de que en esta Navidad, la Virgen María
lo haya venido a buscar para presentárselo a su Hijo Jesús. Así que es un deseo
cumplido dentro del misterio del nacimiento del Redentor, a quien él sirvió como
sacerdote, haber dado su paso para el encuentro con Dios”.
Asimismo, compartió que “durante
este tiempo de internación, ha hecho un hermoso
camino de oración, de purificación,
de dar gracias a Dios por el don del sacerdocio, por todo lo que ha podido
hacer con su ministerio. Eso es muy importante”.
Destacó que “hoy, día de su
sepultura, la Iglesia recuerda a San Esteban, el primer mártir de la Iglesia”,
haciendo referencia a que era un diácono y que la misión de este ministerio
anterior al sacerdocio es el servicio. Por ello, indicó que “cuantas veces
hablaba con él me hablaba de su ministerio en esta zona del sur de la ciudad, que
quizás en aquella época era lo último que tenía la ciudad, y a él le tocó trabajar
mucho en medio de las personas necesitadas, de aquellos que son señalados con
el dedo por la sociedad. Ese espíritu de servicio, de estar como sacerdote
pudiendo acompañar a aquellos que te necesitan, era su afán”.
Tras hacer mención a las
incomprensiones que le toca vivir a un sacerdote “dentro de la familia, de la
comunidad, incluso dentro de la fraternidad sacerdotal, podemos tener dificultades”,
pero “al final, lo importante, y eso también compartíamos con el Padre Aldo, es
perseverar en el amor a Dios, en el testimonio que debemos dar del infinito
amor de Dios, de su amor misericordioso”, a pesar de “todas nuestras miserias,
de todos nuestros defectos”, afirmó.
En este sentido, el Obispo
afirmó que “el Padre Aldo perseveró, en las últimas conversaciones que he
tenido con él, me alegró mucho, porque centraba su conversación en el ser
sacerdotal. ‘Si tuviese que volver a este mundo elegiría ser sacerdote’, decía.
Perseverar en la oración, en la mirada puesta en el corazón de Dios”.
Además, puso de realce que “él
la quería mucho a la Virgen, y otra cosa digna de ponderar de él es que quería
mucho a su madre, hablaba mucho de su mamá. ‘Gracias a mi madre soy sacerdote. Cuánta
paciencia me ha tenido mi madre, ella conocía muy bien mis defectos’ afirmaba.
Es hermoso saber reconocer cómo Dios es infinitamente misericordioso, y va
obrando a través de estos instrumentos, que somos nosotros, con fragilidades,
debilidades; pero en definitiva, la Palabra de Dios en anunciada, el perdón de Dios
y la Eucaristía son ofrecidos, para que el mundo pueda encontrarse con Jesús”.
Finalmente, confió “a la
infinita misericordia del Buen Pastor a
nuestro hermano sacerdote Aldo, para que pueda contemplar el rostro del Dios
misericordioso, a quien quiso servir”.
También pidió a San Nicolás
de Bari y a San Esteban, “la gracia que, como se nos lleva a un sacerdote, surjan
vocaciones sacerdotales en nuestra diócesis, porque las necesitamos, y mucho. Y
que todos nosotros, a ejemplo de San Esteban, tengamos un corazón de servidores”.
Antes de la bendición final,
el Obispo y los sacerdotes se despidieron de su hermano presbítero rociando los
restos de su cuerpo mortal con agua bendita y elevando la súplica confiada a
Dios por el eterno descanso de su alma.
Por último, familiares,
amigos y la comunidad en general, le tributaron su emocionada despedida al
Padre Carlos. Que brille para él la luz que no tiene fin.