Camino a la Beatificación

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08 abril 2024

En el Domingo de la Misericordia

Los misioneros rogaron por el mundo entero en el homenaje a la Virgen

 

“Para ayudar a los que nos necesitan basta abrir los ojos y aprestar el corazón para encontrar muy cerca de nosotros un abanico de necesidades y sufrimientos”, dijo el Obispo.

 

En la noche del 7 de abril, día en que la Iglesia celebra el Domingo de la Misericordia, segundo de Pascua, rindieron su homenaje a Nuestra Madre del Valle integrantes de la Pastoral Misionera.

La Santa Misa fue presidida como cada jornada del Septenario por el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, y concelebrada por el padre Ramón Carabajal, capellán del Santuario Catedral.

Luego de saludar a los alumbrantes de la celebración litúrgica, el Obispo indicó que en el Año de la Oración “profundizaremos en ella, sabiendo que la Eucaristía es la Oración por excelencia de la Iglesia, pues la instituyó el mismo Jesús desde su infinita Misericordia como testamento de su Pasión, Muerte y Resurrección, cuando en un diálogo profundo con su Padre en compañía de los apóstoles, durante la Última Cena, rogaba incesantemente que todos los creyentes en Él, fuéramos uno, como el Padre y el Hijo son Uno en el Espíritu Santo”.

Después recordó que “los primeros cristianos, gracias a la oración eucarística tenían un solo corazón y una sola alma, de modo que ninguno consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo ponían en común. (…) Su testimonio valía más que mil discursos. (…) Para ayudar a los que nos necesitan no hay que hacer investigaciones sofisticadas, basta abrir los ojos y aprestar el corazón para encontrar muy cerca de nosotros un abanico de necesidades y sufrimientos: pobreza, soledad, abandono, violencia, marginación, hambre, etc.”.

Pasó luego a meditar sobre las lecturas proclamadas, afirmando que la fe es el motor de las comunidades. “De ahí la importancia de alimentar nuestra vida de fe con la oración, la lectura de las Escrituras, la recepción de los sacramentos y las obras de caridad. Si no estamos llenos de Dios no podremos comunicar un mensaje que sea creíble. La victoria sobre el mundo, de la que habla el apóstol Juan en su primera Carta, no es el resultado del uso de recursos humanos. Es una victoria, por Cristo, con Él, en Él y como Él”, aseguró.

Seguidamente pasó al texto del Evangelio sobre las dos apariciones de Jesús, que tienen al apóstol Tomás como protagonista. “Tomás descalifica el testimonio de sus compañeros porque afirma que la verdad la posee él. Su ego lo enceguece: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en costado, no creeré” (Jn 20,25). Es la subjetividad convertida en árbitro de la verdad”, reflexionó.

Entonces expresó: “En la comunidad científica abundan estos personajes que descalifican cualquier tipo de reflexión que se sale de lo que es medible. Esta manera de leer la realidad limita las posibilidades del espíritu humano que se pregunta continuamente por el sentido de la realidad”. Y agregó: “Es, precisamente, la oración personal como comunitaria la que nos libera de caer en la presunción del propio yo y arribar a la verdad”.

Anhelo, por ello, “que estas lecturas del Nuevo Testamento sobre las primeras comunidades cristianas sean fuente de inspiración para las nuestras”.

Concluyó pidiendo: “Querida Madre del Valle, ayúdanos a ser personas orantes de verdad a ejemplo tuyo. Que seamos perseverantes en la oración. Que descubramos que la oración es amistad, promesa, comunión, cercanía y que todos los males que nos agobian en la tierra vienen precisamente de que no oramos, o lo hacemos mal. Y que, a ejemplo de los santos, trabajemos nuestra conversión recurriendo y perseverando en ella, con la certeza de que quienes se condenaron fue por su dejadez en la oración”.

 

Plegarias por los cinco continentes

Durante el ofertorio, junto con los dones del pan y del vino, los misioneros acercaron velitas hasta el altar como un gesto de ofrecimiento de su oración por el mundo entero rezando por cada uno de los Continentes.

Rogaron “por África, para que pueda superar el sufrimiento provocado por el hambre, la pobreza, las continuas guerras y las desigualdades raciales;  por la Iglesia en América, “para que, obediente al Maestro, pueda escuchar el consejo de María, que nos dice: ‘Hagan lo que Él les diga’; por la Iglesia en Europa, para que recupere su vitalidad cristiana y misionera; por todos los hombres y mujeres de Oceanía, para que escuchando la Palabra de Dios, se dejen transformar por ella; y por los pueblos de Asia, para que permanezcan abiertos al anuncio del Evangelio”.

Hacia el final de la celebración eucarística, alabaron a la Madre del Valle con el canto y recibieron la bendición final del Obispo.

 

TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA

Queridos Devotos y Peregrinos:

                                               En este domingo de la Misericordia rinden su homenaje a la Virgen del Valle los que integran la Pastoral Misionera. Bienvenidos a esta celebración, que la Madre Morena les ayude a ser misioneros misericordiosos.

            En el marco del año de la oración en esta Misa profundizaremos en ella, sabiendo que la Eucaristía es la Oración por excelencia de la Iglesia, pues la instituyó el mismo Jesús desde su infinita Misericordia como testamento de su Pasión, Muerte y Resurrección, cuando en un diálogo profundo con su Padre en compañía de los apóstoles, durante la Última Cena, rogaba incesantemente que todos los creyentes, en Él, fuéramos uno, como el Padre y el Hijo son Uno en el Espíritu Santo. La oración eucarística tiene como fin llevar a todos a la plena comunión con Dios uno y trino, el mismísimo Amor y fuente del Amor.

            Los primeros cristianos, gracias a la oración eucarística tenían un solo corazón y una sola alma, de modo que ninguno consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo ponían en común (Hch 4,32). Los primeros cristianos no pronunciaban elocuentes discursos sobre el amor al prójimo, sino que lo vivían. Su testimonio valía más que mil discursos. Estos primeros creyentes tienen conciencia de ser prolongación del amor misericordioso del Señor Jesús, el Resucitado. Para ayudar a los que nos necesitan no hay que hacer investigaciones sofisticadas, basta abrir los ojos y aprestar el corazón para encontrar muy cerca de nosotros un abanico de necesidades y sufrimientos: pobreza, soledad, abandono, violencia, marginación, hambre, etc.

             La segunda lectura 1Jn 5,1-6 nos deja en claro que la fe es el motor de las comunidades: “Nuestra fe es la que nos ha dado la victoria sobre el mundo. Porque, ¿quién es el que vence al mundo? Sólo el que cree que Jesús es el Hijo de Dios”. La acción evangelizadora de la Iglesia no es un proyecto humano ni estamos comprometidos con ella por razones de conveniencia. Hemos recibido una misión: “Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo” (Jn 20,21) No pertenecemos a la Iglesia para sacar adelante un simple proyecto humano. Somos sembradores de la Palabra, colaboradores en la construcción del Reino de Dios. Cada uno ‘somos una misión’.

De ahí la importancia de alimentar nuestra vida de fe con la oración, la lectura de las Escrituras, la recepción de los sacramentos y las obras de caridad. Si no estamos llenos de Dios no podremos comunicar un mensaje que sea creíble. La victoria sobre el mundo, de la que habla el apóstol Juan en su primera Carta, no es el resultado del uso de recursos humanos. Es una victoria, por Cristo, con Él, en Él y como Él.

Vamos al texto del Evangelio sobre las dos apariciones de Jesús, que tienen como personaje muy destacado al apóstol Tomás. A pesar de que nos separan 2000 años de historia, su comportamiento es muy próximo a la escala de valores de nuestro tiempo. Tomás actúa con la autosuficiencia de aquéllos que se consideran poseedores de la verdad y descalifican los argumentos y testimonios de los demás. Tomás descalifica el testimonio de sus compañeros porque afirma que la verdad la posee él. Su ego lo enceguece: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en costado, no creeré” (Jn 20,25). Es la subjetividad convertida en árbitro de la verdad.

Además, Tomás se comporta como un positivista duro, que sólo reconoce como verdad lo que es verificable empíricamente. En la comunidad científica abundan estos personajes que descalifican cualquier tipo de reflexión que se sale de lo que es medible. Esta manera de leer la realidad limita las posibilidades del espíritu humano que se pregunta continuamente por el sentido de la realidad.

Es, precisamente, la oración personal como comunitaria la que nos libera de caer en la presunción del propio yo y arribar a la verdad.

Que estas lecturas del Nuevo Testamento sobre las primeras comunidades cristianas sean fuente de inspiración para las nuestras: la parroquia, los grupos de matrimonios, los grupos juveniles, etc.), de manera que vivamos intensamente la fe en el Señor resucitado, que nos mueve a tener un solo corazón y una sola alma, y a comunicar al mundo esta maravillosa noticia del triunfo sobre la muerte y el pecado.

Querida Madre del Valle, ayúdanos a ser personas orantes de verdad a ejemplo tuyo. Que seamos perseverantes en la oración. Que descubramos que la oración es amistad, promesa, comunión, cercanía y que todos los males que nos agobian en la tierra vienen precisamente de que no oramos, o lo hacemos mal. Y que, a ejemplo de los santos, trabajemos nuestra conversión recurriendo y perseverando en ella, con la certeza de que quienes se condenaron fue por su dejadez en la oración. Amén.

¡¡¡Viva la Divina Misericordia!!!

¡¡¡Viva la Virgen del Valle!!!

#FiestasMarianas2024

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Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca / @DiocesisCat