Los misioneros rogaron por el mundo entero en el homenaje a la Virgen
“Para
ayudar a los que nos necesitan basta abrir los ojos y aprestar el corazón para
encontrar muy cerca de nosotros un abanico de necesidades y sufrimientos”, dijo
el Obispo.
En la noche del 7 de abril,
día en que la Iglesia celebra el Domingo de la Misericordia, segundo de Pascua,
rindieron su homenaje a Nuestra Madre del Valle integrantes de la Pastoral
Misionera.
La Santa Misa fue presidida
como cada jornada del Septenario por el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, y
concelebrada por el padre Ramón Carabajal, capellán del Santuario Catedral.
Luego de saludar a los
alumbrantes de la celebración litúrgica, el Obispo indicó que en el Año de la
Oración “profundizaremos en ella, sabiendo que la Eucaristía es la Oración por
excelencia de la Iglesia, pues la instituyó el mismo Jesús desde su infinita
Misericordia como testamento de su Pasión, Muerte y Resurrección, cuando en un
diálogo profundo con su Padre en compañía de los apóstoles, durante la Última
Cena, rogaba incesantemente que todos los creyentes en Él, fuéramos uno, como
el Padre y el Hijo son Uno en el Espíritu Santo”.
Después recordó que “los
primeros cristianos, gracias a la oración eucarística tenían un solo corazón y
una sola alma, de modo que ninguno consideraba sus bienes como propios, sino
que todo lo ponían en común. (…) Su testimonio valía más que mil discursos. (…)
Para ayudar a los que nos necesitan no hay que hacer investigaciones
sofisticadas, basta abrir los ojos y aprestar el corazón para encontrar muy
cerca de nosotros un abanico de necesidades y sufrimientos: pobreza, soledad,
abandono, violencia, marginación, hambre, etc.”.
Pasó luego a meditar sobre
las lecturas proclamadas, afirmando que la fe es el motor de las comunidades.
“De ahí la importancia de alimentar nuestra vida de fe con la oración, la
lectura de las Escrituras, la recepción de los sacramentos y las obras de
caridad. Si no estamos llenos de Dios no podremos comunicar un mensaje que sea
creíble. La victoria sobre el mundo, de la que habla el apóstol Juan en su
primera Carta, no es el resultado del uso de recursos humanos. Es una victoria,
por Cristo, con Él, en Él y como Él”, aseguró.
Seguidamente pasó al texto
del Evangelio sobre las dos apariciones de Jesús, que tienen al apóstol Tomás
como protagonista. “Tomás descalifica el testimonio de sus compañeros porque
afirma que la verdad la posee él. Su ego lo enceguece: “Si no veo en sus manos
la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no
meto mi mano en costado, no creeré” (Jn 20,25). Es la subjetividad convertida
en árbitro de la verdad”, reflexionó.
Entonces expresó: “En la
comunidad científica abundan estos personajes que descalifican cualquier tipo
de reflexión que se sale de lo que es medible. Esta manera de leer la realidad
limita las posibilidades del espíritu humano que se pregunta continuamente por
el sentido de la realidad”. Y agregó: “Es, precisamente, la oración personal
como comunitaria la que nos libera de caer en la presunción del propio yo y
arribar a la verdad”.
Anhelo, por ello, “que estas
lecturas del Nuevo Testamento sobre las primeras comunidades cristianas sean
fuente de inspiración para las nuestras”.
Concluyó pidiendo: “Querida
Madre del Valle, ayúdanos a ser personas orantes de verdad a ejemplo tuyo. Que
seamos perseverantes en la oración. Que descubramos que la oración es amistad,
promesa, comunión, cercanía y que todos los males que nos agobian en la tierra
vienen precisamente de que no oramos, o lo hacemos mal. Y que, a ejemplo de los
santos, trabajemos nuestra conversión recurriendo y perseverando en ella, con
la certeza de que quienes se condenaron fue por su dejadez en la oración”.
Plegarias
por los cinco continentes
Durante el ofertorio, junto
con los dones del pan y del vino, los misioneros acercaron velitas hasta el
altar como un gesto de ofrecimiento de su oración por el mundo entero rezando
por cada uno de los Continentes.
Rogaron “por África, para
que pueda superar el sufrimiento provocado por el hambre, la pobreza, las
continuas guerras y las desigualdades raciales;
por la Iglesia en América, “para que, obediente al Maestro, pueda
escuchar el consejo de María, que nos dice: ‘Hagan lo que Él les diga’; por la
Iglesia en Europa, para que recupere su vitalidad cristiana y misionera; por
todos los hombres y mujeres de Oceanía, para que escuchando la Palabra de Dios,
se dejen transformar por ella; y por los pueblos de Asia, para que permanezcan
abiertos al anuncio del Evangelio”.
Hacia el final de la
celebración eucarística, alabaron a la Madre del Valle con el canto y
recibieron la bendición final del Obispo.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos
Devotos y Peregrinos:
En este domingo de la
Misericordia rinden su homenaje a la Virgen del Valle los que integran la
Pastoral Misionera. Bienvenidos a esta celebración, que la Madre Morena les
ayude a ser misioneros misericordiosos.
En el marco del año de la oración en esta Misa
profundizaremos en ella, sabiendo que la Eucaristía es la Oración por
excelencia de la Iglesia, pues la instituyó el mismo Jesús desde su infinita
Misericordia como testamento de su Pasión, Muerte y Resurrección, cuando en un
diálogo profundo con su Padre en compañía de los apóstoles, durante la Última
Cena, rogaba incesantemente que todos los creyentes, en Él, fuéramos uno, como
el Padre y el Hijo son Uno en el Espíritu Santo. La oración eucarística tiene
como fin llevar a todos a la plena comunión con Dios uno y trino, el mismísimo
Amor y fuente del Amor.
Los primeros cristianos, gracias a la oración eucarística
tenían un solo corazón y una sola alma, de modo que ninguno consideraba sus
bienes como propios, sino que todo lo ponían en común (Hch 4,32). Los primeros
cristianos no pronunciaban elocuentes discursos sobre el amor al prójimo, sino
que lo vivían. Su testimonio valía más que mil discursos. Estos primeros
creyentes tienen conciencia de ser prolongación del amor misericordioso del Señor
Jesús, el Resucitado. Para ayudar a los que nos necesitan no hay que hacer
investigaciones sofisticadas, basta abrir los ojos y aprestar el corazón para
encontrar muy cerca de nosotros un abanico de necesidades y sufrimientos:
pobreza, soledad, abandono, violencia, marginación, hambre, etc.
La segunda lectura
1Jn 5,1-6 nos deja en claro que la fe es el motor de las comunidades: “Nuestra
fe es la que nos ha dado la victoria sobre el mundo. Porque, ¿quién es el que
vence al mundo? Sólo el que cree que Jesús es el Hijo de Dios”. La acción
evangelizadora de la Iglesia no es un proyecto humano ni estamos comprometidos
con ella por razones de conveniencia. Hemos recibido una misión: “Como el Padre
me ha enviado, así también los envío yo” (Jn 20,21) No pertenecemos a la
Iglesia para sacar adelante un simple proyecto humano. Somos sembradores de la
Palabra, colaboradores en la construcción del Reino de Dios. Cada uno ‘somos
una misión’.
De ahí la importancia de
alimentar nuestra vida de fe con la oración, la lectura de las Escrituras, la
recepción de los sacramentos y las obras de caridad. Si no estamos llenos de
Dios no podremos comunicar un mensaje que sea creíble. La victoria sobre el
mundo, de la que habla el apóstol Juan en su primera Carta, no es el resultado
del uso de recursos humanos. Es una victoria, por Cristo, con Él, en Él y como
Él.
Vamos al texto del Evangelio
sobre las dos apariciones de Jesús, que tienen como personaje muy destacado al
apóstol Tomás. A pesar de que nos separan 2000 años de historia, su
comportamiento es muy próximo a la escala de valores de nuestro tiempo. Tomás
actúa con la autosuficiencia de aquéllos que se consideran poseedores de la
verdad y descalifican los argumentos y testimonios de los demás. Tomás
descalifica el testimonio de sus compañeros porque afirma que la verdad la
posee él. Su ego lo enceguece: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y
si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en costado,
no creeré” (Jn 20,25). Es la subjetividad convertida en árbitro de la verdad.
Además, Tomás se comporta
como un positivista duro, que sólo reconoce como verdad lo que es verificable
empíricamente. En la comunidad científica abundan estos personajes que
descalifican cualquier tipo de reflexión que se sale de lo que es medible. Esta
manera de leer la realidad limita las posibilidades del espíritu humano que se
pregunta continuamente por el sentido de la realidad.
Es, precisamente, la oración
personal como comunitaria la que nos libera de caer en la presunción del propio
yo y arribar a la verdad.
Que estas lecturas del Nuevo
Testamento sobre las primeras comunidades cristianas sean fuente de inspiración
para las nuestras: la parroquia, los grupos de matrimonios, los grupos
juveniles, etc.), de manera que vivamos intensamente la fe en el Señor
resucitado, que nos mueve a tener un solo corazón y una sola alma, y a
comunicar al mundo esta maravillosa noticia del triunfo sobre la muerte y el
pecado.
Querida Madre del Valle,
ayúdanos a ser personas orantes de verdad a ejemplo tuyo. Que seamos
perseverantes en la oración. Que descubramos que la oración es amistad,
promesa, comunión, cercanía y que todos los males que nos agobian en la tierra
vienen precisamente de que no oramos, o lo hacemos mal. Y que, a ejemplo de los
santos, trabajemos nuestra conversión recurriendo y perseverando en ella, con
la certeza de que quienes se condenaron fue por su dejadez en la oración. Amén.
¡¡¡Viva la Divina
Misericordia!!!
¡¡¡Viva la Virgen del
Valle!!!
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Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca / @DiocesisCat