Homenaje del ámbito de la Salud a la Virgen con bendición del personal y ambulancias
“Que la Madre celestial los siga cuidando para que a su vez cuiden a los
enfermos con la solicitud y amor de Ella”, pidió el Obispo.
En la noche del lunes 8 de abril,
día en que la Iglesia celebró la Solemnidad de la Anunciación del Señor (pasó
del 25 de marzo que cayó en Semana Santa para esta jornada), rindieron su
homenaje en el marco del Septenario en honor de a la Virgen del Valle, autoridades y empleados del ministerio de
Salud, Salud pública y privada: Sanatorios, Hospitales, Maternidad, Círculo
Médico, Colegio de Profesionales en Psicomotricidad de Catamarca, Colegio
Profesional de Enfermería, Farmacéuticos, Odontólogos, Kinesiólogos,
Anestesistas, Psicólogos, Bioquímicos, OSEP, Geriátricos, Pastoral de la Salud,
Pastoral de las Adicciones, ONG Corazón con Agujeritos y Soles, SAME, ECA y
EMICA.
La Santa Misa fue presidida por el
obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, y concelebrada por los padres Gustavo
Flores y Daniel Pavón, rector del Santuario y Catedral Basílica y capellán del
Hospital San Juan Bautista y asesor de la Pastoral de la Salud,
respectivamente.
Participación autoridades de Salud,
entre ellas las secretarias de Salud Pública, Dra. Johana Carrizo; de Medicina
Preventiva y Promoción de Salud, Dra. Silvia Bustos; y de Planificación y
Gestión en Salud, Daniela Ayala; y el director de OSEP, CPN Leopoldo Marchetti.
“Bienvenidos a esta celebración y
que la Madre celestial los siga cuidando para que a su vez cuiden a los
enfermos con la solicitud y amor de Ella”, expresó el Obispo en el comienzo de
su homilía, saludando a los alumbrantes de esta Misa.
Luego pasó a meditar los ‘modos de
oración’, tema de reflexión de la jornada. “Es bueno que recordemos que,
básicamente, son dos: personal y comunitario, que pueden hacerse en silencio u oralmente; recitando o cantando; de
rodillas o de pie; sentados o postrados; en un lugar sagrado, al aire libre,
viajando o en el trabajo”, señaló.
Se refirió entonces a la oración personal citando a Jesús: “Tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra
la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo
secreto, te escuchará” (Mt 6,6); Luego de
otras citas reflexiones , afirmó: “ningún signo sacramental
ni práctica de piedad tienen sentido sin el espíritu de oración,
que equivale a vivir en la presencia de Dios que habla y oye, que ama y pide
ser amado”.
Respecto
de la oración comunitaria, citó otro pasaje del Evangelio: «Les aseguro que, si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo,
mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres
reunidos en mi Nombre, yo estoy en medio de ellos» (Mt 18,19-20). “Significa la unión con el Señor que se hace
presente en la comunidad que le dirige sus plegarias y se pone en actitud de
escuchar de forma solidaria y compartida. (…) Esta oración es imprescindible en
todo grupo de creyentes para que puedan relacionarse entre sí a la luz de la
fe y para poder vivir y obrar apostólicamente alimentados por el amor a Dios.
La oración es la fuerza aglutinadora de cada grupo y el bálsamo que alivia
fatigas, fuego que contagia anhelos y levadura que viabiliza sueños”, manifestó.
María, cauce para el encuentro
con Jesús
Más
adelante indicó: “También Jesús quiso que su Madre Santísima se elevara en la
Iglesia como cauce para el encuentro con Él. Por eso los cristianos siempre se
han dirigido a Ella con amor filial y confianza plena (…). Ella nos puede
enseñar a buscar y aceptar en la oración la voluntad de Dios, incluso cuando no
entendemos nada de lo que nos está ocurriendo”.
Después
meditó sobre la lectura de Isaías que se había proclamado. “Encontramos al rey
Ajaz que está pasando por un dramático momento ante una inminente guerra y se
refugia en la oración. Dios lo escucha, pero no al modo como nosotros
querríamos; de allí que no quiere pedir a Dios nada, alegando que no quiere
tentarlo; sin embargo, Dios por su cuenta hará una gran revelación: « (…) Miren: la virgen está encinta y dará a luz un
hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, Dios con nosotros”. Y así, 600 años antes ya se preanuncia la
Encarnación del Hijo de Dios”.
Mons. Urbanč concluyó orando así: “Querida Madre del Valle,
ayúdanos a ser y a obrar como Tú ante los acontecimientos más desconcertantes
que se nos presentan, sabiendo confiar a Dios y en Dios, que por medio del
Espíritu Santo viene a nosotros para sostenernos, iluminarnos y fortalecernos,
frente a lo que nos parece imposible de enfrentar, superar o tener que vivir.
Que, como Tú, tengamos el valor de decir siempre a Dios: «Hágase tu Voluntad»”.
Bendición en el Paseo de la
Fe
Al
finalizar la ceremonia litúrgica, como ya es tradicional, el Obispo se dirigió hasta el Paseo de la Fe donde bendijo al
personal de Salud y las ambulancias que sirven para el traslado de los hermanos
enfermos.
TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos devotos y
peregrinos:
En este tercer día del novenario, en
el que celebramos la solemnidad de la Anunciación del ángel Gabriel o la
Encarnación del Hijo de Dios, rinden su homenaje a la Virgen del Valle, quienes
trabajan en el ámbito de la salud. Bienvenidos a esta celebración y que la
Madre celestial los siga cuidando para que a su vez cuiden a los enfermos con
la solicitud y amor de Ella.
Para esta jornada se nos propuso
meditar en los ‘modos de oración’.
Por
eso, es bueno que recordemos que básicamente son dos: personal y comunitario,
que pueden hacerse en silencio u oralmente; recitando o cantando; de rodillas o
de pie; sentados o postrados; en un lugar sagrado, al aire libre, viajando o en
el trabajo.
Respecto a la oración personal el
mismo Jesús la recomienda: “Tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la
puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo
secreto, te escuchará” (Mt 6,6); Y, “cuando oren, no hablen mucho, como hacen
los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como
ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace
falta, antes de que se lo pidan. Ustedes recen así: Padre nuestro, que estás en
el cielo, santificado sea tu Nombre…” (Mt 6,5-13).
Los
cristianos, a ejemplo de Jesús y de sus discípulos, consideramos que la oración
es un encuentro con Dios. Pero, ningún signo sacramental ni práctica de piedad
tienen sentido sin el espíritu de oración, que equivale a vivir en la presencia
de Dios que habla y oye, que ama y pide ser amado. La oración es la respuesta
del hombre a Dios, pues lo reconoce como Señor del Universo. Que para nosotros
los bautizados es diálogo amoroso con el Padre que está en los cielos, como
Jesús lo practicó y enseñó.
Y
respecto a la comunitaria nos dice: “Les aseguro que, si 2 de ustedes se unen
en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá.
Porque donde hay 2 o 3 reunidos en mi Nombre, yo estoy en medio de ellos” (Mt
18,19-20).
Es la que hacemos en compañía de
otros bautizados y elevamos al Señor de modo grupal y solidario. Se elevan
plegarias y sentimientos al Señor, pero con la participación de otros.
Significa la unión con el Señor que se hace presente en la comunidad que le
dirige sus plegarias y se pone en actitud de escuchar de forma solidaria y
compartida. Es decir, ya no se establece una relación lineal entre el yo y
Dios, sino entre el nosotros y el Padre, pero teniendo a Jesús en medio. Así la
oración comunitaria supera a la personal. Esta oración es imprescindible en
todo grupo de creyen¬tes para que puedan relacionarse entre sí a la luz de la
fe y para poder vivir y obrar apostólicamente alimentados por el amor a Dios.
La oración es la fuerza aglutinadora de cada grupo y el bálsamo que alivia
fatigas, fuego que contagia anhelos y levadura que viabiliza sueños.
Sin embargo, también Jesús quiso que su Madre Santísima se elevara en la Iglesia como cauce para el encuentro con Él. Por eso los cristianos siempre se han dirigido a Ella con amor filial y confianza plena. Todos acuden a Ella en momentos de especial importancia o dificul¬tad. María, es para los cristianos modelo y apoyo. Ella nos puede enseñar a buscar y aceptar en la oración la voluntad de Dios, incluso cuando no entendemos nada de lo que nos está ocurriendo. Su palabra es el modelo: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu pala¬bra” (Lc 1,38). Ella da luz y fuerza. Misteriosamente está presente en la mente y en el corazón. Ella nos enseña a decir: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador” (Lc 1,46-47). Toda su vida es modélica: “María conservaba todas estas co-sas en su corazón y las meditaba” (Lc 2,19).
En la primera lectura de Isaías encontramos al rey Ajaz que está pasando por un dramático momento ante una inminente guerra y se refugia en la oración. Dios lo escucha, pero no al modo como nosotros querríamos; de allí que no quiere pedir a Dios nada, alegando que no quiere tentarlo (Is 7,12); sin embargo, Dios por su cuenta hará una gran revelación: “¿no les basta cansar a los hombres, que cansan incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, les dará un signo. Miren: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, Dios con nosotros” (Is 7,13-14). Y así, 600 años antes ya se preanuncia la Encarnación del Hijo de Dios.
En la oración, tanto personal como
comunitaria, debemos aprender lo que nos enseñan, hoy, el Salmo 39, el texto de
Hebreos 10,4-10 y el de Lucas 1,38: “Hacer la voluntad de Dios”, puesto que ese
es el camino que nos lleva hacia la madurez cristiana de la fe, la esperanza y
el amor.
Querida Madre del Valle, ayúdanos a ser y a obrar como Tú ante los acontecimientos más desconcertantes que se nos presentan, sabiendo confiar a Dios y en Dios, que por medio del Espíritu Santo viene a nosotros para sostenernos, iluminarnos y fortalecernos, frente a lo que nos parece imposible de enfrentar, superar o tener que vivir. Que, como Tú, tengamos el valor de decir siempre a Dios: “Hágase tu Voluntad”. Amén.
¡¡¡Viva
el Hijo de Dios hecho hombre!!!
¡¡¡Viva
la Virgen del Valle!!!
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