“La oración les dará fortaleza, paciencia, sabiduría, para llevar a cabo su labor con excelencia y caridad cristiana”
En la noche del miércoles 10
de abril, cuarto día del Septenario en honor de Nuestra Madre del Valle,
rindieron su homenaje autoridades y empleados del Ministerio de Educación,
Educación estatal, privada y municipal; docentes en actividad, docentes
jubilados, Docentes Jubilados Autoconvocados, gremios docentes, Vicaría
Episcopal para la Educación, Pastoral de la Educación y Centro Educativo y
Cultural Diocesano Virgen del Valle (Ceculd).
La Eucaristía fue presidida
por el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, y concelebrada por el Vicario
Episcopal para la Educación, padre Lucas Segura, y el rector del Santuario y
Catedral Basílica, padre Gustavo Flores.
Participaron autoridades del
Ministerio de Educación, entre ellas la directora de Educación de Gestión Municipal, Privada, Social y Cooperativa,
Prof. Claudia Orellana; representantes legales y directivos de instituciones
educativas privadas confesionales y no confesionales de los distintos niveles,
del Centro Educativo y Cultural Diocesano Virgen del Valle, miembros de la
Vicaría para la Educación y docentes en general.
En el inicio de su homilía,
Mons. Urbanč dio la bienvenida a quienes trabajan en el ámbito de la Educación,
pidiendo “que la Virgen Santa les conceda las gracias que necesitan para llevar
a cabo este servicio educativo con calidad y caridad cristiana, a ejemplo del
Divino Maestro, Jesús”.
Luego, tomando la temática
propuesta para este día acerca de la oración como encuentro personal y
comunitario con Dios, citó a San Alfonso María de Ligorio quien “describe la
oración como ‘el medio necesario y seguro para obtener la salvación y todas las
gracias que necesitamos para conseguirla’. También acuñó una famosa máxima, muy
elemental, que dice: ‘Quien ora, se salva; quien no ora, se condena’”, dijo,
apuntando que “al decir que la oración es un medio necesario quería dar a
entender que en todas las situaciones de la vida no se puede dejar de orar,
sobre todo, en los momentos de prueba y dificultad”.
En otro tramo de su
reflexión afirmó que “los cristianos, a ejemplo de Jesús y de sus discípulos,
consideramos que la oración es un encuentro con Dios. Ningún signo sacramental
ni práctica de piedad tienen sentido sin el espíritu de oración, que equivale a
vivir en la presencia de Dios que oye y habla, que ama y pide ser amado”.
“La oración -dijo- es la
respuesta del hombre a Dios, pues lo reconoce como Señor del Universo. Pero,
para el cristiano es el diálogo amoroso con el Padre que está en los cielos,
tal como Jesús lo practicó y nos lo enseñó”.
Luego expresó: “¡Cuán
necesaria es la oración personal para quien presta el servicio de educar!, ya
que sólo Dios lo puede iluminar para saber discernir en cada momento y con cada
educando qué es lo más adecuado. La oración le dará fortaleza, paciencia,
sabiduría, disponibilidad y generosidad para llevar a cabo su labor con excelencia
y caridad cristiana”.
“La
oración es la fuerza aglutinadora de cada grupo”
Respecto de la oración
comunitaria señaló que “es imprescindible en todo grupo de creyentes para que
puedan relacionarse entre sí a la luz de la fe y para poder vivir y obrar
apostólicamente alimentados por el amor a Dios. La oración es la fuerza
aglutinadora de cada grupo y el bálsamo que alivia fatigas, fuego que contagia
anhelos y levadura que viabiliza sueños”.
Y agregó: “Qué bueno cuando
en los establecimientos educativos, en los equipos directivos y el staff de
docentes se opta por la oración en común, mediante la invocación al Espíritu
Santo, para dar gracias por la fuente de trabajo, para alabar a Dios por su
bondad y fidelidad, para interceder por los alumnos y sus familias, para rogar
por el bienestar de la Patria, etc., y para ir introduciendo a los alumnos en
la necesaria vida de oración diaria”.
Más adelante manifestó que
“la oración comunitaria tiene su máxima expresión en la litúrgica, que es la
oración oficial de la Iglesia (Liturgia). Es aquella que la Iglesia, como tal,
tributa a su divino Esposo. Con el paso de los siglos, la Comunidad de los que
seguimos a Jesús hemos ido organizando nuestra plegaria pública en diversas
formas permanentes, y ésta se concreta cuando celebramos los sacramentos, sobre
todo, la Santa Misa o Eucaristía. También con el rezo de la Liturgia de la
Horas, con la que santificamos distintos momentos del día”.
Dirigiéndose a la Virgen
imploró: “Tú has orado con fe y confianza, y todavía sigues intercediendo
incansablemente en el Cielo por nosotros, procura para nosotros la gracia de
que seamos personas de profunda y tenaz vida de oración a fin de que estemos
estrechamente unidos a Dios, fuente de la vida feliz y plena que anhelamos
poseer desde ahora y para siempre”.
Los alumbrantes participaron
de los momentos de la Liturgia guiando la celebración, proclamando la Palabra
de Dios y acercando las ofrendas del pan y del vino hasta el altar.
Antes de la bendición final,
alabaron a la Reina y Señora de este Valle.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos devotos y
peregrinos:
En este
cuarto día del septenario en honor a la Virgen del Valle, rinden su homenaje
quienes trabajan en el ámbito de la educación. Bienvenidos a esta celebración y
que la Virgen Santa les conceda las gracias que necesitan para llevar a cabo
este servicio educativo con calidad y caridad cristiana, a ejemplo del Divino
Maestro, Jesús.
La temática propuesta para este día es la oración como
‘encuentro personal y comunitario con Dios’.
San Alfonso María de Ligorio describe la oración como «el
medio necesario y seguro para obtener la salvación y todas las gracias que
necesitamos para conseguirla». También acuñó una famosa máxima, muy elemental,
que dice: «Quien ora, se salva; quien no ora, se condena». Comentando esta
frase lapidaria, añadía: «Salvarse sin orar es dificilísimo, más aún,
imposible..., pero, si se ora, salvarse es algo seguro y facilísimo». Y
prosigue diciendo: «Si no oramos, no tenemos excusa, porque la gracia de orar
se da a cada uno... Si no nos salvamos, toda la culpa será nuestra, porque no
hemos rezado». Así pues, al decir que la oración es un medio necesario quería
dar a entender que en todas las situaciones de la vida no se puede dejar de
orar, sobre todo, en los momentos de prueba y dificultad.
Veamos lo que nos dice Jesús respecto de la oración
personal: “Tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu
Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te escuchará”
(Mt 6,6); Y, “cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen
que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que
está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo
pidan. Ustedes recen así: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea
tu Nombre…” (Mt 6,5-13).
Los cristianos, a ejemplo de
Jesús y de sus discípulos, consideramos que la oración es un encuentro con
Dios. Ningún signo sacramental ni práctica de piedad tienen sentido sin el
espíritu de oración, que equivale a vivir en la presencia de Dios que oye y
habla, que ama y pide ser amado.
La oración es la respuesta
del hombre a Dios, pues lo reconoce como Señor del Universo. Pero, para el
cristiano es el diálogo amoroso con el Padre que está en los cielos, tal como
Jesús lo practicó y nos lo enseñó.
¡Cuán necesaria es la
oración personal para quien presta el servicio de educar!, ya que sólo Dios lo
puede iluminar para saber discernir en cada momento y con cada educando qué es
lo más adecuado. La oración les dará fortaleza, paciencia, sabiduría,
disponibilidad y generosidad para llevar a cabo su labor con excelencia y
caridad cristiana. Sigamos el ejemplo del salmista: “Bendigo al Señor en todo
momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que
los humildes lo escuchen y se alegren. Busqué al Señor y me respondió, me libró
de mis temores. Gusten y vean qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a
él” (Sal 33,2-3.5.9).
Y respecto a la oración
comunitaria: “Les aseguro que, si dos de ustedes se unen en la tierra para
pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay 2 o
3 reunidos en mi Nombre, yo estoy en medio de ellos” (Mt 18,19-20).
Es la que hacemos en compañía de los otros creyentes y
elevamos al Señor de modo grupal y solidario. Se elevan plegarias y
sentimientos al Señor, pero con la participación de otros. Significa la unión
con el Señor que se hace presente en la comunidad que le dirige sus plegarias y
se pone en actitud de escuchar de forma solidaria y compartida. Es decir, ya no
se establece una relación lineal entre el yo y Dios, sino entre el nosotros y
el Padre, pero teniendo a Jesús en medio. Así la oración comunitaria supera a
la personal. Esta oración es imprescindible en todo grupo de creyentes para que
puedan relacionarse entre sí a la luz de la fe y para poder vivir y obrar
apostólicamente alimentados por el amor a Dios. La oración es la fuerza
aglutinadora de cada grupo y el bálsamo que alivia fatigas, fuego que contagia
anhelos y levadura que viabiliza sueños.
Qué bueno cuando en los establecimientos educativos, en
los equipos directivos y el staff de docentes se opta por la oración en común,
mediante la invocación al Espíritu Santo, para dar gracias por la fuente de
trabajo, para alabar a Dios por su bondad y fidelidad, para interceder por los
alumnos y sus familias, para rogar por el bienestar de la Patria, etc. y para
ir introduciendo a los alumnos en la necesaria vida de oración diaria.
Si oramos, personal o comunitariamente, no tengamos miedo
al juicio, como señala Jesús en el evangelio de san Juan que acabamos de oír:
“la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque
sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se
acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que obra la
verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según
Dios” (Jn3,19-21).
La oración comunitaria tiene su máxima expresión en la
litúrgica, que es la oración oficial de la Iglesia (Liturgia). Es aquella que
la Iglesia, como tal, tributa a su divino Esposo. Con el paso de los siglos, la
Comunidad de los que seguimos a Jesús hemos ido organizando nuestra plegaria
pública en diversas formas permanentes, y ésta se concreta cuando celebramos
los sacramentos, sobre todo, la Santa Misa o Eucaristía. También con el rezo de
la Liturgia de la Horas, con la que santificamos distintos momentos del día.
Querida Madre del Valle, Tú has orado con fe y confianza,
y todavía sigues intercediendo incansablemente en el Cielo por nosotros,
procura para nosotros la gracia de que seamos personas de profunda y tenaz vida
de oración a fin de que estemos estrechamente unidos a Dios, fuente de la vida
feliz y plena que anhelamos poseer desde ahora y para siempre. Amén.
¡¡¡Viva la Virgen del
Valle!!!
Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca /
@DiocesisCat