Lucas y Luis, los nuevos diáconos de la diócesis local. |
Durante una ceremonia concretada el viernes 23 en horas de la noche, fueron ordenados diáconos los jóvenes Lucas Gastón Segura Villagrán y Luis Eduardo Delgado, pertenecientes a las parroquias Santa Rosa de Lima y San Jorge, respectivamente.
La Catedral Basílica de Nuestra Señora del Valle fue colmada por una gran cantidad de fieles, que participó de la Santa Misa, presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanč, y concelebrada por el Obispo Emérito, Mons. Elmer Osmar Miani, y sacerdotes del clero local, tanto de Capital como del interior, además de presbíteros del Seminario Arquidiocesano de Tucumán, donde los jóvenes culminaron su etapa de formación el año pasado.
La misa fue presidida por el Obispo Diocesano y concelebrada por el Obispo Emérito y numerosos sacerdotes. |
La celebración dio inicio con la lectura del decreto que acepta el pedido del ministerio del Diaconado, para estos dos jóvenes, en lo que constituye el paso previo al Presbiterado.
Luego de la Liturgia de la Palabra, fueron presentados ante el Señor Obispo los candidatos a la orden diaconal, por parte del Pbro. Julio Avalos, responsable de las Vocaciones en la diócesis catamarqueña.
Durante su homilía, Mons. Urbanč destacó la bondad de Dios, que “de nuevo, nos regala dos hermanos para ser ordenados diáconos, quienes generosamente responden a su llamado de seguirlo más de cerca para el servicio del Reino y de la Iglesia que peregrina en las tierras marianas de Catamarca”.
Dirigiéndose a los ordenados expresó: “Ustedes han dado una respuesta a ese amor que los ha llamado, para que anuncien la Palabra de Dios y para que estén al servicio de los más pobres y necesitados. El diaconado que hoy recibirán por la imposición de mis manos, enriquece la vida del pueblo de Dios”.
Los ordenados, postrados frente al altar como signo de humildad. |
Tomando como referencia la segunda lectura el apóstol Pablo mencionó algunas cualidades que no deben faltar en un diácono: “dignidad, transparencia, sobriedad, honestidad, fe auténtica y capacidad para administrar, ‘puesto que los que ejercen bien el diaconado alcanzan un puesto honroso y grande entereza en la fe de Cristo Jesús’”, apuntó.
El servicio, el distintivo del diácono
En otro tramo explicitó que “Jesús llama a los diáconos a vivir una espiritualidad marcada por el distintivo del servicio, que los hará imagen viviente del Cristo servidor de la Iglesia, que se hizo “diácono” para servir a todos. En espíritu de entrega total, les corresponderá asistir al obispo y a los presbíteros en la celebración de los divinos misterios, sobre todo de la Eucaristía y en la distribución de la misma, asistir a la celebración del matrimonio y bendecirlo, celebrar los bautismos, proclamar el Evangelio y predicar, presidir las exequias y entregarse a los diversos servicios de la caridad”.
Asimismo, enfatizó que “la Santísima Virgen, modelo de servicio y madre de todos los diáconos, los acompañe siempre. Que Ella los tome de la mano, guíe sus pasos, y los lleve por los caminos de la santidad. Buscar ser santos no es nada fácil, pero sí es un reto que vale la pena intentar día a día. La conversión es cosa de un instante, la santificación es obra de toda la vida; la conversión es amar siempre más y más a Dios, es beber y beber de la fuente del amor: los frutos no se dejan esperar”.
Los flamantes diáconos preparan la mesa eucarística. |
También afirmó que “la santidad como camino de perfección, requiere de una guía o de un modelo para facilitar nuestro andar. Qué mejor elección que tomar a María como ejemplo a seguir. María es un modelo de fe, esperanza, amor, castidad, pobreza, obediencia, humildad, paciencia, misericordia, alegría, agradecimiento y oración. Conociéndola más de cerca, nos facilitará seguirla en nuestro actuar diario, porque al fin de cuentas, Ella también fue una persona con las mismas características humanas que cualquiera de nosotros, pero fue su fe y su disposición a la santidad, lo que la llevó a ser la Madre de Dios. Imitándola, esforzándonos a tomar su ejemplo en cada una de sus virtudes, estaremos forjando nuestro propio camino de perfección”.
Finalizada la predicación, los ordenados se postraron frente al altar como signo de humildad, mientras el pueblo de rodillas invocó la protección y auxilio de los Santos, a través del canto de las Letanías.
Durante la distribución de la Comunión. |
Luego, se cumplió el rito de la imposición de las manos y seguidamente fueron revestidos con la estola cruzada desde el hombro izquierdo y unida en el lado derecho, a la altura de la cintura, y la dalmática, vestidura cerrada con amplias mangas, utilizada sobre todo en las grandes celebraciones y solemnidades.
Fue un momento de gran emoción, que fue coronado con el aplauso fuerte y sostenido de la asamblea reunida a los pies de María.
Ya revestidos, los flamantes diáconos ayudaron a preparar la mesa para el sacrificio pascual, distribuyeron la Sagrada Comunión y una vez finalizada la celebración eucarística, fueron saludados por los presentes, en el corolario de una verdadera fiesta que vivió la Iglesia de Catamarca.