Hoy,
29 de agosto, la Iglesia conmemora el Martirio del Precursor del Señor: San
Juan Bautista, Patrono de San Fernando del Valle de Catamarca y Vice Patrono de
la Diócesis.
Este
santo tiene dos fiestas: la del 24 de junio y la del 29 de agosto. El 24 de
junio se celebra su nacimiento y el 29 de agosto recuerdan su muerte.
Martirio
que empezó para él el día que se enfrentó en su misma cara a Herodes,
diciéndole: “No te es lícito tener la mujer de tu hermano” (Mc. 6, 18).
Juan
fue para Herodes una luz, la voz de su conciencia. La voz que clama en el
desierto, es decir, la voz que le reprende en su interior su público escándalo
para que cambie y se enmiende.
Hijo
de Zacarías e Isabel, pariente de la Virgen María, es el precursor de
Jesucristo. En esta misión se entrega totalmente viviendo en penitencia,
austeridad y celo por las almas. Bautizó a Jesús en el Jordán. Es el último y
más grande de los profetas del Antiguo Testamento, ya que es puente con en el
Nuevo Testamento es Mártir.
La
fiesta aparece ya en la fecha del 29 de agosto en los sacramentarios romanos, y
conforme el Martirólogo Romano esa fecha correspondería a la segunda vez que
encontrarán la cabeza de San Juan bautista, transportada a Roma.
Tenemos
sobre San Juan Bautista las narraciones de los Evangelios, en particular de
Lucas, que en ellos habla de su nacimiento, de la vida en el desierto, de su
predicación y de Marcos que nos refiere a su muerte.
Por
el evangelio y por la tradición podemos reconstruir la vida del precursor, cuya
palabra de fuego parece en la verdad con el espíritu de Elías. Negó
categóricamente ser el Mesías esperado, afirmando la superioridad de Jesús, que
apuntó a sus seguidores por ocasión del bautismo en las orillas del Río Jordán.
Su
figura perece irse deshaciendo, a la medida que va surgiendo “el más fuerte”,
Jesús. Todavía, “el mayor de entre los profetas” no cesó de hacer oír su voz
donde fuese necesaria para concertar los sinuosos caminos del mal.
Juan
comprendía que se acercaba el fin de su misión. Cerca de él, otro profeta
empezaba también a predicar y a bautizar, agrupando en torno suyo a todos los
que aguardaban el Reino de Dios.
Reprobó
públicamente el comportamiento pecaminoso de Herodes Antipas y de la cuñada
Herodíades, más la previsible susceptibilidad de él le costó la dura prisión en
Maqueronte, en la orilla oriental del Mar Muerto. Por ocasión de la fiesta
celebrada en Maqueronte, la hija de Herodías, Salomé, habiendo dado verdadero
show de agilidad en la danza, entusiasmó a Herodes. Como premio pidió, por
instigación de la madre, la cabeza de San Juan Bautista. Último profeta y
primer apóstol, el dio la vida por su misión, y por eso es venerado en la
Iglesia como mártir.