Queridos
Catamarqueños:
¡Feliz Nacimiento del Salvador del
Mundo: Jesucristo, el Hijo de Dios e Hijo de María, Esposa Virgen!
Con dolor debemos reconocer que
llegados al fin de este año los argentinos nos encontramos sumidos en
confrontaciones muy marcadas. Estamos enfrentados, divididos, sospechamos unos de otros y no
logramos ponernos de acuerdo en proyectos que ayuden a todos los argentinos,
empezando por los más necesitados. Han aparecido nuevas formas de violencia que
se cobran víctimas a destajo, especialmente por falta de seguridad. Muchos
jóvenes, adolescentes y niños están atrapados por la droga y viven sin presente
ni futuro. Se trata de una herida gravísima, que no puede ser negada por la
nostalgia del pasado, ni ocultada por la fuga hacia un futuro fantasioso. Es
una enfermedad de mal pronóstico, pero ni aún así logramos unirnos como pueblo.
La falta de reconciliación es
nuestra gran herida social. Las heridas hay que reconocerlas, atenderlas y
curarlas. Pero, sin ignorar esta herida, debemos seguir adelante, mirando bien
todos los signos de vida y salud de nuestro cuerpo social: la solidaridad, las
obras de bien que muchos en el anonimato llevan a cabo, las grandes
posibilidades que nos sigue ofreciendo nuestra tierra.
Por tanto, que esta celebración del Nacimiento de nuestro
Salvador, nos impulse a reflexionar cómo nuestro lenguaje, los silencios y
descalificaciones impiden que nos escuchemos e inducen a que dejemos de lado el
auténtico diálogo que necesitamos a nivel de familia, comunidades,
instituciones y personas en particular.
El Santo Padre, Benedicto XVI nos propuso como lema de la
próxima jornada mundial de oración por la paz (1 de enero de 2013) una de las
bienaventuranzas (Mt 5,9) “Bienaventurados los que buscan la Paz”. Le pidamos
al Niño de Belén, Príncipe de la Paz, que irradie su Luz en las oscuridades de
nuestros corazones para que sepamos ver cuántas cosas bellas hay y que las
cuidemos y multipliquemos para que vivamos en paz. Que podamos construir una
realidad en paz, con la certeza de que ésta en primer lugar debe forjarse en
los corazones de cada uno de los que pisamos este suelo argentino y que se
continúa con los hermanos que tenemos más cerca: familiares, amigos, compañeros
de trabajo o de estudio y vecinos. Y extendiéndola a todo ser humano, cercano o
lejano, conocido o desconocido, que piensa o no igual que uno, etc.
Que la Virgen Madre, San José su casto esposo, y el mismo
Niño Jesús los colmen de bendiciones en estos días para que sean instrumentos
eficaces de Paz.
¡Muchas
Felicidades!
Mons.
Luis Urbanc
8º
Obispo de Catamarca