El obispo presidió el Solemne Tedeum en el histórico templo parroquial de Paclín
“Somos llamados a redoblar nuestros esfuerzos para ser
ciudadanos que construyen el presente sobre el sólido fundamento de la
historia, de la responsabilidad y del compromiso”, dijo el obispo.
Durante la mañana del miércoles 25 de mayo, el obispo
diocesano, Mons. Luis Urbanc, presidió el Solemne Tedeum al cumplirse el 212º aniversario
del nacimiento de nuestra Patria. La ceremonia religiosa se llevó a cabo en el centenario
templo de Nuestra Señora del Rosario, en La Merced, departamento Paclín, y fue
concelebrada por el párroco del lugar, presbítero Héctor Moreno.
Participaron autoridades provinciales y municipales,
encabezadas por el gobernador, Lic. Raúl Jalil; y el intendente anfitrión Eduardo
Menecier, respectivamente, legislativas y de las fuerzas de seguridad.
Durante su predicación Mons. Urbanc destacó “la
solemne decisión de los padres de la Patria, quienes, para hacer realidad un
anhelo que se fue gestando lentamente, sellaban un proyecto que debía
consolidarse con el paso del tiempo”.
“A 212 años de aquella comprometedora decisión, los
argentinos somos llamados hoy a redoblar nuestros esfuerzos para ser ciudadanos
que construyen el presente sobre el sólido fundamento de la historia, de la
responsabilidad y del compromiso”, enfatizó.
Luego continuó: “Y así ha de ser, porque la
convivencia civil y política adquiere todo su significado si está basada en la
amistad civil y en el sentido de la hermandad, en la laboriosidad desinteresada
y en la generosidad compartida, en la atención a las necesidades comunes y en
la valoración de los intereses particulares, en la promoción del bien común y
en la realización integral de cada persona, en la consolidación de la vida
social y en la proyección individual”.
En otro tramo de su reflexión, afirmó que a la
celebración de “nuestra amada Argentina… unimos la gratitud a Dios por la
tierra que nos dio, que es nuestra casa común en la que hemos de habitar con
cariño y a la que hemos de cuidar con esmero y mejorar con solícito empeño,
revirtiendo el actual curso de las cosas”.
Asimismo, señaló que esta gratitud “se extiende a
nuestros antepasados por las riquezas que nos legaron”, las cuales “se
sintetizan en el fulgor de la fe y la luz de la educación; en los valores
culturales y morales y espirituales que practicaron y promovieron; en el
trabajo sostenido en el tiempo y que permitió erigir ciudades, trazar calles y
rutas, edificar casas, templos y escuelas; en el cuidado y protección de
nuestro dilatado suelo y del mar que moja nuestras playas al amparo del cielo
que a todos nos cobija”.
A este agradecimiento unió “la exhortación a nuestros
contemporáneos a redoblar los esfuerzos para que nuestra Patria querida vea regados
su libertad, sus anhelos y su futuro con el sudor de ciudadanos que cumplen con
perseverancia sus deberes de cada jornada, acatan las leyes, respetan la vida,
la fama y los bienes del prójimo, se comprometen con la sociedad y se abren
hacia la trascendencia, posibilitando así el crecimiento de una comunidad de
hombres libres y buenos que marchan hacia el bien común a la luz de la
subsidiaridad, la participación y la solidaridad”.
“Para conseguir esto es necesario arrostrar con
sabiduría y decisión los graves problemas que afligen a nuestra gente, como la
falta de trabajo, la acentuada pobreza, el bajo rendimiento académico en la
educación, la precariedad de la asistencia sanitaria, la amenaza continua de la
actual pandemia, las diversas adicciones, el desafío climático y el difícil
equilibrio entre el uso de los recursos y el cuidado del medio ambiente”,
manifestó.
Finalmente, rogó a Jesucristo, Señor de la Historia, a
Nuestra Madre Santísima del Valle y al Beato Fray Mamerto Esquiú, “para que en
nuestra amada Argentina se construya la unión nacional, se afiance la justicia,
se consolide la paz interior, se provea a la defensa común, se promueva el
bienestar general y se aseguren los beneficios de la libertad, para nosotros,
para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar
en el suelo argentino”.
Antes de la bendición final, todos los presentes
rezaron la Oración por la Patria.
Al concluir la ceremonia litúrgica, el obispo bendijo
la obra de la avenida San Martín que cuenta con ciclovía.
Luego, la sagrada imagen de la Virgen del Valle abrió
y cerró el desfile cívico-militar con el que se homenajeó a la Patria.
TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA
Uniéndonos espiritualmente a todos los argentinos, nos
hemos congregado hoy en el Cañón de Paclín para celebrar la continuación en el
presente del primer grito de libertad.
Asumimos así la solemne decisión de los padres de la Patria,
quienes, para hacer realidad un anhelo que se fue gestando lentamente, sellaban
un proyecto que debía consolidarse con el paso del tiempo.
A 212 años de aquella comprometedora decisión, los
argentinos somos llamados hoy a redoblar nuestros esfuerzos para ser ciudadanos
que construyen el presente sobre el sólido fundamento de la historia, de la
responsabilidad y del compromiso. Y la
realidad actual nos convoca a abrir caminos hacia un mañana más luminoso que el
presente; un mañana que esté más impregnado de humanidad, de respeto y de
fraternidad.
Y así ha de ser, porque la convivencia civil y
política adquiere todo su significado si está basada en la amistad civil y en
el sentido de la hermandad, en la laboriosidad desinteresada y en la
generosidad compartida, en la atención a las necesidades comunes y en la
valoración de los intereses particulares, en la promoción del bien común y en
la realización integral de cada persona, en la consolidación de la vida social
y en la proyección individual.
En pocas palabras, la convivencia social y política
llega a su plenitud cuando se labran realmente relaciones comunitarias entre
personas maduras en responsabilidad personal y compromiso social.
Para ello es sensato escuchar con atención la exigente
llamada del Señor a vivir la justicia con toda intensidad y en toda su amplitud
para compartir humanamente los anhelos del tiempo y tener fundada esperanza de
salvación eterna. Se trata de una justicia que incluye todo el bien que podemos
hacer al prójimo, comenzando por el respeto irrestricto a la vida desde el
momento de la concepción hasta la muerte natural; justicia que se extiende a compartir
pacíficamente la existencia con los demás, tratarlos bien y bregar para que
estén llenos de todo lo que dignifica y honra; justicia cuya práctica es necesaria
para poder participar con un corazón bien dispuesto en la celebración del culto
divino. Lo cual es perfectamente entendible porque el amor a Dios va unido al
amor al prójimo, y ciertamente no podemos amar a Dios, a quien no vemos, si no
amamos al prójimo, a quien sí vemos (cf Mt 22, 37-40; 1 Jn 4, 20).
Asumir la justicia y practicarla con todas sus
exigencias es lo que nos hace sabios para vivir, como nos lo enseña el Apóstol
Santiago, quien nos exhorta a conducir nuestra existencia con una conducta
siempre recta y sencilla, hecha de cooperación y concordia, de humildad y de verdad,
de orden y verdad, de pureza y espíritu pacificador, de benevolencia y
conciliación, de misericordia y buena disposición, de imparcialidad y
sinceridad; una conducta que nos lleve a trabajar en buen acuerdo con los demás
y a trabajar por la fraternidad, la solidaridad y la paz.
Estas vías superadoras debieran ser tenidas en cuenta
siempre para bien de la Patria y de los patriotas. Pero con mayor ahínco han de
ser asumidas y practicadas en el presente, para que los graves problemas que
enfrentamos no nos lleven a ver como enemigos a quienes, por amistad social,
debiéramos estimar como hermanos y amigos por cuyo bien bregamos, nos
sacrificamos y luchamos, aunque no siempre coincidan nuestras perspectivas.
Y lo que es válido para todos, lo es de un modo
particular para nosotros, cristianos, buscadores de la felicidad que se nos
promete en el cielo y que, limitadamente, podemos compartir ya aquí en la
tierra, y que sólo es posible conseguir con la ayuda de Jesucristo el Señor y
con nuestra humilde cooperación hecha de pasos firmes y decididos en el camino
de la verdad, el bien, la justicia, el respeto, la paz y el amor.
Queridos hermanos, hoy, 25 de Mayo, celebramos a
nuestra amada Argentina, a la que proclamamos y queremos libre, independiente y
soberana; hoy celebramos a nuestra querida Patria.
A la celebración unimos la gratitud a Dios por la
tierra que nos dio, que es nuestra casa común en la que hemos de habitar con
cariño y a la que hemos de cuidar con esmero y mejorar con solícito empeño,
revirtiendo el actual curso de las cosas.
Gratitud que se extiende a nuestros antepasados por
las riquezas que nos legaron; riquezas que se sintetizan en el fulgor de la fe
y la luz de la educación; en los valores culturales y morales y espirituales
que practicaron y promovieron; en el trabajo sostenido en el tiempo y que
permitió erigir ciudades, trazar calles y rutas, edificar casas, templos y
escuelas; en el cuidado y protección de nuestro dilatado suelo y del mar que
moja nuestras playas al amparo del cielo que a todos nos cobija.
Y a la gratitud unimos la exhortación a nuestros
contemporáneos a redoblar los esfuerzos para que nuestra Argentina, nuestra
Patria querida, vea regados su libertad, sus anhelos y su futuro con el sudor
de ciudadanos que cumplen con perseverancia sus deberes de cada jornada, acatan
las leyes, respetan la vida, la fama y los bienes del prójimo, se comprometen
con la sociedad y se abren hacia la trascendencia, posibilitando así el crecimiento
de una comunidad de hombres libres y buenos que marchan hacia el bien común a
la luz de la subsidiaridad, la participación y la solidaridad.
Para conseguir esto es necesario arrostrar con
sabiduría y decisión los graves problemas que afligen a nuestra gente, como la
falta de trabajo, la acentuada pobreza, el bajo rendimiento académico en la
educación, la precariedad de la asistencia sanitaria, la amenaza continua de la
actual pandemia, las diversas adicciones, el desafío climático y el difícil
equilibrio entre el uso de los recursos y el cuidado del medio ambiente.
Por todo ello, y para que gobernantes y pueblo
recibamos abundantes luces del cielo que nos permitan discernir con sabiduría
el presente para construir un futuro más promisorio, elevamos nuestra sentida
oración a Jesucristo, Señor de la Historia, invocamos la maternal protección de
Nuestra Madre Santísima del Valle y pedimos la protección intercesora del Beato
Fray Mamerto Esquiú para que en nuestra amada Argentina se construya la unión
nacional, se afiance la justicia, se consolide la paz interior, se provea a la
defensa común, se promueva el bienestar general y se aseguren los beneficios de
la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres
del mundo que quieran habitar en el suelo argentino.
Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca