“A todos los que trabajan al lado de los enfermos, discapacitados, ancianos, adictos, etc., sostenlos y renuévalos con nuevos bríos para que sirvan a cada sufriente con amor, ternura y cristiana solicitud”, le pidió el Obispo a la Virgen.
Durante la noche del lunes 2
de diciembre, cuarto día de la Novena en honor de la Pura y Limpia Concepción
del Valle, rindieron su homenaje el Ministerio de Salud con sus autoridades y empleados;
el ámbito de la Salud pública y privada: Sanatorios, Hospitales, Maternidad,
Círculo Médico, Colegio de Profesionales en Psicomotricidad de Catamarca,
Colegio Profesional de Enfermería, Farmacéuticos, Odontólogos, Kinesiólogos,
Anestesistas, Psicólogos, Bioquímicos, OSEP, Geriátricos, Pastoral de la Salud,
Pastoral de las Adicciones, ONG Corazón con Agujeritos y Soles; SAME, ECA y
EMICA.
Participaron la secretaria de
Planificación y Gestión del ministerio de Salud, Dra. Daniela Ayala; el
director de la Obra Social de los Empleados Públicos (OSEP), CPN Leopoldo
Marchetti; la directora general de Salud de la secretaría de Salud de la
Municipalidad de la Capital, Dra. Cintia Ripoll, entre otras autoridades del
ámbito de la Salud.
Los alumbrantes participaron proclamando
la Palabra de Dios y acercando al altar elementos para la atención de los
peregrinos y las ofrendas del pan y del vino.
La Santa Misa fue presidida
por el obispo diocesano Mons. Luis Urbanč y concelebrada por los padres Gustavo
Flores y Ramón Carabajal, rector y capellán del Santuario Catedral,
respectivamente.
En el inicio de su homilía,
dio la bienvenida a los alumbrantes y rogó “que la Virgen Santa los siga
cuidando y sosteniendo en la ardua labor de estar al servicio de los enfermos”,
a la vez que los encomendó a san Artémides Zatti, “santo salesiano de nuestra
Patagonia, patrono de los enfermeros y enfermeras, cuya fiesta la celebramos el
13 de noviembre pasado, para que interceda por todos ellos”.
“Para esta jornada -continuó- se
nos propuso ver el Jubileo del 2025 como tiempo de encuentro y reconciliación.
Qué bueno, que le pidamos a la Virgen del Valle que nos ayude a salir al
encuentro de los demás, en especial con quienes más nos cuesta, y que tengamos
la suficiente humildad para reconciliarnos con Dios y con quienes estamos
enemistados y distanciados. Ésta es la gracia propia de un Jubileo”.
Luego se refirió al Adviento, tiempo
litúrgico que “nos brinda un tiempo de gracia para contemplar de nuevo las
promesas de Dios con viva esperanza y a preparar el corazón para recibir a
Cristo, luz del mundo. Las lecturas de hoy, tomadas de Isaías y de Mateo, nos
conducen a reflexionar sobre la esperanza escatológica, o sea, de la razón
última de nuestra existencia, y la fe como respuesta a la venida del Señor”.
Tras profundizar en los textos
bíblicos proclamados (Isaías 2,1-5 y Mateo 8,5-11), afirmó que “estas lecturas
se entrelazan en el mensaje central del Adviento: Dios cumple sus promesas y
nos invita a ser parte activa de su plan de salvación. El monte del Señor y el
banquete escatológico prometido en el Evangelio son imágenes de la plenitud del
Reino, donde se reunirán hombres y mujeres de todos los rincones del mundo.
Este Reino, sin embargo, no es sólo una realidad futura, sino que empieza a
mostrarse aquí y ahora, cada vez que nos abrimos al poder transformador de la
fe, la esperanza y el amor”.
“Vivir
una espiritualidad de esperanza activa”
Asimismo, señaló que “el
Adviento nos desafía a vivir una espiritualidad de esperanza activa. Como el
centurión, estamos llamados a confiar plenamente en el Señor, incluso en medio
de nuestras incertidumbres y dificultades. Como familia de Dios, debemos
caminar hacia la luz, comprometidos con la construcción de un mundo donde la
justicia, la paz, la verdad y la reconciliación sean una realidad visible. Este
tiempo litúrgico nos invita a preparar nuestro corazón para la venida de
Cristo, permitiendo que su presencia transforme nuestras vidas y las del mundo
entero”.
Dirigiéndose a la Virgen del
Valle, le pidió “por tantos peregrinos que están caminando hacia ésta, tu casa,
presta atención a sus necesidades, anímalos en sus angustias y ayúdalos a
fortalecer la fe y la esperanza”.
“A todos los que trabajan al
lado de los enfermos, discapacitados, ancianos, adictos, etc., sostenlos y
renuévalos con nuevos bríos para que sirvan a cada sufriente con amor, ternura
y cristiana solicitud, encontrando en Ti el ejemplo y la motivación para
hacerlo”, rogó.
Testimonios
y bendición de ambulancias
Antes de la bendición final, el
pastor diocesano invitó a jóvenes de la Comunidad Cenáculo, que funciona en la casa
ubicada en el ingreso a El Rodeo, departamento Ambato, a brindar su testimonio personal
sobre el camino de recuperación de los problemas de adicciones que transitaron
a través de la metodología de la oración y el trabajo en comunidad.
Luego de la celebración litúrgica,
el Obispo se trasladó hasta el Paseo de la Fe, donde bendijo los móviles
sanitarios que se usan a diario para la atención de los enfermos, como también
al personal de Salud.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos
Devotos y Peregrinos:
En este cuarto día de la
novena rinden su homenaje quienes trabajan en el ámbito de la salud.
Bienvenidos a esta celebración; que la Virgen Santa los siga cuidando y
sosteniendo en la ardua labor de estar al servicio de los enfermos. También nos
encomendemos a san Artémides Zatti, santo salesiano de nuestra Patagonia,
patrono de los enfermeros/as, cuya fiesta la celebramos el 13 de noviembre
pasado, para que interceda por todos ellos.
Para esta jornada se nos
propuso ver el Jubileo del 2025 como tiempo de encuentro y reconciliación. Qué
bueno, que le pidamos a la Virgen del Valle que nos ayude a salir al encuentro
de los demás, en especial con quienes más nos cuesta, y que tengamos la suficiente
humildad para reconciliarnos con Dios y con quienes estamos enemistados y
distanciados. Ésta es la gracia propia de un Jubileo.
Y, ahora, antes de la
reflexión, los invito a cantar jubilosos con el Salmista: “¡Qué alegría cuando
me dijeron: «Vamos a la casa del Señor; ya están pisando nuestros pies tus
umbrales Jerusalén»!” (Sal 121,1).
El Adviento, como todos los
años, nos brinda un tiempo de gracia para contemplar de nuevo las promesas de
Dios con viva esperanza y a preparar el corazón para recibir a Cristo, luz del
mundo. Las lecturas de hoy, tomadas de Isaías y de Mateo, nos conducen a
reflexionar sobre la esperanza escatológica, o sea, de la razón última de
nuestra existencia, y la fe como respuesta a la venida del Señor.
El texto de Isaías 2,1-5, nos
presenta una visión profética cargada de esperanza: el monte del Señor será el
centro de atracción para todas las naciones. Este monte simboliza la soberanía
de Dios y su promesa de instaurar un reino de justicia y paz. La imagen de las
“espadas forjadas en arados” y las “lanzas convertidas en tijeras de podar” nos
invita a soñar con un mundo transformado por la paz, donde las relaciones
humanas no estarán marcadas por el conflicto, sino por la cooperación y la
armonía. Es un llamado a caminar a la luz del Señor, dejando atrás la oscuridad
del egoísmo, la envidia y la violencia, para abrazar el camino de la conversión
personal y comunitaria.
En cambio, la perícopa de
Mateo 8,5-11 nos muestra un ejemplo concreto de fe y esperanza en la figura del
centurión romano. Este hombre, un pagano y representante del poder opresor,
reconoce en Jesús la autoridad divina y deposita en Él una fe sincera y
humilde: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya
bastará para sanar”. Su confianza en el poder de la palabra de Jesús nos enseña
que la fe supera las barreras religiosas, culturales y sociales, abriendo las
puertas del Reino de los Cielos a todos los que, como él, se acercan con
corazón sincero. ¡Qué bueno que pidamos ser curados de las parálisis de amor,
de perdón y de servicio que padecemos!
Estas lecturas se entrelazan
en el mensaje central del Adviento: Dios cumple sus promesas y nos invita a ser
parte activa de su plan de salvación. El monte del Señor y el banquete
escatológico prometido en el Evangelio son imágenes de la plenitud del Reino,
donde se reunirán hombres y mujeres de todos los rincones del mundo. Este
Reino, sin embargo, no es sólo una realidad futura, sino que empieza a
mostrarse aquí y ahora, cada vez que nos abrimos al poder transformador de la
fe, la esperanza y el amor.
El Adviento nos desafía a
vivir una espiritualidad de esperanza activa. Como el centurión, estamos
llamados a confiar plenamente en el Señor, incluso en medio de nuestras
incertidumbres y dificultades. Como familia de Dios, debemos caminar hacia la
luz, comprometidos con la construcción de un mundo donde la justicia, la paz,
la verdad y la reconciliación sean una realidad visible. Este tiempo litúrgico
nos invita a preparar nuestro corazón para la venida de Cristo, permitiendo que
su presencia transforme nuestras vidas y las del mundo entero.
“Vengan, caminemos a la luz
del Señor” (Is 2,5). Con esta invitación, Isaías nos anima a dar pasos
concretos hacia la conversión, a vivir el Adviento como un tiempo de renovación
personal y comunitaria. Que la fe humilde del centurión y la visión profética
de Isaías sean una guía en este camino de espera activa y profunda. Y podamos
rezar con el salmista: “Por mis hermanos y compañeros, diré: «La paz contigo».
Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien” (Sal 121,9).
Querida Virgen del Valle, te
pido por tantos peregrinos que están caminando hacia ésta, tu casa, presta
atención a sus necesidades, anímalos en sus angustias y ayúdalos a fortalecer
la fe y la esperanza.
A todos los que trabajan al
lado de los enfermos, discapacitados, ancianos, adictos, etc., sostenlos y
renuévalos con nuevos bríos para que sirvan a cada sufriente con amor, ternura
y cristiana solicitud, encontrando en Ti el ejemplo y la motivación para
hacerlo.
Y, al igual que Tú corriste
presurosa a ayudar a tu prima Isabel, que cada uno de nosotros también vaya con
alegría y generosidad al encuentro de los hermanos necesitados y que nos
empeñemos con paciencia y perseverancia a ser promotores de reconciliación.
Amén.
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