“Que tu servicio en la mesa eucarística te lleve presuroso a llevar a Jesús, Pan de Vida, a los ancianos y enfermos. Medita la Palabra de Dios y Adora a Jesús en la Eucaristía”, dijo el Obispo.
En la noche del viernes 6 de
diciembre, octavo día de la Novena en honor de la Pura y Limpia Concepción del
Valle, fue instituido como Ministro Lector y Acólito el seminarista Carlos
Daniel Bazán, durante la Santa Misa de homenaje de la Pastoral de la Juventud y
la Pastoral Vocacional.
La Santa Misa fue presidida
por el obispo diocesano Mons. Luis Urbanč y concelebrada por el vicario general
presbítero Julio Murúa; los sacerdotes asesores de la Pastoral Juvenil y
Pastoral Vocacional, padres Eugenio Pachado y Diego Manzaraz, respectivamente;
el rector del Santuario y Catedral Basílica, padre Gustavo Flores, entre otros
sacerdotes del clero catamarqueño tanto de Capital como del interior diocesano.
Una gran cantidad de fieles y
peregrinos colmaron el templo para participar de esta celebración, entre
quienes se encontraban los padres, hermanos, demás familiares y amigos del
joven que fue instituido lector y acólito.
En el inicio de la
celebración, el padre Murúa dio lectura al decreto correspondiente y luego el
padre Manzaraz presentó ante el Obispo al candidato.
En el inicio de su homilía,
Mons. Urbanč agradeció la participación de los alumbrantes y respecto del joven
seminarista pidió “que el Señor y la Virgen Santa bendigan a tu familia, amigos
y la comunidad que te vio crecer en lo humano y en lo espiritual", a la
vez que agradeció también “al Seminario Mayor de Tucumán donde se formó Carlos
durante 8 años. Bienvenidos a esta celebración de fe, esperanza y paz”.
“La liturgia de la Palabra de
este día nos anima a abrir los ojos de nuestro ser para reconocer la obra de
Dios que transforma nuestra realidad. En este tiempo de Adviento, mientras
aguardamos la venida del Señor, estas palabras nos llaman a vivir con esperanza
activa, permitiendo que el encuentro con Cristo ilumine nuestras tinieblas
interiores y renueve nuestro peregrinar”, afirmó el Obispo.
Tras ahondar en los textos
bíblicos del profeta Isaías (29,17-24) y el evangelista Mateo (9,27-31), afirmó
que “el Adviento es tiempo de abrir los ojos del corazón, de dejarnos tocar por
la gracia de Dios y de reconocer su acción en nuestra vida. Así como los ciegos
del Evangelio no pudieron guardar silencio después de recibir la vista, también
nosotros estamos llamados a proclamar con nuestra vida lo que hemos visto y
experimentado”.
Luego, dirigió unas palabras a
Carlos, expresando: “Acabas de decir que estás dispuesto a servir. La plenitud
de la vocación humana y cristiana es ponerse al servicio de Dios y de la gente.
Si de verdad quieres ser discípulo de Jesús debes estar muy atento para no
dejarte arrastrar por fantasías que prometen felicidad sin ningún esfuerzo. La
promesa de vida y de plenitud que ofrece Jesús es que lo sigas, poniéndote al
servicio de la comunidad, allí donde se te indique y lo reclame la necesidad de
la gente, y no donde a ti te gustaría hacerlo y menos aún donde por ciertos
méritos crees que deberías servir”.
“El bautismo nos consagró a
todos para servir a Dios y al prójimo. Por eso, servir, muchas veces es
sinónimo de obedecer… Y, hoy, aquí, querido Carlos, tienes el ejemplo: es
María, obediente en la Anunciación y al pie de la Cruz… Así, es la humilde
servidora…”, señaló.
Asimismo, manifestó: “Vas a
recibir de la Iglesia, por intermedio de este servidor, los ministerios de
Lector y Acólito, por eso te pido encarecidamente que te aboques con mucha
generosidad a que cada persona que Dios ponga a tu alcance escuche la Palabra
de Dios y pueda percibir cuánto la ama Dios, de manera que pueda alegrarse en
Él (cf. Is 29,18-19). Y que tu servicio en la mesa eucarística te lleve
presuroso a llevar a Jesús, Pan de Vida, a los ancianos y enfermos. Medita la
Palabra de Dios y Adora a Jesús en la Eucaristía. Que seas reconocido por la
gente por ser un hombre de Dios que escucha, ama, adora y sirve”.
En otro tramo de su
predicación, el Obispo invitó a los niños, adolescentes y jóvenes presentes “a
que se dejen interpelar por Jesús y por las necesidades del mundo, estando
dispuestos a dar una respuesta generosa al llamado a servir, sea en santo
matrimonio, sea en santa consagración total a Él en el sacerdocio ministerial o
en la vida consagrada y misionera. No tengan miedo a Jesús, Él no quita nada de
lo bello que tiene la vida, sino que te da todo para que seas feliz aquí y
ahora, y, plenamente en la eternidad”.
Pidió a la Virgen: “Sigue
cobijando bajo tu manto maternal a nuestro hermano Carlos, que hoy instituiré
Lector y Acólito, para que se configure con tu Hijo Jesús, que no vino a ser
servido sino a servir y a dar su vida por toda la humanidad. Que su corazón
abunde de amor, ternura y misericordia con todos, para que quienes se acerquen
a él, descubran al Dios Padre de la Misericordia y el Consuelo. Acompáñalo en
su camino a recibir el don del Sacerdocio Ministerial para el que fue llamado
por Jesús y para el que la santa Iglesia lo fue formando con paciente
discernimiento”.
También pidió que proteja a
los peregrinos “que puedan llegar bien y gozosos de haber cumplido con su
propósito de encontrarse contigo, después de largas horas o días de sacrificio,
oración e ilusión. Por favor, impetra de tu Hijo Jesús, lluvia de bendiciones
para ellos y para tantos y tantas que las necesitan, pero no creen que puedan
recibirlas”.
“Ves que nuestra ciudad se va
colmando de peregrinos, haz que cada uno de los que aquí residimos, abramos
nuestro corazón con generosidad, paciencia y alegría por la presencia de cada
uno de ellos, siendo hospitalarios para atender a sus necesidades y
enriquecernos con el testimonio de su fe”, concluyó.
Seguidamente, el Obispo
bendijo a Carlos y le entregó la Sagrada Escritura y el cáliz destinado a la
celebración de la Eucaristía, un emotivo momento que fue sellado con un abrazo
y el aplauso de todos los presentes.
Continuando con la ceremonia
litúrgica, representantes de la Pastoral Juvenil y de movimientos e
instituciones de jóvenes participaron de la procesión de ofrendas llevando las
banderas y logos que los identifican, mientras que los familiares de Carlos
acercaron los dones del pan y el vino.
Antes de la bendición final,
todos los presentes se consagraron a la Virgen frente su sagrada imagen y se
despidieron de Ella con cantos y aclamaciones.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos Devotos y Peregrinos:
En este octavo día de la
novena en honor a nuestra Madre del Valle, rinden su homenaje, miembros de la
Pastoral de la Juventud, Movimientos juveniles y la Pastoral Vocacional
Diocesana. Les agradezco su participación, sobre todo, porque en esta Misa
conferiré los ministerios de Lector y Acólito al seminarista Carlos Bazán. Que
el Señor y la Virgen Santa bendigan a tu familia, amigos y la comunidad que te
vio crecer en lo humano y en lo espiritual. Mi gratitud también al Seminario
Mayor de Tucumán donde se formó Carlos durante 8 años. Bienvenidos a esta
celebración de fe, esperanza y paz.
La temática propuesta para
este día nos lleva a reflexionar que debemos ser peregrinos de esperanza y
mensajeros de paz.
La liturgia de la Palabra de
este día nos anima a abrir los ojos de nuestro ser para reconocer la obra de
Dios que transforma nuestra realidad. En este tiempo de Adviento, mientras
aguardamos la venida del Señor, estas palabras nos llaman a vivir con esperanza
activa, permitiendo que el encuentro con Cristo ilumine nuestras tinieblas
interiores y renueve nuestro peregrinar.
El profeta Isaías (29,17-24),
describe un tiempo de cambio radical, un horizonte de restauración donde lo que
parecía imposible se vuelve realidad: el Líbano se convierte en un vergel, los
sordos oyen, los ciegos ven, y los pobres se llenan de alegría. Este anuncio no
es sólo una promesa para el futuro; es una invitación a mirar nuestra vida
desde la fe y descubrir que Dios ya está actuando en medio de nosotros. Su
gracia transforma nuestra ceguera espiritual en visión clara, abre nuestros
oídos para escuchar su Palabra y nos llena de júbilo incluso en las
dificultades y sinsabores de la vida presente.
El profeta también denuncia la
injusticia y la opresión, señalando que los violentos y cínicos no tendrán la
última palabra. Este mensaje, tan actual en nuestro tiempo, nos desafía a
revisar nuestras propias actitudes y acciones: ¿Nos hacemos los ciegos ante las
necesidades de los demás? ¿Y sordos ante los gritos de los oprimidos? El
Adviento nos invita a romper con la indiferencia y a dejarnos transformar por
el Dios que hace nuevas todas las cosas.
En el Evangelio de Mateo
(9,27-31), dos ciegos siguen a Jesús con una súplica cargada de fe: “Ten
compasión de nosotros, Hijo de David”. Este grito no sólo expresa su necesidad
de curación física, sino también su deseo de encontrarse con el Salvador. Jesús
responde tocando sus ojos y, más allá del milagro, les devuelve la capacidad de
ver la vida con una perspectiva nueva. El Señor no sólo quiere sanar sus
cuerpos, sino también activar su fe, porque la verdadera luz nace de un corazón
que confía plenamente en Él.
Este pasaje bíblico nos invita
a preguntarnos qué dimensiones de nuestra vida necesitan ser iluminadas por la
presencia de Cristo. Tal vez hemos permitido que el cansancio, la rutina o el
dolor nos conviertan en “ciegos”, o en “sordos”, incapaces de reconocer los
signos de esperanza que nos rodean.
El Adviento es tiempo de abrir
los ojos del corazón, de dejarnos tocar por la gracia de Dios y de reconocer su
acción en nuestra vida. Así como los ciegos del Evangelio no pudieron guardar
silencio después de recibir la vista, también nosotros estamos llamados a
proclamar con nuestra vida lo que hemos visto y experimentado.
Ahora unas palabras para ti,
querido Carlos. Acabas de decir que estás dispuesto a servir. La plenitud de la
vocación humana y cristiana es ponerse al servicio de Dios y de la gente. Si de
verdad quieres ser discípulo de Jesús debes estar muy atento para no dejarte
arrastrar por fantasías que prometen felicidad sin ningún esfuerzo. La promesa
de vida y de plenitud que ofrece Jesús es que lo sigas, poniéndote al servicio
de la comunidad, allí donde se te indique y lo reclame la necesidad de la
gente, y no donde a ti te gustaría hacerlo y menos aún donde por ciertos
méritos crees que deberías servir.
Te recuerdo que, también a ti,
te acechará la tentación de la resistencia a colocarte en el lugar del
servicio, de la entrega humilde y generosa que no busca la recompensa. Ten
cuidado de dejarte engañar con los malos ejemplos, que, hastiado por las
ingratitudes, pueden hacer presa de tu corazón y pervertirte… ¿Acaso en
nuestras comunidades no constatamos que se busca ser reconocidos, aplaudidos y
convocados a los puestos de mayor visibilidad?... ¡Cómo nos cuesta aceptar el
lugar invisible y sencillo desde donde servir al prójimo, por el solo hecho de
ver en él el rostro de Cristo sufriente y necesitado! El bautismo nos consagró
a todos para servir a Dios y al prójimo. Por eso, servir, muchas veces es
sinónimo de obedecer… Y, hoy, aquí, querido Carlos, tienes el ejemplo: es
María, obediente en la Anunciación y al pie de la Cruz… Así, es la humilde
servidora…
Vas a recibir de la Iglesia,
por intermedio de este servidor, los ministerios de Lector y Acólito, por eso
te pido encarecidamente que te aboques con mucha generosidad a que cada persona
que Dios ponga a tu alcance escuche la Palabra de Dios y pueda percibir cuánto
la ama Dios, de manera que pueda alegrarse en Él (cf. Is 29,18-19). Y que tu
servicio en la mesa eucarística te lleve presuroso a llevar a Jesús, Pan de
Vida, a los ancianos y enfermos. Medita la Palabra de Dios y Adora a Jesús en
la Eucaristía. Que seas reconocido por la gente por ser un hombre de Dios que
escucha, ama, adora y sirve.
Que hoy, y para siempre, hagas
tuya la fe y la súplica del salmista: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a
quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?... Una
cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de
mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo… Espero gozar de
la dicha del Señor en el país de la vida” (Sal 26,1.4.13-14).
Y, así, como los ciegos del
evangelio, a la pregunta de Jesús: «¿Creen que puedo hacerlo?», contestaron:
«Sí, Señor»; que también tú siempre escuches en tu corazón que Jesús te dice:
«Que se haga lo que crees». Y eso que Él obre en ti lo proclames con alegría
(Mt 9,28-29.31).
A ustedes, niños, adolescentes
y jóvenes aquí presentes los invito a que se dejen interpelar por Jesús y por
las necesidades del mundo, estando dispuestos a dar una respuesta generosa al
llamado a servir, sea en santo matrimonio, sea en santa consagración total a Él
en el sacerdocio ministerial o en la vida consagrada y misionera. No tengan
miedo a Jesús, Él no quita nada de lo bello que tiene la vida, sino que te da
todo para que seas feliz aquí y ahora, y, plenamente en la eternidad.
Querida Virgen del Valle, Madre de los jóvenes
y de las Vocaciones, conduce hacia Tu Hijo Jesús a cuantos buscan afanosamente
el sentido de sus vidas, para que Él los cure de sus cegueras, sorderas y
parálisis por medio de un llamado preciso, atractivo y resolutivo, que les
permita experimentar el gozo de vivir en clave de servicio a los demás, por
amor a Él y como Él, desprendidos de sí mismos y entregados totalmente a la
Bondad y Voluntad de Dios Padre.
Sigue cobijando bajo tu manto
maternal a nuestro hermano Carlos, que hoy instituiré Lector y Acólito, para
que se configure con tu Hijo Jesús, que no vino a ser servido sino a servir y a
dar su vida por toda la humanidad. Que su corazón abunde de amor, ternura y
misericordia con todos, para que quienes se acerquen a él, descubran al Dios
Padre de la Misericordia y el Consuelo. Acompáñalo en su camino a recibir el
don del Sacerdocio Ministerial para el que fue llamado por Jesús y para el que
la santa Iglesia lo fue formando con paciente discernimiento.
Tú que conoces a todos tus
hijos e hijas, protege en su caminar a todos los que se encuentran peregrinando
hacia aquí desde distintos puntos de la patria para honrarte, agradecerte y
suplicarte por sus necesidades materiales y espirituales. Que puedan llegar
bien y gozosos de haber cumplido con su propósito de encontrarse contigo,
después de largas horas o días de sacrificio, oración e ilusión. Por favor,
impetra de tu Hijo Jesús, lluvia de bendiciones para ellos y para tantos y
tantas que las necesitan, pero no creen que puedan recibirlas.
Ves que nuestra ciudad se va
colmando de peregrinos, haz que cada uno de los que aquí residimos, abramos
nuestro corazón con generosidad, paciencia y alegría por la presencia de cada
uno de ellos, siendo hospitalarios para atender a sus necesidades y
enriquecernos con el testimonio de su fe.
Madre, te alabamos, te
bendecimos y te glorificamos. Amén.
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