El domingo 1 de
diciembre, en la tercera noche del novenario en honor a Nuestra Señora del
Valle, rindieron su homenaje los grupos eclesiales al servicio de la vida, particularmente
Grávida, en sus 25 años de labor; Renacer y Faviatca (Familiares de Víctimas de
Accidentes de Tránsito de Catamarca).
La misa central,
correspondiente al primer domingo de Adviento, tiempo de preparación para la
Navidad, fue presidida Mons. Fabriciano Sigampa, Arzobispo Emérito de
Reconquista (Chaco), quien se encuentra en nuestra ciudad predicando la novena
de la Virgen del Valle, y concelebrada por el Capellán Mayor de la Catedral
Basílica, Pbro. Eugenio Pachado.
La homilía del
prelado visitante se centró en el tema del día: “Somos caminantes al encuentro del Señor”, indicando que como
cristianos “caminamos al encuentro Señor, y debemos estar prevenidos. Y
justamente la novena nos prepara para estar prevenidos”. Asimismo, enfatizó que
“la vida del cristiano es un caminar siempre, desde que salimos del vientre de
nuestra madre hasta que llegamos a la casa del Padre”.
También exhortó a los
fieles a “caminar en la luz del Señor, una hermosa propuesta, ya que Jesús es
Camino, Verdad y Vida”, destacando que “estamos llamados por Dios para una
misión”, y que “la vida es un don, un regalo de Dios, quien nos renueva,
purifica y humaniza”. Invitó a “revestirse del Señor Jesucristo, vencedor de la
muerte y del pecado, de tal manera que quedemos limpios del pecado para nacer
del Espíritu Santo, ya que Dios puso su propio espíritu en nosotros mismos”.
En el momento de las
ofrendas, representantes del grupo Grávida acercaron al altar una caja con
escarpines, y el pan y el vino para preparar la mesa eucarística.
Durante la ceremonia
religiosa, un buen número de embarazadas recibió la bendición de sus vientres
por parte Mons. Sigampa, gesto que se hizo en forma general y luego en
particular.
Al concluir la Santa
Misa, la gran cantidad de fieles que colmó el templo catedralicio alabó a la
Virgen Morena con el canto de despedida y vivas.
Mons.
Urbanc presidió la misa de la
Pastoral Bíblica
Por la mañana, Obispo
Diocesano de Catamarca, Mons. Luis Urbanc, presidió la Santa Misa de las 10.00,
en la que rindieron tributo miembros de la Pastoral Bíblica, Lectionautas de
Catamarca y demás grupos de Lectio Divina.
En su homilía, el Obispo explicó que
“hoy la Iglesia inicia un
nuevo año litúrgico, y lo hacemos con el tiempo de Adviento que nos invita a
celebrar la doble venida del Hijo de Dios: la primera que ya aconteció, la
Navidad; y la segunda y definitiva por venir. Este hecho de la venida del Señor
debe despertar en el cristiano una actitud personal de fe y vigilancia, de
hambre o pobreza espiritual y de misión o presencia en el mundo, para que se
realice el encuentro personal que constituye el objeto de la pastoral de este
tiempo”.
Luego
especificó que “en el tiempo del adviento se hace necesario vivir con actitudes
concretas, veamos algunas: * Actitud
de fe y vigilancia: por
la fe no solamente admitimos un cierto número de verdades contenidas en el
Credo, sino que llegamos a la percepción y al reconocimiento de la presencia
mística del Señor en los sacramentos, en su Palabra, en la asamblea cristiana y
en el testimonio de cada uno de los bautizados. Por tanto, la vigilancia no
debe entenderse sólo como defensa del mal que nos acecha, sino como espera
confiada y gozosa de Dios que nos salva y libera de ese mal. Actitud de hambre o pobreza
espiritual: el Adviento es también tiempo de conversión. Porque
¿cómo podremos buscar al Señor si no reconocemos que tenemos necesidad de Él?
Nadie deseará ser liberado si no se siente oprimido. Pobreza espiritual es
aquella actitud de saberse y sentirse necesitado de Aquél que es más fuerte que
nosotros. Es la disposición para acoger todas y cada una de sus iniciativas.
Actitud
misionera o presencia en el mundo: el
hombre, como nunca, busca ansiosamente su razón de existir. La multiplicación
de las relaciones mutuas por el progreso científico-técnico no lleva al hombre
a la perfección del coloquio fraterno. Cada vez se siente más necesitado de la
comunidad que se establece entre las personas. Humanismo y progreso técnico
tientan al hombre a emanciparse de Dios y de una Iglesia que no la percibe
comprometida con el mundo. Por tanto, en el misterio de la Encarnación, todo
ser humano debería descubrir su
verdadera imagen y su pertenencia a un mundo nuevo que ha comenzado a
edificarse en el presente y que alcanzará su consumación en el más allá”.
Lunes 2 de diciembre
Llamados a crecer en la fe.
“… No he encontrado en nadie tanta fe”.
5.30- Santo Rosario y
Ángelus.
6.00- Misa.
Arquidiócesis de Salta.
7.00- Laudes.
7.30- Misa. Ámbito
Estatal Nacional y Provincial de las Finanzas (AFIP, Rentas, Catastro, Capresca
y demás organismos).
8.30- Misa. Ámbito
Privado de las Finanzas: entidades Bancarias, Financieras y afines. Colegio de
Contadores y demás círculos, asociaciones y profesionales del sector.
10.00- Misa. Ámbito
Legislativo. Cámara de Senadores, Cámara de Diputados, Concejos Deliberantes y
Legisladores de Mandato Cumplido.
11.00- Misa. Ámbito
Estatal, Provincial, Municipal y Privado de Producción y Desarrollo. Sectores
del Campo, Minería e Industria, Federaciones y demás profesiones afines.
12.00- Ángelus. Letanías.
18.30- Santo Rosario.
19.00- Misa. En
memoria de Obispos y Sacerdotes fallecidos de nuestra Diócesis.
20.00- Rezo de la
Novena. Parroquia Santa Rosa de Lima.
21.00- Misa. Ámbito Provincial
y Privado de la Salud: Hospitales, Sanatorios, Institutos, Círculo Médico,
Colegios Auxiliares de la Medicina (Colegio Médico, Farmacéutico, Odontológico,
Kinesiólogos, Anestesistas, Psicólogos, Bioquímicos, etc.), SAME, PAMI, OSEP,
Pastoral de la Salud, Pastoral de las Adicciones, Servicio Sacerdotal de
Urgencia.
TEXTO COMPLETO
DE LA HOMILÍA DE MONS. LUIS URBANC
Queridos
devotos y peregrinos:
En primer lugar, doy la bienvenida a los alumbrantes
de esta celebración: ‘Miembros de la animación bíblica de la pastoral,
lectio-nautas y demás cultores de la lectio divina’. En segundo término, el
tema propuesto para este segundo día de la novena nos recuerda que ‘todos
caminamos al encuentro del Señor’.
Hoy la Iglesia inicia
un nuevo año litúrgico, y lo hacemos con el tiempo de Adviento que nos invita a
celebrar la doble venida del Hijo de Dios: *la primera que ya aconteció, la
Navidad; y la segunda y definitiva por venir.
Este hecho de la
venida del Señor debe despertar en el cristiano una actitud personal de fe y
vigilancia, de hambre o pobreza espiritual y de misión o presencia en el mundo,
para que se realice el encuentro personal que constituye el objeto de la
pastoral de este tiempo. En el tiempo del adviento se hace necesario vivir con
actitudes concretas, veamos algunas:
Actitud de fe y vigilancia: por la fe no
solamente admitimos un cierto número de verdades contenidas en el Credo, sino
que llegamos a la percepción y al reconocimiento de la presencia mística del
Señor en los sacramentos, en su Palabra, en la asamblea cristiana y en el testimonio
de cada uno de los bautizados. Por tanto, la vigilancia no debe entenderse sólo
como defensa del mal que nos acecha, sino como espera confiada y gozosa de Dios
que nos salva y libera de ese mal.
Actitud de hambre o pobreza
espiritual:
el Adviento es también tiempo de conversión. Porque ¿cómo podremos buscar al
Señor si no reconocemos que tenemos necesidad de Él? Nadie deseará ser liberado
si no se siente oprimido. Pobreza espiritual es aquella actitud de saberse y
sentirse necesitado de Aquél que es más fuerte que nosotros. Es la disposición
para acoger todas y cada una de sus iniciativas.
Actitud misionera o presencia
en el mundo:
el hombre, como nunca, busca ansiosamente su razón de existir. La
multiplicación de las relaciones mutuas por el progreso científico-técnico no
lleva al hombre a la perfección del coloquio fraterno. Cada vez se siente más
necesitado de la comunidad que se establece entre las personas. Humanismo y
progreso técnico tientan al hombre a emanciparse de Dios y de una Iglesia que no
la percibe comprometida con el mundo. Por tanto, en el misterio de la
Encarnación, todo ser humano debería
descubrir su verdadera imagen y su pertenencia a un mundo nuevo que ha
comenzado a edificarse en el presente y que alcanzará su consumación en el más
allá.
De las lecturas que
acabamos de escuchar, me detendré a comentar la segunda (Rom 13,11-14), en la
que Dios, por medio de san Pablo, no interpela a percatarnos del momento que
vivimos y a espabilarnos porque la salvación está cada vez más cerca. Nos
apremia a que dejemos las acciones tenebrosas y que nos pertrechemos de los
instrumentos de luz. Que nos conduzcamos con dignidad. Que dejemos de lado
comilonas y borracheras, lujuria y desenfreno, peleas y enemistades. En
definitiva que nos revistamos de Jesucristo y que no fomentemos en nuestro
cuerpo los malos deseos.
Esta lectura
pertenece a la segunda parte de la carta a fieles de Roma y de todos las
épocas. En la primera parte (1,18-11,36) se nos dice lo que ya somos los
cristianos, ahora nos dice lo que debemos de ser. Pues la fe cristiana no es un
estado o situación establecida de una vez por todas, sino una vida y un proceso
en permanente evolución para responder, día a día, a las sorprendentes llamadas
de un Dios que siempre está viniendo. Tampoco el Evangelio es simplemente el
anuncio de lo que ya ha sucedido, es también promesa pendiente de lo que aún ha
de suceder y el imperativo de un deber que es preciso cumplir. La motivación
que impulsa la vida de fe es la venida inminente del Señor. La expectativa de
Pablo y de los primeros cristianos, que vivían en vilo esperando esa venida del
Señor, parece para nosotros agua pasada. Se podría decir que el Señor se ha
retardado, o bien, que nosotros nos hemos dormido cansados de tanto esperar.
Sin embargo, lo cierto es que vivimos en el principio del fin. Pues nada puede
ocurrir ya verdaderamente decisivo después de la muerte y resurrección de
Jesús; todo lo demás, con ser importante en gran manera, son consecuencias de
este suceso de salvación. A nivel personal, lo decisivo de nuestras vidas es la
incorporación a Cristo y a su pascua por la fe y el bautismo.
El cristiano vive
siempre entre dos cauces, señalados por la primera y la segunda venida del
Señor. La nueva vida que hemos recibido en el bautismo sólo podemos mantenerla
y llevarla a su plenitud si luchamos con tenacidad y confianza en la Palabra
del Señor, cultivando una vida virtuosa.
El que vive a la luz
de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo camina con dignidad porque no
tiene nada que esconder. En cambio, los que aún se mueven en las tinieblas,
esconden en ellas sus pecados, porque es propio del pecado esconderse incluso a
los propios ojos del pecador.
El cristiano, o sea,
cada uno de nosotros hemos de ajustarnos a la conducta de Cristo y despojarnos
de las malas conductas. Seguir a Jesucristo, imitar a Jesucristo, es cumplir la
voluntad de Dios y darla a conocer a los hombres.
En fin, queridos
hijos de María del Valle, le pidamos a Ella que nos siga ayudando en nuestro
caminar al encuentro de su amado Hijo. Que las dificultades no sean una escusa
para bajar los brazos, sino un verdadero estímulo para confiar más en la
poderosa fuerza de la Gracia que se nos comunica por los sacramentos y las
obras de misericordia corporales y espirituales.
¡María, Madre de los
desanimados y abatidos, ruega por nosotros!