Mons.
Urbanc: “Que María proteja a nuestros jóvenes de tantos
males que los acechan y los libre de la drogadicción”
Esta mañana, el Obispo Diocesano,
Mons. Luis Urbanc, presidió la Misa Solemne en honor de la Inmaculada Concepción
y de cierre del Año Diocesano de la Juventud, que fue concelebrada por el
Arzobispo Emérito de Resistencia (Chaco), Mons. Fabriciano Sigampa, y
sacerdotes del clero local.
Una multitud de fieles
devotos y peregrinos desbordó el templo catedralicio para participar de la
celebración eucarística, en la que el Obispo saludó a los peregrinos y
agradeció de corazón a Mons. Sigampa, que nos haya acompañado predicando la
novena en honor a la Madre del Valle. También adhirió al festejo de Radio María
por sus 17
años de servicio, y saludó a sacerdotes y seminaristas de la
diócesis.
Tomando los textos bíblicos,
Mons. Urbanc centró su homilía en el dogma de la Inmaculada Concepción, que fue
matizada con vivas y aplausos de los participantes del oficio religioso. “Cuando
los aborígenes descubrieron la Imagen de la Pura y Limpia Concepción del Valle
en las estribaciones de Choya, no sabían que representaba a Aquélla que,
elegida en los planes de Dios y amada eternamente por Él, fue elegida para ser
Madre del Hijo Encarnado y para ser depositaria de inéditos dones celestiales:
la
liberación del pecado y de la muerte eterna, el triunfo sobre el demonio y
la perfecta santidad para quienes creyeran en Él y vivieran según Él. En
efecto, ya desde tiempos muy antiguos los fieles cristianos sintieron en lo
profundo de su corazón que el alma de la Virgen, en el primer instante de su
creación e infusión en el cuerpo, había sido preservada inmune de la mancha del
pecado original, por singular gracia y privilegio de Dios, en atención a los
méritos futuros de su hijo Jesucristo”, expresó.
En otro tramo, agregó: “A
nuestra Virgen del Valle, cuya Imagen representa la Inmaculada Concepción,
volvemos la mirada del alma para alabarla por su grandeza y humildad, para
darle gracias por su materna protección, para invocar su poderosa intercesión y
renovar nuestra filial veneración”.
Por
los jóvenes
También pidió a la Virgen especialmente
por los jóvenes: “A Ella, que venció al demonio por su amor fiel a Dios,
elevamos nuestras oraciones para que proteja a nuestros jóvenes de tantos males
que los acechan y los libre de la drogadicción, de la mundanidad, de la
desidia, del alcohol, de la violencia, del desorden, de la insubordinación a
las leyes, de la corrupción de las costumbres, de la indiferencia ante quien
sufre, de la exclusión, de la desesperanza y del desamor. A Ella, que es Templo
santo del Dios tres veces santo, recurrimos para implorar en favor de nuestros
jóvenes la gracia de vivir y testimoniar con toda fidelidad el
Evangelio,
haciendo de sus cuerpos y de sus almas morada noble y pura del Señor”.
Cerró su predicación invitando
a la asamblea a elevar una oración a María.
Antes de finalizar la
celebración eucarística, Voluntarios de Radio María se consagraron a Nuestra Madre
del Valle.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILIA
Queridos
devotos y peregrinos:
Cuando los aborígenes descubrieron la Imagen de la Pura y Limpia
Concepción del Valle en las estribaciones de Choya, no sabían que representaba
a Aquélla que, elegida en los planes de Dios y amada eternamente por Él, fue
elegida para ser Madre del Hijo Encarnado y para ser depositaria de inéditos
dones celestiales: la liberación del pecado y de la muerte eterna, el triunfo
sobre el demonio y la perfecta santidad para quienes creyeran en Él y vivieran
según Él.
En
efecto, ya desde tiempos muy antiguos los fieles cristianos sintieron en lo
profundo de su corazón que el alma de la Virgen, en el primer instante de su
creación e infusión en el cuerpo, había sido preservada inmune de la mancha del
pecado original, por singular gracia y privilegio de Dios, en atención a los
méritos futuros de su hijo Jesucristo.
El pueblo fiel estaba convencido de que la
Virgen tomó la carne, pero no el pecado de Adán; de que María Santísima fue
objeto de elección divina que la liberó de toda sumisión al pecado; de que
María había sido preparada, desde el primer instante de su concepción, para ser
Madre santísima del Hijo de un Padre Santísimo.
De
la solidez de esta creencia son contundente fundamento los textos sagrados que
hoy se han proclamado.
En
la primera lectura, la víbora es signo de las fuerzas demoníacas. Y a ella dice
Dios: “pondré enemistad entre
ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Él te
aplastará la cabeza cuando tú le aceches el talón” (Gen 3,15).
En
el texto, se establece una misma hostilidad entre la serpiente y la mujer y
entre la estirpe de la serpiente y la estirpe de la mujer. ¿Quién es la víbora?
El demonio. ¿Quién es la mujer? María ¿Cuál es la estirpe de la serpiente? Es
ella misma que sigue actuando en el curso de los siglos. ¿Cuál es la estirpe de
la mujer? Cristo. De modo que hay la misma hostilidad entre María y el demonio
que entre Cristo y el demonio. Y como la hostilidad entre Cristo y el demonio
es total, también lo es la hostilidad entre María y el demonio. De modo que así
como Cristo decía a sus contemporáneos: “¿Quién de ustedes puede probar que soy
pecador?” (Jn 8,46), así también la Virgen María podría haber hecho la misma
pregunta. Ambos, Jesús y María, estuvieron siempre exentos de todo pecado.
Jesús por su condición de Hijo de Dios. María por haber sido pre-redimida, en
atención a los méritos futuros del Redentor.
El
texto sigue diciendo: “Él te aplastará la cabeza cuando tú le aceches el
talón”. “Él” es la descendencia, es decir, Jesucristo. El texto proclama el
triunfo de María, con su descendencia, sobre la antigua serpiente. La serpiente
no llega a morder a la Mujer. Intenta hacerlo. Pero en el intento es aplastada
por el que desciende de Ella: su Hijo Jesús, quien la preservará inmune de cualquier
pecado.
Según
el Génesis, la Solemnidad de la Inmaculada Concepción es la celebración del
triunfo total, pleno y definitivo de María Santísima, unida estrechamente a su
Hijo Jesucristo, sobre el demonio y sobre el pecado. Y eso es lo que canta el salmo
responsorial: las maravillas, la victoria, la justicia, la misericordia y la
fidelidad de Dios que brillan en María y que mueven al pueblo a entonar un
canto nuevo; un cántico de salvación, de misericordia y de justificación.
En
la carta a los efesios, el Apóstol San Pablo nos advierte que las glorias de
María no son independientes de Cristo, ya que por Él y solamente por Él, el
Padre celestial ha derramado toda clase de bienes espirituales y celestiales
sobre el pueblo creyente. En Él y sólo por Él fuimos elegidos para ser santos e
irreprochables ante Dios por el amor. En Él y sólo por Él fuimos destinados a ser hijos de Dios. En Él
y sólo por Él somos herederos del cielo. Y esto vale también para la Virgen Santísima.
María, por tanto, no fue bendecida ni santificada ni convertida en hija ni
hecha heredera del cielo sin Jesús. Pero, por Jesús, recibió las más grandes
bendiciones, alcanzó la más perfecta santidad, fue la hija predilecta del Padre
y en tal medida heredó el reino celestial que es allí Reina y Señora. En la
Virgen brilla, como en nadie, la gloria de la gracia de Jesús.
Reconociendo
esta sublime santidad de la Virgen la saluda el ángel Gabriel diciendo:
“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc 1, 28). ¿Por qué debía
alegrarse María? Porque estaba llena de gracia. Más aún, no habría estado
“llena de gracia” si alguna vez hubiese conocido el pecado. Al saludarla así,
el ángel Gabriel revela la ausencia absoluta de cualquier otro pecado en la
Virgen, incluido el pecado original. Revela, pues, el ángel, la Inmaculada
Concepción de la Virgen Santísima.
Además,
la Virgen debía alegrarse porque el Señor estaba con ella. El Señor es Dios.
Dios, pues, estaba en María. Y donde está Dios, allí está también la libertad
espiritual, allí se da la exención de todo pecado.
Es
como si el ángel hubiese dicho a María: “el Señor estuvo, está ahora y estará
siempre contigo, profesando también él esta inefable verdad de la Inmaculada
Concepción de la Virgen María.
En
esta mañana, pues, recibimos con inmenso gozo el primer anuncio de salvación
hecho por Dios a la humanidad. Hacemos nuestro el cántico nuevo de salvación,
misericordia y justificación entonado en el salmo. Reconocemos que la sublime
grandeza de María es obra de la gracia de Jesucristo. Saludamos, con el ángel,
la santidad plena de María y su admirable intimidad de vida con Dios.
A
nuestra Virgen del Valle, cuya Imagen representa la Inmaculada Concepción,
volvemos la mirada del alma para alabarla por su grandeza y humildad, para
darle gracias por su materna protección, para invocar su poderosa intercesión y
renovar nuestra filial veneración.
A Ella, que es la nueva Arca de Noé, en la
cual los hombres somos salvados del poder del mal, le pedimos por nuestros
jóvenes, al clausurar hoy el Año dedicado a ellos, para que las aguas del mal y
las inmensas olas de la perversión no arrastren nuestra juventud por las sendas
de la laxitud, la indiferencia, los vicios y la impiedad.
A
Ella, que es la nueva Escala de Jacob por la cual se asciende al cielo,
invocamos su auxilio para nuestros jóvenes, para que, por su presencia y su
intercesión, se incremente la vida espiritual en nuestra juventud y para que
los muchachos y las chicas tiendan con todo el corazón hacia el cielo y busquen
allí a Cristo, que está sentado a la diestra de Dios (cf. Col 3,1).
A
Ella, que es la nueva Zarza ardiente que jamás se consume, le suplicamos que
transmita el calor de su amor de Madre a nuestros jóvenes y les haga sentir en
sus vidas la presencia del Dios Viviente.
A
Ella, que venció al demonio por su amor fiel a Dios, elevamos nuestras
oraciones para que proteja a nuestros jóvenes de tantos males que los acechan y
los libre de la drogadicción, de la mundanidad, de la desidia, del alcohol, de
la violencia, del desorden, de la insubordinación a las leyes, de la corrupción
de las costumbres, de la indiferencia ante quien sufre, de la exclusión, de la
desesperanza y del desamor.
A
Ella, que es Templo santo del Dios tres veces santo, recurrimos para implorar
en favor de nuestros jóvenes la gracia de vivir y testimoniar con toda
fidelidad el Evangelio, haciendo de sus cuerpos y de sus almas morada noble y
pura del Señor.
Para
concluir, los invito a que dirijamos juntos esta oración a la Virgen María:
“Acuérdate,
Virgen del Valle, que jamás se oyó decir que ninguno de los que hayan acudido a
tu protección, implorado tu asistencia y reclamado tu socorro, haya sido
abandonado de ti”.
“Animados
con esta confianza, acudimos a ti, Oh Virgen del Valle, y, a pesar de que
gimamos bajo el peso de nuestros pecados, nos atrevemos a comparecer ante tu
presencia soberana”.
“No
deseches nuestras humildes súplicas, Oh Madre Santísima del Valle, antes bien
escúchalas y acógelas benignamente, e intercede por nuestros jóvenes y por todo
el pueblo argentino, para que se implanten nuevamente en nuestra Patria el
orden y la justicia social, el respeto por el prójimo, la adhesión a la ley del
trabajo, la solidaridad, la amistad social, el amor y la paz”. Amén.