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15 abril 2022

Mons. Urbanc en la celebración de la Pasión del Señor

“La cruz de Cristo ha cambiado el sentido del dolor y del sufrimiento humano”

 

Este Viernes Santo, 15 de abril, a las 15.00, el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanc, presidió la celebración de la Pasión del Señor en la Catedral Basílica y Santuario del Santísimo Sacramento y de Nuestra Señora del Valle, acompañado de los capellanes del Santuario mariano, presbíteros Luis Páez y Ramón Carabajal.  

La ceremonia litúrgica se inició en silencio. El obispo y los sacerdotes, revestidos con ornamentos rojos, se postraron delante del altar como signo de pequeñez ante la inmensidad del amor de Dios, mientras los fieles acompañaron este momento puestos de rodillas.

Tras la lectura de la Pasión, Mons. Urbanc pronunció su homilía afirmando que “la cruz de Cristo ha cambiado el sentido del dolor y del sufrimiento humano. De todo sufrimiento, físico y moral. Ya no es un castigo, una maldición. La cruz ha sido liberada de su significado maléfico desde que el Hijo de Dios la ha tomado sobre sí”.

“‘Sufrir -escribía san Juan Pablo II desde su cama de hospital después del atentado- significa hacerse particularmente receptivos, especialmente abiertos a la acción de las fuerzas salvíficas de Dios ofrecidas a la humanidad en Cristo’. Gracias a la cruz de Cristo, el sufrimiento se ha convertido también, a su manera, en una especie de ‘sacramento universal de salvación’ para el género humano”, expresó.

Asimismo, señaló que “la luz que la Pasión y Muerte de Jesús arroja sobre las situaciones dramáticas que vive la humanidad, se llama Resurrección, puesto que ésta testimonia la victoria de la Vida sobre la muerte. Nosotros peleamos nuestro combate terreno desde la perspectiva de la Resurrección. También así Jesús iba obedeciendo a Dios, su Padre”.

Más adelante rogó “que la Virgen Dolorosa nos ayude a tener siempre una mirada llena de esperanza, confianza y caridad”. Y exclamó: “¡Que nada, ni nadie nos separe del amor de Cristo, que por nosotros padeció, murió y resucitó! (cf. Rom 8,39)”.

Durante la Oración Universal se pidió por la Iglesia, por el Papa, por nuestro obispo y todos los obispos y por el pueblo de Dios, por los catecúmenos, por la unidad de los cristianos, por los Judíos, por quienes no creen en Dios, por los gobernantes y por los que sufren.

Concluida esta plegaria, se realizó la solemne adoración de la santa Cruz, que fue llevada procesionalmente por el obispo, cubierta con un velo, que fue descubriendo a medida que avanzaba por la nave central, desde el ingreso al templo hasta el presbiterio. Allí recibió la veneración de los fieles.

En este momento se hizo el aporte para la Colecta por Tierra Santa, destinada a mantener la tarea evangelizadora en los Santos Lugares.

También se hizo memoria de los dolores de la Santísima Virgen María junto a la Cruz.

Continuando con la celebración se preparó el altar para la Comunión. El obispo trajo el Santísimo Sacramento desde el lugar de la reserva, para que sea distribuido a los fieles. Después de la bendición final, todos se retiraron en silencio.

La celebración de la Pasión del Señor fue transmitida por las redes sociales con lengua de señas.

 

TEXTO COMPLETO DE LA HOMILIA

Queridos hermanos:

San Gregorio Magno, Papa decía que la Palabra de Dios crece con quienes la leen. Es decir que nos ofrece significados nuevos en función de las preguntas que nos vamos haciendo al leerla. Y nosotros este año volvemos a escuchar el relato de la Pasión según san Juan. Cada uno tiene preguntas, dudas, temores, etc. Por eso, tratemos de captar la respuesta que la Palabra de Dios nos quiere dar.

Acabamos de escuchar el relato del mal más grande jamás cometido en la tierra. Y lo podemos mirar desde dos perspectivas diferentes: o de frente o por detrás, es decir, o por sus causas o por sus efectos. Si nos detenemos en las causas históricas de la muerte de Cristo nos confundimos y cada uno estará tentado de decir como Pilato: “Yo soy inocente de la sangre de este hombre” (Mt 27,24). La cruz se comprende mejor por sus efectos que por sus causas. Y ¿cuáles han sido los efectos de la muerte de Cristo? Entre otros: ¡Justificados por la fe en Él, reconciliados y en paz con Dios, llenos de la esperanza de una vida eterna! (cf. Rom 5,1-5). La cruz de Cristo ha cambiado el sentido del dolor y del sufrimiento humano. De todo sufrimiento, físico y moral. Ya no es un castigo, una maldición. La cruz ha sido liberada de su significado maléfico desde que el Hijo de Dios la ha tomado sobre sí.

Veamos esta analogía: ¿Cuál es la prueba más segura de que la bebida que alguien te ofrece no está envenenada? ¿Acaso no es si él bebe delante de ti de la misma copa? Así lo ha hecho Dios: en la cruz ha bebido, delante del mundo, el cáliz del dolor hasta el extremo. Así ha mostrado que éste no está envenenado, sino que hay una perla en el fondo de él.

Y no sólo el dolor de quien tiene la fe, sino de todo dolor humano. Él murió por todos. “Cuando yo sea levantado sobre la tierra, atraeré a todos a mí” (Jn 12,32). ¡Todos, no sólo algunos!

“Sufrir -escribía san Juan Pablo II desde su cama de hospital después del atentado- significa hacerse particularmente receptivos, especialmente abiertos a la acción de las fuerzas salvíficas de Dios ofrecidas a la humanidad en Cristo”.

Gracias a la cruz de Cristo, el sufrimiento se ha convertido también, a su manera, en una especie de “sacramento universal de salvación” para el género humano.

¿Cuál es, entonces, la luz que la Pasión y Muerte de Jesús arroja sobre las situaciones dramáticas que vive la humanidad? Esta Luz se llama Resurrección, puesto que ésta testimonia la victoria de la Vida sobre la muerte. Nosotros peleamos nuestro combate terreno desde la perspectiva de la Resurrección. También así Jesús iba obedeciendo a Dios, su Padre.

Por tanto, hermanos, más que a las causas, miremos a los efectos. No sólo los negativos, cuyo triste parte escuchamos cada día, sino también los positivos que sólo una observación más atenta nos ayuda a captar.

La Virgen Dolorosa nos ayude a tener siempre una mirada llena de esperanza, confianza y caridad. ¡Que nada, ni nadie nos separe del amor de Cristo, que por nosotros padeció, murió y resucitó! (cf. Rom 8,39). Amén.

¡Madre de los Dolores, ruega por nosotros!

Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca