El obispo llamó a “trabajar con denuedo en la sinodalidad" como estilo de vida de la Iglesia
Rogó
a la Virgen por los sacerdotes: “Cuídanos, guíanos, corrígenos, anímanos y
bendícenos para que seamos fieles al Señor y a los hermanos que se nos confían”,
expresó.
Durante la noche del martes
12 de abril, en el altar mayor de la Catedral Basílica y Santuario del
Santísimo Sacramento y de Nuestra Señora del Valle, se llevó a cabo la Misa
Crismal, presidida por el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por
todos los sacerdotes de la diócesis, quienes por la mañana participaron de la
Jornada Sacerdotal concretada en la casa de retiros espirituales Emaús.
Gran cantidad de fieles
laicos y consagrados colmó el templo para ser parte de esta celebración
especial en la que se consagró el Santo Crisma y se bendijeron los óleos de los
catecúmenos y de los enfermos, y los presbíteros renovaron las promesas
sacerdotales. También muchos hermanos de nuestra diócesis como de otros puntos
del país pudieron seguirla a través de las redes sociales.
La ceremonia litúrgica fue
solemnizada por el Coro de la Catedral & Ensamble Orquestal, con la participación
de destacados artistas como Rafael Toledo y el tenor Silvio Arias, que tuvo a
su cargo los cantos litúrgicos. Su repertorio incluyó obras musicales sacras,
entre ellas el Ave Verum Corpus de Mozart. También algunos miembros del coro
fueron solistas en los distintos pasajes de los cantos gregorianos acapella.
Al comienzo de su homilía,
Mons. Urbanc invitó “que no se cansen de rezar por nosotros, sus sacerdotes,
por su fidelidad y santidad de vida, no se queden en nuestra miserias, sino en lo
que Dios, a través de estos indignos instrumentos, hace en favor de ustedes, en
favor de la salud espiritual y la salvación de cada uno de los bautizados y de
los que aún no lo están”.
Dirigiéndose a los sacerdotes
les pidió “que se tomen en serio el pedido del Papa Francisco acerca de
trabajar con denuedo en la sinodalidad, que le es propia a la Iglesia, y por
cierto, mucho más propia en el presbiterio, que ya estamos elaborando en su
fase de escucha y sus conclusiones en breve debemos presentar para su procesamiento,
de modo que se pueda pasar a la instancia siguiente en este camino hacia el
Sínodo de los Obispos de octubre de 2023”.
Luego remarcó que “el camino
empezado no termina allí sino que continúa como estilo que la Iglesia siempre
ha de tener, pues así la quiso, la quiere y la querrá su esposo y cabeza,
Jesucristo, el Señor”.
Además, consideró que “todo
este trabajo nos está ayudando como diócesis en la realización de las asambleas
parroquiales, decanatales y diocesana, que se realizará el 1 de octubre
venidero, a fin de encaminar decididamente a nuestra Iglesia particular hacia
el Gran Jubileo de la Redención del año 2033, abordando los desafíos que vamos
encontrando para iluminarnos y transformarlos con las luces y gracias del
Evangelio. El trabajo es arduo pero apasionante”. Para ello invitó “a todos,
sin excepción, a involucrarse en la tarea que el Señor nos está asignando y de
la que se nos pedirá cuentas”.
Luego de compartir una serie
de enseñanzas del Papa Francisco en tormo a la sinodalidad, reflexionó sobre
las lecturas bíblicas y se refirió a la bendición de los santos óleos consagrados
en esta celebración afirmando que “son los signos visibles por los que nos
llegará la gracia de Dios por medio de los sacramentos. Todo ello por la fuerza
del Espíritu Santo a fin de que seamos el Cuerpo de Cristo, la Iglesia, cuya
cabeza es Cristo, el Ungido por excelencia”.
Hacia el final de su
reflexión rogó: “Querida Madre de los sacerdotes, Reina de este Valle, cuídanos,
guíanos, corrígenos, anímanos y bendícenos para que seamos fieles al Señor y a
los hermanos que se nos confían. Líbranos de las acechanzas del maligno, de las
seducciones del mundo, de la mediocridad, de la mentira, de la doble vida, de
la mezquindad y del miedo de los poderosos. Danos un corazón manso, dócil,
cercano, paciente, misericordioso y humilde para poder servir a todos
privilegiando a los enfermos, a los más débiles, a los pobres y a los excluidos,
guiándolos como buenos y sabios pastores”.
Bendición
de los óleos y el Santo Crisma
Luego de la renovación de
las promesas sacerdotales, fueron bendecidos los óleos de los enfermos y de los
catecúmenos; y se consagró el Santo Crisma con el que se administrará los
Sacramentos.
Posteriormente, el Obispo
entregó los óleos consagrados a cada uno de los párrocos de las 31 parroquias
distribuidas en los cuatro Decanatos: Capital, Centro, Este y Oeste, de la
diócesis, como también de la Catedral y Santuario mariano, el Obispado, templo
franciscano y capilla de Fasta Catamarca.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos hermanos
sacerdotes:
Una vez más nos hemos congregado para nuestra Eucaristía,
de la que desde hace mucho tiempo o desde hace unos meses somos ministros.
Bienvenidos a esta celebración. ¡Muchas gracias!
Gracias a todos los que nos están acompañando en esta
celebración de acción de gracias por tan grande don de Jesucristo, Sumo y
Eterno Sacerdote, a su Iglesia y a nosotros, pobres pecadores. Por favor, no se
cansen de rezar por nosotros, sus sacerdotes, por nuestra fidelidad y santidad
de vida. No se queden en nuestras miserias, que son muchas, vergonzosas y
merecedoras de la mayor de la reprobaciones, sino en lo que Dios, a través de
estos indignos instrumentos, hace en favor de ustedes, en favor de la salud
espiritual y la salvación de cada uno de los bautizados y también de los que
aún no lo están. Tengan por cierto que cada Misa que celebramos y cada
absolución que regalamos es lo más sublime que acontece en esta tierra que
transitamos. De esto se admiran, sin cesar, los ángeles, la Virgen María y
todos los que ya gozan en la presencia de Dios, y el demonio y sus secuaces
tiemblan y se retuercen de impotencia ante tanta bendición de Dios para salvar
a la humanidad.
A ustedes, hermanos sacerdotes, les ruego que consideren
muy en serio el pedido que nos hizo el Papa Francisco acerca de trabajar con
denuedo en la ‘Sinodalidad’ que le es propia a la Iglesia, que ya estamos
elaborando en su fase de ‘escucha’ y que sus conclusiones en breve debemos
presentar para su procesamiento, de modo que se pueda pasar a la instancia
siguiente en este camino hacia el Sínodo de los Obispos del mes de octubre del
2023. Por cierto, que el camino empezado no termina allí, sino que continúa
como estilo que la Iglesia siempre ha de tener, pues así la quiso, la quiere y
la querrá su Esposo y Cabeza, Jesucristo, el Señor.
Además, todo este trabajo
nos está ayudando como diócesis en la realización de las asambleas
parroquiales, decanatales y la diocesana el 1 de octubre venidero, a fin de
encaminar decididamente a nuestra Iglesia Particular hacia el Gran Jubileo de
la Redención en el 2033, abordando los desafíos que vamos encontrando para
iluminarlos y transformarlos con las luces y gracias del Evangelio. El trabajo
es arduo, pero apasionante.
Así que, invito a todos, sin
excepción, a involucrarse en la tarea que el Señor nos está asignando, y de la
que se nos pedirá cuentas.
Ahora compartiré una serie
de enseñanzas del Papa Francisco:
1. La sinodalidad no es el
capítulo más de eclesiología, y menos aún una moda, un eslogan o el nuevo
término a utilizar o manipular en nuestras reuniones. ¡No! La sinodalidad
expresa la naturaleza de la Iglesia, su forma, su estilo, su misión (Roma,
18.IX.2021).
2. La palabra ‘sínodo’
contiene todo lo que necesitamos saber: “caminar juntos” —laicos, pastores,
obispo de Roma—, es un concepto fácil de expresar con palabras, pero no es tan
fácil ponerlo en práctica (50 Aniversario del Sínodo de los obispos,
17.X.2015).
3. Este camino cuenta la
historia en la que caminan juntas la Palabra de Dios y las personas que dirigen
su atención y su fe a esa Palabra. La Palabra de Dios camina con nosotros
(Roma, 18.IX.2021).
4. Una Iglesia sinodal es
una Iglesia de la escucha, con la conciencia de que escuchar es más que oír. Es
una escucha recíproca en la cual cada uno tiene algo que aprender (50 Aniv.
Sín. Ob., 17.X.2015).
5. Pueblo fiel, colegio
episcopal, obispo de Roma: uno en escucha de los otros; y todos en escucha del
Espíritu Santo, el «Espíritu de la verdad» (Jn 14,17), «El que tenga oídos,
oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias» (Ap 2,7) (50 Aniv. Sín. Ob.,
17.X.2015).
6. Tener oídos, escuchar, es
el primer compromiso. Se trata de escuchar la voz de Dios, de captar su
presencia, de interceptar su paso y su soplo de vida (Roma, 18.IX.2021).
7. La Iglesia avanza, camina
junta, es sinodal. Pero siempre el Espíritu Santo es el gran protagonista de la
Iglesia. Si no está el Espíritu Santo, será un parlamento diocesano, pero no un
Sínodo. El Espíritu Santo nos necesita. Escúchenlo, escuchándose unos a otros.
No dejen a nadie afuera o detrás (Roma, 18.IX.2021).
8. Por tanto, no estamos
haciendo un parlamento diocesano, no estamos haciendo un estudio sobre esto o
aquello, ¡no!, estamos haciendo un camino de escucha mutua y de escucha del
Espíritu Santo, de discusión, y también de discusión con el Espíritu Santo, que
es una forma de orar (Roma, 18.IX.2021).
9. Las soluciones deben
buscarse en la escucha orante de la Palabra a Dios y reconociendo sus voces en
medio de nosotros; rezando y abriendo los ojos a todo lo que nos rodea por medio
de una vida fiel al Evangelio. No tengan miedo de entrar en diálogo y de
dejarse impactar por el diálogo (Roma, 18.IX.2021).
10. Los pastores tenemos que caminar
con el pueblo, a veces delante, a veces en medio, a veces detrás. El buen
pastor tiene que moverse así. Delante para guiar, en medio para animar y no
olvidar el olor del rebaño, y detrás porque el pueblo tiene también
"instinto" para encontrar nuevos caminos, o para encontrar el camino
perdido (Roma, 18.IX.2021).
11. El sensus fidei, u ‘olfato de la
fe’, capacita a todos en la dignidad de la función profética de Jesucristo (cf.
Lum. Gen., 34-35), para que puedan discernir cuáles son los caminos del
Evangelio en el presente. Pero no puede haber sensus fidei sin participación en
la vida de la Iglesia, que no es sólo activismo católico, sino ese
‘sentimiento’ que se alimenta de los «sentimientos de Cristo» (Flp 2,5) (Roma,
18.IX.2021).
12.
La sinodalidad nos ofrece el marco interpretativo más adecuado para comprender
el mismo ministerio jerárquico (50 Aniv. Sín. Ob., 17.X.2015).
13. El obispo, el sacerdote
y el diácono desvinculados del pueblo son un funcionario, no un pastor (Roma,
18.IX.2021).
14. Hay mucha resistencia a
superar la imagen de una Iglesia rígidamente dividida entre dirigentes y
subalternos, entre los que enseñan y los que tienen que aprender, olvidando que
a Dios le gusta cambiar posiciones, como lo expresó la Virgen María «Derribó a
los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes» (Lc 1,52) (Roma,
18.IX.2021).
15. Y esto es importante:
que en el diálogo puedan surgir nuestras propias miserias, sin justificación.
¡No tengan miedo! (Roma, 18.IX.2021).
Sí, mis queridos hermanos,
nuestra grandeza no radica tanto en no equivocarnos, sino en reconocer nuestros
errores; y esto nos hace crecer.
Las lecturas de hoy, sobre
todo, la primera y el evangelio nos ponen de frente a la Unción, no sólo con el
aceite, sino sobre todo con el Espíritu Santo. El Verbo Encarnado no fue ungido
con aceite, sino con el Espíritu Santo. Así también, nosotros hemos sido
ungidos por el Espíritu Santo, significado con la unción de las manos con el
santo crisma.
Los santos óleos que hoy
consagraremos serán los signos visibles por los que nos llegará la Gracia de
Dios por medio de los sacramentos. Todo ello por la fuerza del Espíritu Santo a
fin de que seamos el Cuerpo de Cristo: la Iglesia cuya cabeza es Cristo, el
Ungido por excelencia.
El profeta Isaías trasmite
lo que somos: ‘Sacerdotes del Señor’, ‘Ministros de nuestro Dios’, ‘Estirpe
bendecida del Señor’ (Is 61,6.9) para ser testigos de Aquél que es el Testigo
fiel del Padre (Ap 1,5), el Alfa y la Omega de todo lo que existe (Ap 1,8),
para llevar la buena noticia a los pobres, para curar los corazones
desgarrados, para dar vista a los ciegos,
para consolar a los afligidos, para dar la liberación a los cautivos y
para proclamar el año de gracia del Señor.
Querida Madre de los
Sacerdotes, Reina de este Valle, cuídanos, guíanos, corrígenos, anímanos y
bendícenos para que seamos fieles al Señor y a los hermanos que se nos confían.
Líbranos de las acechanzas del maligno, de las seducciones del mundo, de la mediocridad,
de la mentira, de la doble vida, de la mezquindad y del miedo ante los
poderosos. Danos un corazón manso, dócil, cercano, paciente, misericordioso y
humilde para poder servir a todos, privilegiando a los enfermos, a los más
débiles, a los pobres y a los excluidos, guiándolos como buenos y sabios
pastores. Amén.
Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca