“La
fe ayuda a las culturas de nuestro tiempo a liberarse de
sus límites y a manifestar sus elementos positivos”
Durante la noche del jueves
5 de diciembre, en el séptimo día del novenario en honor a la Inmaculada Concepción
en su advocación del Valle, rindió su homenaje el Ámbito Estatal de la Cultura
provincial y municipal, y Privado, SADE, Junta de Estudios Históricos, SALAC,
Damas Belgranianas, Instituto Sanmartiniano y de Cultura Hispánica, EVEA,
Conservatorios de Música y demás instituciones culturales y artísticas;
Bibliotecas públicas, Museos, AFUCA, Centro de Genealogistas y ARCA.
Lo hicieron durante la Misa
de las 21.00, presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y
concelebrada por sacerdotes del
clero catamarqueño y otros peregrinos venidos
desde otros puntos del país.
Participaron autoridades del
área de Cultura provincial y municipal, encabezas por la Secretaria de Estado
de Cultura, Lic. María Jimena Moreno; y el Director General de la Unidad de
Gestión Cultural, Arq. Luis Maubecín, respectivamente; personal de los
organismos estatales y representantes de las instituciones culturales del medio.
En el inicio de su homilía,
Mons. Urbanc dio la bienvenida a los alumbrantes y pidió “que la Virgen Santa
los siga inspirando en su servicio a la animación y promoción de los distintos
quehaceres culturales de nuestra provincia”.
Tomando las lecturas proclamadas
afirmó que “la vida personal y comunitaria que no se
fundamente en Jesús y en
su palabra será como una casa sobre arena, arrasada por la fuerza del agua y
del viento. Y al fin sólo quedarán en pie, firmes y bien cimentadas en el Señor
y en su Palabra, las personas y comunidades que vivan de verdad cumpliendo la
Voluntad del Padre, haciendo del amor mutuo el estilo de vida cotidiano. En
medio de la inestabilidad propia de esta vida terrena, sólo Dios nos provee el
punto de apoyo seguro e inconmovible”.
En otro tramo, motivado por
la afirmación del salmista: ‘Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los
hombres, mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los jefes’, reflexionó
sobre la relación de la fe cristiana con la cultura, proponiendo una reflexión
serena y objetiva.
Al respecto afirmó que “la
relación fe y cultura experimenta, a lo largo de la historia, momentos de
buenas síntesis y, en ocasiones, de algunos conflictos”. En este punto citó a San
Juan Pablo II, quien “siguiendo las orientaciones del Concilio Vaticano II,
creó el Pontificio Consejo de la Cultura, diciendo en el acta fundacional: ‘Ya
desde el comienzo de mi pontificado, vengo pensando que el diálogo de la
Iglesia con las culturas de nuestro tiempo es un campo vital, donde se juega el
destino del mundo en este ocaso del siglo XX’".
Y continuó afirmando que “la
naturaleza propia de la fe necesita de la inculturación. La naturaleza de las
culturas, cuyo núcleo generador está constituido por su proximidad al misterio
de Dios, también necesita de la evangelización para redescubrir y renovar su
propia autenticidad. La Fe Cristiana ayuda a la maduración de la cultura
auténticamente humana, abierta al misterio de Dios. Si la cultura se deja
animar por la fe centrada en Cristo, principio y fin de la creación y de la
historia, además de auténticamente humana será cristianamente cualificada, no
sólo un sector religioso de la cultura, sino una mentalidad evangélica en
cualquier campo de la experiencia personal y social. El vínculo vital de la fe
con las expresiones culturales se articula con actitudes básicas: la referencia
a Cristo como fundamento de la antropología cristiana; la fidelidad a la
doctrina de la fe; la enseñanza social de la Iglesia y el respeto por la
legítima autonomía de las realidades terrenas”.
Asimismo, señaló que “cada
cristiano, en comunión eclesial, debe darse al diálogo con las culturas de
manera que todo ser humano pueda descubrir que Dios, lejos de ser un rival, le
concede una realización plena, a su imagen y semejanza. La fe ayuda a las
culturas de nuestro tiempo a liberarse de sus límites y a manifestar sus
elementos positivos. Aquí caben dos
conclusiones: *la fe necesita de la cultura para ser vivida de modo humano; *la
cultura tiene necesidad de la fe para expresar la plenitud de la vocación del
ser humano”.
“La fe ha de encarnarse en
las actuales culturas en todas las dimensiones. Sólo, así, el mensaje del
Evangelio será relevante cultural y socialmente. De modo que, entre la fe y la
cultura no debería haber contraposición. La Iglesia acepta el debate, la libre
confrontación de ideas. Se dirige con respeto, como madre, a todos y habla de
Dios y muestra compasión por los seres humanos. Habla al corazón y a la
inteligencia. Es consciente del hodierno contexto cultural específico y lejano
de la visión ofrecida en Cristo, fundamento de una antropología cristiana”.
Finalmente, rogó a la Madre
del Valle que “tengamos una fe sólida, responsable y adulta. Que cada bautizado
se percate que la fe y la cultura no están reñidas, sino que crecen juntas y se
iluminan mutuamente, cuando se arraigan en la verdad de la persona humana y en
el bien auténtico, pero que se vuelven nocivas si caen en meras opiniones y
demagogia. Tú que eres Sede de la Sabiduría, intercede para que cada bautizado
capte que una fe auténtica unifica la adhesión a Cristo, la pertenencia a la
Iglesia, el compromiso en las actividades temporales, la conciencia misionera y
la disposición al diálogo con las culturas y las religiones”.
En el momento de las
ofrendas, los alumbrantes acercaron al altar las ofrendas consistentes en
elementos para la atención de los peregrinos, y los dones del pan y del vino.
Antes de la bendición final,
toda la asamblea rezó la Oración del Año y IV Congreso Mariano Nacional, guiada
por el Obispo Diocesano, acompañado por los sacerdotes concelebrantes, frente a
la Sagrada Imagen.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos devotos y
peregrinos:
En este séptimo día de la novena en honor a
la Virgen del Valle, patrona de nuestra Diócesis, se nos propuso meditar acerca
de Jesucristo como Roca firme y Camino de Salvación.
En esta última celebración de hoy rinden su homenaje a la
Madre de todos los catamarqueños hermanos del mundo de la cultura. Bienvenidos,
y que la Virgen Santa los siga inspirando en su servicio a la animación y
promoción de los distintos quehaceres culturales de nuestra provincia.
Las lecturas de hoy nos
interpelan con fuerza: “el Señor es la Roca perpetua” (Is 26,4; cf. Mt
7,24-25). Sólo sobre Él y su palabra se podrá asentar esa “ciudad fuerte”, esa
nueva sociedad, el Reino de Dios. La vieja sociedad, “elevada” sobre las
desigualdades y sobre el egoísmo de los poderosos, que da la espalda a Dios,
generando una cultura líquida, sin valores sólidos, será derrumbada, abatida,
pisoteada por los pies del oprimido, por los pasos de los pobres. La vida
personal y comunitaria que no se fundamente en Jesús y en su palabra será como
una casa sobre arena, arrasada por la fuerza del agua y del viento (cf. Mt
7,26-27). Y al fin sólo quedarán en pie, firmes y bien cimentadas en el Señor y
en su Palabra, las personas y comunidades que vivan de verdad cumpliendo la
Voluntad del Padre, haciendo del amor mutuo el estilo de vida cotidiano. En
medio de la inestabilidad propia de esta vida terrena, sólo Dios nos provee el
punto de apoyo seguro e inconmovible.
La tormenta arrecia:
desigualdades, pobreza, violencia, narcotráfico, cambio climático, crisis
económica, política, social, cultural, etc. Este mundo, construido sobre falsos
cimientos, acabará desplomándose. Cada vez son más las personas, grupos y
comunidades que deciden comenzar a vivir de otro modo, sobre otras bases: el
amor, el servicio, la equidad, la justicia, el compartir, el cuidado de la
naturaleza y la paz. Eso es vivir conforme a la Voluntad de Dios Padre,
conforme al mensaje de Jesús.
Dejo algunas preguntas: ¿Tú,
yo, nuestras familias y comunidades sobre qué bases estamos edificando nuestras
vidas? ¿Es realmente Jesús nuestra Roca? ¿Es la Palabra de Dios nuestra brújula
para hacer en todo la Voluntad de Dios? ¿O nos conformamos con decir Señor,
Señor, o Virgencita del Valle, cuánto te quiero?
Motivado por la afirmación
del salmista: “Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor
es refugiarse en el Señor que fiarse de los jefes” (Sal. 117,8-9), permítanme
una reflexión sobre la relación de la fe cristiana con la cultura, pues mucho
se habla, pero más desde lo visceral que desde una reflexión serena y objetiva.
La relación fe y cultura
experimenta, a lo largo de la historia, momentos de buenas síntesis y, en
ocasiones, de algunos conflictos.
Representan situaciones
negativas tanto los espacios de contra-cultura, cuanto las actitudes de
hegemonía cultural, a pesar de representar condiciones ideales de vida para el
mensaje cristiano.
San Juan Pablo II, siguiendo
las orientaciones del Concilio Vaticano II creó el Pontificio Consejo de la
Cultura, diciendo en el acta fundacional: "Ya desde el comienzo de mi
pontificado, vengo pensando que el diálogo de la Iglesia con las culturas de
nuestro tiempo es un campo vital, donde se juega el destino del mundo en este
ocaso del siglo XX". (JUAN PABLO II - Acta Fundacional del Consejo
Pontificio de la Cultura, 20-5-82, n.2).
Cabe dejar en claro que la
fe cristiana no se reduce a un fenómeno cultural, religión civil, herencia de
una religión poco seguida o una ONG.
De hecho, la naturaleza
propia de la fe necesita de la inculturación. La naturaleza de las culturas,
cuyo núcleo generador está constituido por su proximidad al misterio de Dios,
también necesita de la evangelización para redescubrir y renovar su propia
autenticidad. La Fe Cristiana ayuda a la maduración de la cultura
auténticamente humana, abierta al misterio de Dios. Si la cultura se deja
animar por la fe centrada en Cristo, principio y fin de la creación y de la
historia, además de auténticamente humana será cristianamente cualificada, no
sólo un sector religioso de la cultura, sino una mentalidad evangélica en
cualquier campo de la experiencia personal y social. El vínculo vital de la fe
con las expresiones culturales se articula con actitudes básicas: la referencia
a Cristo como fundamento de la antropología cristiana; la fidelidad a la
doctrina de la fe; la enseñanza social de la Iglesia y el respeto por la
legítima autonomía de las realidades terrenas.
Hoy, la relación fe-cultura
está corroída por el clima indefinido, líquido, intangible, indefinible y
siempre cambiante. Se vive con mucha liviandad y fragmentación, lo que
dificulta la percepción del misterio de la vida, abandonándola al arbitrio de
las emociones y pulsiones. En la gran mayoría de los cristianos de Occidente se
constata la incapacidad, y peor el desinterés por un diálogo crítico con lo que
se ha llamado post-modernidad. Hay un quiebre notorio entre fe y cultura.
Cada cristiano, en comunión
eclesial, debe darse al diálogo con las culturas de manera que todo ser humano
pueda descubrir que Dios, lejos de ser un rival, le concede una realización
plena, a su imagen y semejanza. La fe ayuda a las culturas de nuestro tiempo a
liberarse de sus límites y a manifestar sus elementos positivos.
Aquí caben dos conclusiones:
*la fe necesita de la cultura para ser vivida de modo humano; *la cultura tiene
necesidad de la fe para expresar la plenitud de la vocación del ser humano.
En consecuencia, la fe ha de
encarnarse en las actuales culturas en todas las dimensiones. Sólo, así, el
mensaje del Evangelio será relevante cultural y socialmente. De modo que, entre
la fe y la cultura no debería haber contraposición. La Iglesia acepta el
debate, la libre confrontación de ideas. Se dirige con respeto, como madre, a
todos y habla de Dios y muestra compasión por los seres humanos. Habla al
corazón y a la inteligencia. Es consciente del hodierno contexto cultural
específico y lejano de la visión ofrecida en Cristo, fundamento de una
antropología cristiana.
Hoy, como creyentes debemos
concluir que la evangelización pasa por
la educación de la persona y la formación de la inteligencia, la libertad y la
capacidad de amar. Sin la educación de la persona, la transmisión y la
inculturación de la fe se volverían impracticables.
Querida Madre del Valle, te
suplico que cada hijo tuyo tome conciencia que ser cristiano implica tener un
estilo de vida, comportamientos éticos personales, sociales, políticos,
económicos y culturales según los ejemplos y enseñanzas de Jesucristo. Que
tengamos una fe sólida, responsable y adulta. Que cada bautizado se percate que
la fe y la cultura no están reñidas, sino que crecen juntas y se iluminan
mutuamente, cuando se arraigan en la verdad de la persona humana y en el bien
auténtico, pero que se vuelven nocivas si caen en meras opiniones y demagogia.
Tú que eres Sede de la
Sabiduría, intercede para que cada bautizado capte que una fe auténtica unifica
la adhesión a Cristo, la pertenencia a la Iglesia, el compromiso en las
actividades temporales, la conciencia misionera y la disposición al diálogo con
las culturas y las religiones. Amén
¡¡¡Nuestra Madre bendita del
Valle, ruega por nosotros!!!