Mons. Pío Vito Pinto y Mons. Alejandro Bunge. |
Con cerca de 200
participantes, entre sacerdotes y laicos, de las Arquidiócesis, Diócesis y
Prelaturas de la Región NOA, desde el miércoles 29 de agosto se vienen
desarrollando las Jornadas sobre Procesos de Nulidad Matrimonial, que tiene
como anfitriona a la diócesis catamarqueña.
El abordaje de esta
problemática actual, a la cual el Papa Francisco busca dar respuesta, requirió
la presencia en nuestra ciudad de Mons. Pío Vito Pinto y Mons. Alejandro Bunge,
Decano y Auditor, respectivamente, del Tribunal Apostólico de la Rota Romana,
el órgano de apelación de la Santa Sede. Se trata de dos representantes
eclesiásticos que conocen a fondo la renovación del proceso de nulidad
matrimonial, propuesta por el Santo Padre, luego del
Sínodo de la Familia
(2015), que dio a luz su Exhortación Apostólica “Amoris Laetitia” sobre el amor
en la familia.
Ambos prelados llegaron a
Catamarca por invitación del Obispo de Catamarca, Mons. Luis Urbanc, en el
marco de la Semana de Formación del Clero catamarqueño, y la propuesta se hizo
extensiva a sacerdotes y laicos del Noroeste Argentino. El viernes 31 de agosto
al mediodía terminó la capacitación para más de 60 sacerdotes, y por la tarde
comenzó la destinada a más de 120 laicos, que culminará el sábado 1 de
septiembre.
Mons. Alejandro Bunge es el
primer juez argentino de la Rota Romana, y nos brindó algunas precisiones sobre
el sentido de este espacio de formación, que tiene lugar en la Casa de Retiros
Espirituales Emaús.
Explicó que el órgano al que
representa “es el Tribunal que tiene el Papa para recibir las apelaciones de
las causas de cualquier tribunal eclesiástico. Entonces es un tribunal que
juzga las causas que le llegan en nombre del Papa y con la autoridad del Papa.
Normalmente casi todas las causas se refieren a las nulidades matrimoniales”.
“Somos 21 jueces de muchos
lugares del mundo, por primera vez después de muchos siglos, la mayor parte
somos de otros lugares, no solamente de Italia. En este momento hay siete de
Italia, dos de España y uno de cada país, como El Líbano, Israel, Polonia,
México, Eslovaquia, Argentina, Brasil. Como se reciben causas de cualquier
lugar del mundo, esta variedad nos permite tratar de entender de la manera más
cercana posible cada cultura, cada historia, porque eso es lo que ayuda a que
haya un juicio preciso”, continuó.
El prelado definió el
matrimonio como “un regalo que Dios ha hecho a la humanidad, la vocación más
plena, al punto tal que dice el Libro del Génesis que la imagen de Dios no es
sólo el varón, sólo la mujer, sino la unión del hombre y la mujer. Ésa es la
imagen de Dios,
una comunión de vida, de amor para toda la vida, con la
finalidad de hacer crecer al hombre y a la mujer y extenderse en la procreación
y la educación de los hijos”.
A partir de este concepto
explicó la nulidad matrimonial: “Esta realidad del matrimonio es algo muy
serio, y para que pueda realizarse válidamente esa alianza requiere
condiciones, saber lo que se está haciendo, quererlo y poder hacerlo
libremente. Si alguien no tuviera la libertad para decidir su matrimonio, fuera
presionado, obligado, cuando ha habido convivencias que han durado muy poco,
semanas, meses, o estuviera en un momento, una situación de alteración psíquica
que le impidiera tomar una decisión libre y consciente, entonces esa alianza o
pacto matrimonial, partiría de un momento falso. Entonces se dice que es un
matrimonio nulo, no existe, porque el arranque fue fallido, es decir no existió
el consentimiento matrimonial libre y consciente dado por las dos partes”.
“Cuando sucede eso y fracasa
el matrimonio, las personas pueden tratar de que la Iglesia, mirando con la
autoridad del Obispo en la diócesis y del Papa para la Iglesia Universal,
estudiando el caso particular, llegue a la convicción, la certeza de que ese
matrimonio es nulo, y entonces el tribunal declara la nulidad”, afirmó.
Allanando
el camino
También aseveró que “esto
existió desde siempre, pero en los últimos años, el Papa Francisco, conociendo
la realidad que hoy enfrenta el matrimonio y la familia, se dio cuenta que era
necesario agilizar los procesos de nulidad matrimonial, el camino que hay que
realizar para declarar la nulidad del matrimonio, de modo que todas las
personas que se encontraran en esta situación pudieran recurrir al tribunal más
cercano en forma ideal”. Por ello, “el Papa Francisco dice que en cada
diócesis, en la medida de lo posible, cada obispo conforme su tribunal
eclesiástico”, agregó.
A partir de “la renovación
del proceso de nulidad, el Papa nos pide a quienes estamos en su tribunal que
vayamos a donde nos llamen, a todos lados a explicar cómo se hace, cómo pueden
los fieles acceder a esta declaración de la nulidad. El Obispo de Catamarca nos
ha invitado y hemos venido con mucho gusto a tener este encuentro con los
sacerdotes y con los laicos que quieren ayudar al obispo y al tribunal de la
diócesis a extender su servicio a todos los fieles que puedan preguntarse si su
matrimonio fracasado quizás es nulo”.
En este afán de la Iglesia
de allanar los caminos frente a esta realidad, el Auditor de la Rota Romana señaló que “la
reforma del proceso ha consistido en simplificarlo, sigue siendo un proceso
judicial, porque el matrimonio es indisoluble, entonces hay que tener mucho
cuidado de no deshacer un vínculo que existe. Es complejo, pero se ha tratado
de simplificar lo más posible, y esto ayuda a que más personas puedan animarse
a plantear la pregunta sobre la validez de su matrimonio”.
Sobre el panorama en nuestro
país, dijo que “he podido verificar en estos días que hasta la existencia de
este nuevo proceso había 8 tribunales eclesiásticos para toda la Argentina; hoy
ya son 23 y, seguramente, irán multiplicándose a medida que se vayan preparando
personas capaces de hacer esta tarea”.
Asimismo, enfatizó que “esta
preocupación hay que unirla a otra central, pues no basta con tribunales que
ayuden a detectar y declarar los matrimonios que son nulos, la tarea que el
Papa impulsa en la Iglesia es mucho más amplia. Se trata de sanar a las
familias, acompañarlas, desde que se van preparando para celebrar el matrimonio
hasta cuando lo han celebrado hay que seguir acompañándolos para que den fruto,
no fracasen y no haya que plantearse nulidades, aunque eso es difícil porque
nuestra naturaleza es humana”.
Diferencia entre nulidad y anulación
Mons. Bunge explicó la
diferencia entre nulidad y anulación, apuntando que “es una diferencia que
parece pequeña, pero no lo es, porque anular es deshacer algo que existe, en
cambio declarar la nulidad es simplemente constatar que algo que parecía que
existía nunca existió. Por eso las sentencias de los tribunales eclesiásticos
sobre los matrimonios, lo único que hacen es constatar una realidad y declarar
lo que constatan, pero no pueden disolver un vínculo que existe”.
“Declarar nulo significa que
la persona queda libre para una nueva unión, salvo los casos en los que el
motivo de la nulidad es una incapacidad que todavía está presente en la
persona, entonces antes de celebrar un nuevo matrimonio hay que ayudar a la
persona a superar esa incapacidad, a veces de naturaleza psíquica, hay una
inestabilidad emocional, que hay que sanar para evitar un nuevo fracaso y
probablemente caer en un matrimonio nulo. Eso es una medida prudente en los
casos en los que se ve que hay algo que todavía necesita ser sanado”.
El Juez eclesiástico del
Vaticano estimó que si bien hay una demanda de estas causas, “podría ser aún
mayor, en la medida que los obispos y sus párrocos vayan tomando conciencia de
que hay muchas situaciones en las que el matrimonio fracasado además es nulo, y
logren aclarar estas situaciones haciendo esa tarea trabajosa, humilde,
sencilla, pero constante de acompañar a las personas, verificar sus fracasos y
sus motivos. A medida que se vaya haciendo más intensamente este trabajo se
podrá ayudar a los fieles a que tomen conciencia y pidan la declaración de su
nulidad”. En esta tarea pueden acompañar “los laicos que trabajan en la
pastoral familiar para que todos tengan mayor conciencia de esto y puedan
ayudar más en este camino”, dijo.
Finalmente, indicó que “la
situación del matrimonio y de la familia hoy no se puede decir que está en
crisis, pero sí que nuestra cultura la tiene muy descuidada. Hay una cantidad
de situaciones que hacen que el Papa tenga casi como un eje de su tarea
pastoral volver a la familia como la fuente de la sociedad y de la Iglesia
misma”. Esta preocupación se plasmó “ya en dos reuniones de obispos de todo el
mundo, que se llaman sínodos, y ahora en octubre habrá un tercer sínodo, esta
vez dedicado a los jóvenes, a la fe y la vocación de los jóvenes. Son todos
pasos tratando de mover a toda la Iglesia a atender esta urgencia, que es sanar
desde el corazón a las familias, porque de ello depende el buen camino de la
vida de los hombres y las mujeres de nuestra tierra”.