La Diócesis de Catamarca tiene tres nuevos Diáconos
“Forjen
un estilo de vida a ejemplo de Jesús pobre, casto y obediente. Hagan de su vida
una oración, una acción de gracias, una alabanza y una súplica”, expresó el
Obispo.
En la noche del viernes 26 de marzo, la Iglesia de Catamarca vivió con mucha alegría y gratitud a Dios, la ordenación diaconal de los jóvenes Ramón Carabajal, Martín Brizuela y Juan Marcos Bellomo, durante la Misa que presidió el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, en el Santuario del Santísimo Sacramento y Nuestra Señora del Valle - Catedral Basílica. La ceremonia fue concelebrada por el Obispo de Concepción, Mons. Melitón Chávez; el Rector del Seminario Mayor de Tucumán, Pbro. Marcelo Lorca, y formadores de esa casa de formación sacerdotal; y numerosos sacerdotes del clero catamarqueño.
Los acólitos catamarqueños fueron ordenados Diáconos a los pies de Nuestra Madre del Valle y San José, acompañados de sus familiares y amigos, fieles en general que participaron de manera presencial y muchos que siguieron la ceremonia desde sus hogares a través de las redes sociales de la Catedral y del Obispado.
En el inicio de la celebración, se dio lectura al decreto de Ordenación Diaconal, a cargo del Secretario Canciller, Pbro. Julio Quiroga del Pino; tras lo cual los tres candidatos fueron presentados al Obispo por el Delegado Diocesano para las Vocaciones, Pbro. Marcelo Amaya.
En
su homilía, Mons. Urbanc se dirigió a los ordenandos diciendo: “Muy apreciados
Juan, Martín y Ramón, jamás dejen de contemplar a Jesús que los llamó a
seguirlo y a configurarse con Él. Expresen ante la gente esta decisión de
entrega irrevocable por medio de un celibato generoso, transparente, libre y
alegremente vivido día a día”. Y siguió animándolos: “Forjen un estilo de vida
a ejemplo de Jesús pobre, casto y obediente. Hagan de su vida una oración, una
acción de gracias, una alabanza y una súplica”.
Párrafo aparte dedicó a “nuestro querido comprovinciano Mamerto Esquiú, quien desde niño
se fue modelando en la práctica de la virtudes teologales, cardinales y cívicas. Buscando sobremanera la humildad, que es la clave para el acceso a las demás virtudes y la aceptación de los demás sin poner condiciones”. Poniendo al fraile como ejemplo, continuó destacando que “se ocupó de tener una vasta cultura para comprender los desafíos y los intereses de sus contemporáneos, a quienes buscaba de todas formas para acercar a Jesucristo. No escatimó esfuerzos para servir a su gente en sus diversas condiciones y funciones dentro de la sociedad, prefiriendo siempre a los pobres y a los pecadores con gran mansedumbre y tesón”.
Para finalizar, exclamó “Por favor, les ruego que amen a la Virgen del Valle como supo confiar en Ella fray Mamerto. Un hijo dilecto de María. Quien ama a María, también debe conocer y amar a José, su casto esposo. Forjaron un casto matrimonio y una santa familia. Por tanto, dense tiempo para meditar sobre su vida, sus actitudes, su fe y confianza en la Providencia de Dios”.
A
continuación, se rezaron las Letanías de todos los Santos, los candidatos se
postraron completamente, significando su entrega total y eterna al servicio de
la Iglesia, mientras el Obispo, el presbiterio y toda la asamblea se puso de
rodillas rogando a Dios por sus vocaciones en unión con toda la Iglesia.
Seguidamente,
el Pastor Diocesano impuso sus manos sobre cada uno de los jóvenes, elevando
una oración al Espíritu Santo e instituyéndolos en el Orden del Diaconado, como
lo hicieron los apóstoles en los primeros tiempos de la Iglesia.
Luego les entregó el libro de la Palabra de Dios, encomendándoles: "Cree lo que lees, predica lo que crees y da testimonio de lo que predicas”. A su vez, Ramón, Martín y Juan Marcos prometieron de forma solemne, además de rezar la Liturgia de las Horas y respeto y obediencia al Obispo, observar el celibato "por el Reino de los Cielos”.
Finalizado
este momento, se procedió a la colocación de las vestiduras que caracterizan al
Diácono, que son la estola cruzada y la dalmática, acción que fue realizada por
sus familiares en un emotivo momento.
Ya
revestidos, los flamantes diáconos pasaron a ocupar su lugar en el presbiterio
donde recibieron la bienvenida de los diáconos permanentes de la Diócesis y los
sacerdotes catamarqueños y en el momento de la Comunión, dieron la Eucaristía a
los fieles.
Con la bendición final, el Obispo bendijo unas imágenes de la Inmaculada Concepción en su advocación del Valle, tal como fue encontrada en la Gruta de Choya hace 400 años, que fue entregada a los flamantes Diáconos.