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08 diciembre 2022

Mons. Urbanč en la Misa Solemne

“El misterio de la Inmaculada Concepción es fuente de luz interior, de esperanza y de consuelo”

 

Durante la mañana de este jueves 8 de diciembre, el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, presidió la Misa Solemne de la Fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, que fue concelebrada por sacerdotes del clero de capital y del interior diocesano, como también de sacerdotes de diócesis hermanas.

Participaron de la celebración eucarística devotos y peregrinos, quienes se refugiaron del sol abrasador debajo de la arboleda del parque Adán Quiroga. Muchos de ellos arribaron mientras se celebraba la Sagrada Eucaristía, como el caso de los integrantes del Regimiento de infantería y Montaña N° 15 de La Rioja, quienes al concluir la ceremonia litúrgica rezaron la Oración del Soldado y recibieron la bendición.

Luego de dar la bienvenida a todos los devotos de la Madre del Valle, el obispo evocó las celebraciones del año pasado, cuando amainaba la pandemia, y pasó a mencionar males que asuelan a la humanidad. “…Seguimos consumiendo a destajo, la corrupción es moneda corriente, el individualismo impera por doquier, la vida se desvaloriza exponencialmente, el bien común es un ilustre desconocido, se ha degradado, como nunca, el valor del trabajo humano, tanto en su aprecio como en su remuneración… Pero lo triste de la situación es que de parte de la sociedad, con sus diversas instituciones, hay como una indiferencia, inconsciencia o cómoda impotencia, dejando que las cosas sigan como están, dejando que el destino las pueda encarrilar por medio de ilusorios mesianismos”, enumeró.

Dijo que será necesario que “con nuestra Madre Celestial, lo evaluemos y lo confiemos a la Gracia de Dios, para que nos ilumine, nos fortalezca y, sobre todo, para que nos insufle esperanza y ganas de enfrentar los desafíos con creatividad, parresía, sabiduría, humildad y paciencia”, señaló.

Siguió su predicación reflexionando sobre el Adviento y vinculó este tiempo litúrgico con el dogma que hoy celebramos. “El misterio de la Inmaculada Concepción es fuente de luz interior, de esperanza y de consuelo. En medio de las pruebas de la vida y de las contradicciones que experimentamos en nuestro interior y alrededor, María, Madre del Amor Hermoso, nos dice que la Gracia es más grande que el pecado, que la misericordia de Dios es más potente que el mal y sabe transformarlo en bien. Por tanto, unidos a María del Valle aprovechemos al máximo las dos semanas que nos quedan de Gracia para hacer una profunda introspección personal y comunitaria, de manera que, con la ayuda del Espíritu Santo, hagamos un objetivo reconocimiento de las luces y sombras de nuestras vidas, de nuestras instituciones, de nuestras familias, de nuestros planes pastorales y de nuestras comunidades”. Y señaló que de este modo podremos cargar de sentido las celebraciones de la Navidad.

Después, meditó sobre La Anunciación, pasaje del Evangelio de san Lucas que se proclamó. “…Se puede argumentar que la gracia de la Inmaculada Concepción, de la que fue dotada, le permitió responder del modo que lo hizo. Pero, a decir verdad, nosotros no somos diferentes: la gracia que se le concedió a ella en la concepción se nos concedió a nosotros en nuestro bautismo. La misma gracia puede permitirnos decir ‘sí’ a la voluntad de Dios, a no ser que elijamos lo contrario. Que María nos ayude a decir amén a la voluntad de Dios”.

Hacia el final de su prédica, elevó esta súplica: “querida Madre del Valle, acuérdate que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a tu protección, implorando tu auxilio, haya sido desamparado o desoído. Animados por esta confianza, a Ti acudimos, oh Madre, Virgen Fiel, y, gimiendo bajo el peso de nuestros pecados, nos atrevemos a comparecer ante Ti. Oh Madre de Dios, no deseches nuestras súplicas, antes bien, escúchalas y acógelas benignamente”.

Hacia el final de la Santa Misa, se honró a la Virgen con la oración y el canto, mientras continuaban llegando los hermanos peregrinos.


TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA

Queridos Devotos y Peregrinos:

Bienvenidos, hermanas y hermanos, a este solar para celebrar la Eucaristía, lo más preciado para nuestra amada Virgen del Valle y que quiere que también nosotros lleguemos a valorarla y disfrutarla como Ella, y a nutrirnos de la sabrosa Palabra de Dios y del Santísimo Cuerpo de Jesucristo, el Bendito Fruto de su vientre.

Pasó un año. Amainó la dura pandemia, los hermanos ucranianos llevan más de nueve meses de duros bombardeos; sin embargo, parece que los humanos no acusamos recibo de las advertencias que nos hace la naturaleza. Seguimos consumiendo a destajo, la corrupción es moneda corriente, el individualismo impera por doquier, la vida se desvaloriza exponencialmente, el bien común es un ilustre desconocido, se ha degradado, como nunca, el valor del trabajo humano, tanto en su aprecio como en su remuneración, el acceso a la cobertura de las necesidades primarias se va haciendo cada vez más difícil para las mayorías, ciertas minorías en lugar de ser respetadas se han vuelto violentas tiranías excluyentes y arbitrarias, los vicios de todo tipo han fagocitado las virtudes básicas para la existencia de una sociedad inclusiva, respetuosa y humanizadora, la dimensión religiosa, patrimonio de toda persona humana, se ha prostituido con todo tipo de ofertas a la carta, debilitando esta dimensión esencial para fortalecer al ser humano frente a las adversidades y proyectos de vida. Pero lo triste de la situación es que de parte de la sociedad, con sus diversas instituciones, hay como una indiferencia, inconsciencia o cómoda impotencia, dejando que las cosas sigan como están, dejando que el destino las pueda encarrilar por medio de ilusorios mesianismos.

En fin, un panorama desolador, pero crudamente real. No les quepa la menor duda que debemos tomar el toro por las astas para que, con nuestra Madre Celestial, lo evaluemos y lo confiemos a la Gracia de Dios, que la necesitamos para que nos ilumine, nos fortalezca y, sobre todo, para que nos insufle esperanza y ganas de enfrentar los desafíos con creatividad, parresía, sabiduría, humildad y paciencia.

Es propio de este tiempo de Adviento ponernos de frente a una doble meta: *la celebración de la primera venida del Salvador, la Navidad, y *el ir al encuentro del mismo, en su segunda y última venida, para poner definitivamente las cosas en su lugar. Esta tarea necesitamos hacerla sinodalmente, es decir, juntos. La unidad, la comunión hace que los frutos sean abundantes, sabrosos y duraderos.

El misterio de la Inmaculada Concepción es fuente de luz interior, de esperanza y de consuelo. En medio de las pruebas de la vida y de las contradicciones que experimentamos en nuestro interior y alrededor, María, Madre del Amor Hermoso, nos dice que la Gracia es más grande que el pecado, que la misericordia de Dios es más potente que el mal y sabe transformarlo en bien.

Por tanto, unidos a María del Valle aprovechemos al máximo las dos semanas que nos quedan de Gracia para hacer una profunda introspección personal y comunitaria, de manera que, con la ayuda del Espíritu Santo, hagamos un objetivo reconocimiento de las luces y sombras de nuestras vidas, de nuestras instituciones, de nuestras familias, de nuestros planes pastorales y de nuestras comunidades.

Entonces, sí, los encuentros familiares y amicales de Navidad estarán cargados de sentido y serán bienvenidos, puesto que habremos experimentado la importancia de la vuelta a la Casa de nuestro Buen Padre Dios, acompañados y guiados por su Hijo Jesucristo, al calor y luz del Espíritu Santo, con el gozo inefable de ser y sentirnos la Iglesia de Jesús que celebra y anuncia los misterios de la fe.

La noticia totalmente inesperada e inaudita que el ángel Gabriel le trajo a la joven María suscitó en ella varias reacciones. María tenía el corazón turbado; se preguntaba qué le esperaba; tenía dudas sinceras. Con toda probabilidad, no habría comprendido del todo la explicación dada por el mensajero divino. Sin embargo, al final, confió en Dios. Se rindió. A diferencia de Adán y Eva, que ocultaron su desnudez a Dios, ella desnudó su alma ante Dios y dijo: ‘así sea’. Se puede argumentar que la gracia de la inmaculada concepción, de la que fue dotada, le permitió responder del modo que lo hizo. Pero, a decir verdad, nosotros no somos diferentes: la gracia que se le concedió a ella en la concepción se nos concedió a nosotros en nuestro bautismo. La misma gracia puede permitirnos decir ‘sí’ a la voluntad de Dios, a no ser que elijamos lo contrario. Que María nos ayude a decir amén a la voluntad de Dios.

Gracias al ‘sí’ de María, “Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales; nos ha elegido en Él, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor; y nos ha destinado en Él, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya... A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad” (Ef 1,3-6.11-12).

Por eso, vuelto a Ti, querida Madre del Valle, acuérdate que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a tu protección, implorando tu auxilio, haya sido desamparado o desoído.

Animados por esta confianza, a Ti acudimos, oh Madre, Virgen Fiel, y, gimiendo bajo el peso de nuestros pecados, nos atrevemos a comparecer ante Ti.

Oh Madre de Dios, no deseches nuestras súplicas, antes bien, escúchalas y acógelas benignamente. Amén.

¡¡¡Viva la Virgen del Valle!!!

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Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca