Hoy Catamarca amaneció bendecida por una temperatura agradable, y cientos de peregrinos ya recorren las calles. Ciertamente no pueden disimular su condición de peregrino, por sus mochilas, bolsas de dormir, botellas para el agua, o por una taza que llevan colgando en alguna parte del equipaje. La gracia del Señor de regalarnos un día así después de haber sufrido temperaturas muy elevadas, y se nos concede un respiro. Quizá muchos, lo tomemos como un día más. Pero para quienes caminan horas enteras, y recorren caminos peligrosos en bicicletas o motos, es un signo más de cuánto Dios los ama.
Nuestro querido Santuario de la Madre del Valle se convierte en casa de todos, y los peregrinos que ven en sus corredores externos un espacio para recostar su cabeza o simplemente para buscar un lugar a donde extender un mantel para sacar su vianda que los acompaña. Son esos mismos espacios que muchos de sus antepasados habrán recorrido alguna vez. Así, la gracia singular de este día hermoso, se ha transformado para los peregrinos como los días en que una nube le permitía al pueblo de Israel caminar en el desierto y no sufrir la fatiga del sol.
Ciertamente, el peregrino tiene mucho para enseñarnos, hay muchas actitudes de ellos que nos revelan que tras de los signos y expresiones externas hay una mística y una espiritualidad que los anima y que son valores que deben animar a todo creyente mientras camina por la senda de la vida. Nunca olvidemos que ellos ponen la mirada en la meta; que es llegar a los pies de la Madre, y que al llegar a Catamarca está primero ir a ver a la Venerable Imagen de la Virgen del Valle, y esto es ante cualquier necesidad de descanso, de comer o de cualquier otra cosa. Primero está encontrarse con el Señor y con su Madre. Caminar con paso firme y sereno, es otra de las actitudes que nos enseñan, no se dejan dominar por la ansiedad y el apuro que los lleva a cometer imprudencias, sólo confían en Dios, que tarde o temprano llegarán. Saben descansar cuando lo necesitan y no se enfrentan con la madre naturaleza sin necesidad. Asimismo, se saben acompañados de la presencia de Dios, que les infunde confianza y los lleva también a vivir momentos claves de oración y de súplica. Es una presencia que es amiga, que ayuda y sostiene en el camino, pero aspiran llegar a esa presencia plena. Animar a los compañeros es una gran virtud, están plenamente convencidos de que no compiten con nadie, que tienen que auxiliar a todos los que encuentren en el camino, nadie resulta desconocido, y muchas veces ponen su vida en riesgo por ayudarlos. Todos son hermanos, todos son amigos, hay algo en común que los une: el deseo de llegar a la meta.
Tomar la cruz cada día del peregrinar es un honor, un privilegio, no protestan por las dificultades, saben que no van de paseo ni de turismo. A esa cruz que cada uno lleva, le suman las otras cruces de los que no han podido venir, como es el caso de Sebastián, que trae la ropita de una pequeña niña que es su vecina, y está con graves problemas de salud. Confía en que esa prenda de vestir de aquella pequeña llegue a estar lo más cerca que se pueda de la Imagen de la Morenita. Entonces el dolor y el sufrimiento nos vuelven solidarios y nos hace ser portadores de las plegarias de muchos otros que también quieren y no pueden venir.
Estos rostros hermanos, que circulan nuestros días, muchas veces son extraños y anónimos, pero es bueno al menos mencionar que cada uno tiene su historia y sus razones para peregrinar, como es el caso de Eduardo Exequiel Romai, quien peregrina caminando desde hace 27 años desde Concepción de Tucumán, y ha salido el día 29 de noviembre para llegar hoy, 6 de diciembre. Con una familia numerosa, de 8 hijos, de los cuales tres de ellos han venido con él, y uno de estos pequeños peregrinos apenas tiene 7 años. Los hijos de Exequiel llevan y llevarán en su sangre la fe más viva por la Madre del Valle, pero como siempre es una fe al estilo del Antiguo Israel y la de los primeros cristianos: la fe de los padres. Los padres que aman a sus hijos y que sienten que la mejor herencia y el mejor regalo para dejar a sus generaciones son la fe y el amor a Dios, de un modo particular el amor a María. En la Biblia, la fe transmitida de padres a hijos cobra un hondo significado, y forma parte fundamental de la subsistencia del mensaje que Dios ha dado a su pueblo. Ester confiesa: "Mi padre me ha contado que tú, Señor, escogiste a Israel entre las naciones" (14,5). Pablo sigue la tradición de sus antepasados judíos dando culto a Dios con conciencia pura. Alaba la fe sincera de Timoteo y le recuerda "esa fe que tuvieron tu abuela Loide y tu madre Eunice, y que estoy seguro que tienes también tú" (2 Tm 1,5).
Exequiel cuenta que su madre peregrinó 39 años a este santuario, y que hoy por motivos de salud no puede venir, pero ese amor sigue caminando en sus hijos y en sus nietos. Nunca olvidemos que la fe es una cuestión de familia, y que ella más que nadie tiene el desafío, en nuestros tiempos de ser transmisora y misionera de Jesucristo.
Pbro. José Aguirre
Capellán Mayor del
Santuario y Catedral Basílica
de Nuestra Señora del Valle