El viernes 25 de mayo, el Obispo Diocesano de Catamarca, Mons. Luis Urbanc, presidió el Solemne Tedeum al cumplirse el 202º del nacimiento de nuestra Patria. La ceremonia religiosa se llevó a cabo en horas de la mañana en el Santuario y Catedral Basílica de Nuestra Señora del Valle, y fue concelebrado por el Vicario General de la Diócesis, Pbro. Julio Quiroga del Pino, y el Pbro. Mario Hernández.
Participaron autoridades civiles, encabezadas por el Señor Vicegobernador, Dr. Dalmacio Mera, y el Señor Intendente de Capital, Lic. Raúl Jalil; y de las Fuerzas de Seguridad.
Durante su homilía Mons. Urbanc expresó:
“El 10-03-2010, la Comisión Permanente del la Conferencia Episcopal Argentina nos decía:
La celebración del Bicentenario merece un clima social y espiritual distinto al que estamos viviendo. Urge recrear las condiciones políticas e institucionales que nos permitan superar el estado de confrontación permanente que profundiza nuestros males. La situación actual requiere una actitud de grandeza de parte de todos los argentinos, en particular de sus dirigentes. También nosotros, como pastores, nos sentimos interpelados por esta situación y no nos excluimos del examen de conciencia que se debe hacer.
La que sufre es la Nación toda;….. Si toda la Nación sufre, más duramente sufren los pobres. Este es un reclamo del cual nos volvemos a hacer eco, porque se trata de una deuda que sigue vigente, y que se lee “en los rostros de miles de hermanos que no llegan a vivir conforme a su dignidad de hijos de Dios”. Por ello, es el momento de privilegiar la sanción de leyes que respondan a las necesidades reales de nuestro pueblo, y no de detenerse en opciones fijadas por intereses que no tienen en cuenta la naturaleza de la persona humana, de la familia y de la sociedad.
La Patria es un don que hemos recibido, la Nación una tarea que nos convoca y compromete nuestro esfuerzo. Asumir esta misión con espíritu fraterno y solidario es el mejor modo de celebrar el Bicentenario de nuestra Patria.
Los cristianos invitamos a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a unirse a nosotros en la oración para invocar al Señor, que es la fuerza de su pueblo, y a pedirle por nuestra querida Patria argentina: ‘Salva a tu pueblo y bendice a tu herencia; apaciéntalos y sé su guía para siempre’.
Orar por los que nos gobiernan
El ‘Te Deum laudamus, te Dominum confitemur’ es uno de los himnos cristianos más antiguos y más bellos de acción de gracias. Traducidas estas palabras dicen: “A ti, oh Dios, te alabamos y te bendecimos”.
El hecho de que los cristianos nos congreguemos para este momento de alabanza y acción de gracias pone en práctica la enseñanza que Dios nos hace por medio del apóstol san Pablo, de orar por los que gobiernan y por todas las autoridades: ‘Ante todo, te recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los gobernantes y por todas las autoridades, para que podamos disfrutar de paz y de tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, porque él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad’ (1Tim 2,1-4).
Además, se nos recuerda que la fe implica un testimonio y un compromiso público. El cristiano no se puede quedar con que la fe es un hecho privado. La fe, porque es un acto de la libertad, exige la responsabilidad social de lo que se cree.
La conciencia de ser el pueblo de Dios que peregrina hacia la Patria del cielo debe motivarnos a agradecer y celebrar el don de nuestra patria terrena y testimoniar públicamente nuestra fe en Cristo, Señor de la historia, resaltando el valor que tiene la presencia de algunos miembros de nuestro pueblo en este acto, cuyo sentido es netamente religioso.
Una sana, estable y madura democracia que forje el bien común
Sería un grave desaire con la historia si desconociéramos que la Iglesia Católica estuvo comprometida con todos los hechos que significaron el nacimiento de nuestra patria y aún más si no diéramos gracias a Dios por los beneficios y bendiciones recibidos. Es por eso que a lo largo y a lo ancho de nuestro país en catedrales, otros templos y en los mismos hogares los que creemos en Dios y tenemos una visión trascendente de la vida damos gracias a Dios y le pedimos que nos ayude en nuestras muchas y apremiantes necesidades. A Él confiamos nuestro futuro y le pedimos que nos bendiga para que sepamos encontrar los caminos que hagan grande a nuestra patria por el camino de una sana, estable y madura democracia que forje el bien común beneficiando a todas las personas y sectores de la sociedad, respetando los orígenes de la cultura que nos hizo llegar a este día.
Querría compartir con ustedes las sabias, claras y profundas enseñanzas del Papa Benedicto XVI en su encíclica Caritas in Veritate: ‘La religión cristiana y las otras religiones pueden contribuir al desarrollo solamente si Dios tiene un lugar en la esfera pública, con específica referencia a la dimensión cultural, social, económica y, en particular, política. La doctrina social de la Iglesia ha nacido para reivindicar esa ‘carta de ciudadanía’ de la religión cristiana. La negación del derecho a profesar públicamente la propia religión y a trabajar para que las verdades de la fe inspiren también la vida pública, tiene consecuencias negativas sobre el verdadero desarrollo. La exclusión de la religión del ámbito público, así como el fundamentalismo religioso por otro lado, impiden el encuentro entre las personas y su colaboración para el progreso de la humanidad. La vida pública se empobrece de motivaciones y la política adquiere un aspecto opresor y agresivo. Se corre el riesgo de que no se respeten los derechos humanos, bien porque se les priva de su fundamento trascendente, bien porque no se reconoce la libertad personal. En el laicismo y en el fundamentalismo se pierde la posibilidad de un diálogo fecundo y de una provechosa colaboración entre la razón y la fe religiosa. La razón necesita siempre ser purificada por la fe, y esto vale también para la razón política, que no debe creerse omnipotente. A su vez, la religión tiene siempre necesidad de ser purificada por la razón para mostrar su auténtico rostro humano. La ruptura de este diálogo comporta un coste muy gravoso para el desarrollo de la humanidad’. ‘En fin, no podemos olvidar que la mayor pobreza es la de no reconocer la presencia del misterio de Dios y de su amor en la vida del hombre, que es lo único que verdaderamente salva y libera. En efecto, «quien excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de realidad y, en consecuencia, sólo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas». La verdad de esta afirmación resulta evidente ante el fracaso de todos los sistemas que ponen a Dios entre paréntesis’. También que ‘Dios no es una amenaza para el hombre, sino su mejor aliado’”.
Para concluir, invoquemos a nuestra querida Madre del Valle para que nos siga ayudando a amar a nuestros hermanos con su corazón y a defender nuestra Patria contra los destructivos ataques del relativismo, el individualismo y toda forma de adicciones”.