Madre, “otórganos en este día las gracias que Dios ha preparado para cada uno de los que vinimos a verte”
En la antesala de la manifestación
pública de fe que viviremos esta tarde, durante esta mañana, el Obispo
Diocesano, Mons. Luis Urbanc, presidió la Misa Solemne de la Fiesta de la
Inmaculada Concepción, que fue concelebrada por sacerdotes del clero
catamarqueño de capital y del interior.
La Eucaristía comenzó con el ingreso
de las reliquias del Beato Mamerto Esquiú portadas por el Obispo Diocesano, que
fueron colocadas delante del altar levantado en el Parque Adán Quiroga.
Una gran cantidad de devotos y
peregrinos participaron de la ceremonia litúrgica, muchos de los cuales arribaron
durante su desarrollo, como el caso de los hermanos de Santa María y los
integrantes del Regimiento 15 de La Rioja.
Mons. Urbanc comenzó su homilía
refiriéndose a la novedosa celebración en el Parque Adán Quiroga y a
continuación, dirigiéndose a los peregrinos les dijo: “Gracias, hermanos y hermanas, por haber desafiado distancias y
cansancios para compartir su fe y su amor a María con nosotros. Que todos
salgamos renovados de esta celebración y que Dios se apiade de su pueblo
liberándonos definitivamente de la terrible pandemia que estamos atravesando”.
Luego de otras consideraciones sobre
la pandemia y la necesidad de cuidarnos mutuamente, el Obispo agregó: “Así como muchos se ocuparon de los más necesitados en los momentos más
críticos de la pandemia, no dejemos de mirar la realidad crítica de muchísimos
hermanos sumidos en la miseria de todo tipo. Debemos estar cerca de ellos
espiritualmente, y cuanto se pueda también físicamente, para que nadie se
sienta solo o abandonado. Si hay
personas a las que agradecer, ellas son los que han estado y siguen estando al
lado de los enfermos y de los pobres. Tengo ante mis ojos a tanto personal
sanitario, médicos, enfermeros, voluntarios de la pastoral de la salud, capellanes
hospitalarios, etc. Que la Virgen Morena del Valle siga sosteniendo a todos en
el fiel y sacrificado cumplimiento del deber y servicio incondicional al
enfermo”.
Más adelante, se refirió a la
convocatoria del Papa Francisco señalando: “Como
Iglesia estamos transitando el camino sinodal, les pido de corazón que se
involucren, que se interioricen de su significado y necesidad para la
conversión pastoral que necesitamos lograr en todos los ámbitos eclesiales”.
Después meditó sobre la
solemnidad de la Inmaculada Concepción y las lecturas proclamadas. Citando la
Constitución conciliar Lumen Gentium, afirmó “María es el «icono de la
Iglesia en su plenitud», esa Iglesia que, según la misma carta a los
Efesios –leída en la Misa- quiere «presentarse
a sí misma gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e
inmaculada». Lo que la carta a los Efesios dice de todos los creyentes,
el evangelista Lucas -Evangelio del día- lo dice en particular de María de
Nazaret. Ella es la ‘llena de Gracia’,
la predilecta de Dios, la que vive «a
la sombra de su Espíritu y bajo la acción de su poder»; por ello es «santa e inmaculada»”.
Luego de otras reflexiones,
el Pastor Diocesano sostuvo: “La fiesta
de la Inmaculada Concepción (…) es la fiesta de la fidelidad, de su firmeza y
la nuestra en el ‘sí permanente’ a
lo iniciado por Dios en nosotros, y del ‘no’ rotundo, sin concesiones al poder
de la serpiente, del Maligno y sus secuaces”.
“Querida
Virgen del Valle, Madre de los peregrinos, Madre de los sufrientes, Madre de
los débiles, Madre de los que creen, aman y esperan, atiende al clamor de tus
hijos e hijas que llegan y se postran ante tu sagrada imagen, otórganos en este
día las gracias que Dios ha preparado para cada uno de los que vinimos a verte
en este hermoso y acogedor parque. Que tu presencia operante la sintamos cuando
esta tarde te sumemos a nuestro caminar por medio de la solemne y emotiva
procesión. Que sintamos la lluvia de bendiciones que vivificará nuestras vidas
y que podamos llevarlas para tantos que nos han pedido que recemos por ellos
ante Ti, la Bienaventurada entre todos los bienaventurados”, concluyó.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILIA
Queridos Devotos y Peregrinos:
Esta fiesta de la Inmaculada Concepción del
Valle la estamos celebrando de un modo inédito, pero felices porque hemos
podido congregarnos en este acogedor parque, venidos desde distintos lugares,
para honrar a nuestra Madre Celestial. Gracias querida Morenita porque hoy
podemos estar contigo. Gracias, hermanos y hermanas, por haber desafiado
distancias y cansancios para compartir su fe y su amor a María con nosotros.
Que todos salgamos renovados de esta celebración y que Dios se apiade de su
pueblo liberándonos definitivamente de la terrible pandemia que estamos
atravesando.
Aquí,
delante de la imagen cuatro veces centenaria de la Virgen del Valle, testigo de
variadas vicisitudes de nuestra Patria, los exhorto a que nos cuidemos de
manera más responsable para evitar los contagios. La pandemia no ha terminado.
No nos dejemos dominar por el miedo, que nos lleva a ocuparnos de nosotros
mismos y a tener actitudes antisociales sin pensar en los demás. Por lo
contrario, tengamos la certeza que el cuidado y la responsabilidad para con los
prójimos nos llevan al amor, a la solidaridad y al servicio. La caridad nos
exige ser creativos, y a través de las redes sociales nos comuniquemos y
sostengamos en la esperanza, generando nuevos modos de ayuda mutua y de compañía.
No tengamos miedo a cambiar estilos de vida y hábitos de consumo, pues siendo
más austeros vamos a descubrir nuevos modos de vínculos, más simples y
sencillos, que nos permitan reflexionar sobre cuestiones que habitualmente no
pensamos ni hablamos.
Así
como muchos se ocuparon de los más necesitados en los momentos más críticos de
la pandemia, no dejemos de mirar la realidad crítica de muchísimos hermanos
sumidos en la miseria de todo tipo.
Debemos
estar cerca de ellos espiritualmente, y cuanto se pueda también físicamente,
para que nadie se sienta solo o abandonado
Si
hay personas a las que agradecer, ellas son los que han estado y siguen estando
al lado de los enfermos y de los pobres. Tengo ante mis ojos a tanto personal
sanitario, médicos, enfermeros, voluntarios de la pastoral de la salud,
capellanes hospitalarios, etc.
Que
la Virgen Morena del Valle siga sosteniendo a todos en el fiel y sacrificado
cumplimiento del deber y servicio incondicional al enfermo.
Como Iglesia estamos transitando el
camino sinodal, les pido de corazón que se involucren, que se interioricen de
su significado y necesidad para la conversión pastoral que necesitamos lograr
en todos los ámbitos eclesiales. Ojo que no es sólo para Catamarca, sino para
todas las diócesis del mundo. Ahora, hasta Marzo estamos en la etapa de la
‘Escucha’. Es necesario escuchar al mayor número de personas que se pueda para
tener una más clara visión de la realidad en la que estamos inmersos, y poder
dar una respuesta adecuada a la atención evangelizadora de la misma.
La solemnidad de la Inmaculada
Concepción nos ofrece un gran mensaje de vida. Como en casi todas las culturas,
también en la bíblico-semita la serpiente es animal temible, venenoso, portador
de muerte. Pero la descendencia de la mujer, es decir, Jesucristo y los hijos
de Dios, le aplastará la cabeza: el mal no es el horizonte final. Y esto por
decisión de Dios mismo: es él quien establece la enemistad, la incompatibilidad
entre ser sus hijos y estar sometidos a poderes de muerte.
La carta a los Efesios (1,3-6) nos habla
de ese destino deslumbrante que Dios ha diseñado para todos: “ser santos e
irreprochables ante Él por el amor” para ser “alabanza de su gloria”; y para
ello nos ha colmado de “toda clase de bienes espirituales y celestiales”. Al
proponernos esta lectura, la Iglesia quiere que, en María, contemplemos nuestro
propio destino ya realizado; obedece así a la afirmación del Concilio Vaticano
II, bien fundamentada bíblicamente, de que María es el ‘icono de la Iglesia en
su plenitud’ (LG 65), esa Iglesia que, según la misma carta a los Efesios,
Jesús quiere “presentarse a sí mismo gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada
semejante, sino santa e inmaculada” (Ef 5,27).
Lo que la carta a los Efesios dice de
todos los creyentes, el evangelista Lucas lo dice en particular de María de
Nazaret. Ella es la ‘llena de Gracia’, la predilecta de Dios, la que vive “a la
sombra de su Espíritu y bajo la acción de su poder” (Lc 1,35); por ello es
“santa e inmaculada”.
Todo esto es, por cierto, un gran
regalo, tanto en el caso de María, como en el nuestro: Dios nos predestinó...
Pero no es sólo don, sino tarea. La Iglesia desde tiempo inmemorial contempló a
María como la ‘sin pecado original’, santificada de manera casi irresistible:
la teología dice “preredimida”. Y el texto evangélico la presenta “activamente
receptiva”, dando su consentimiento. La santidad regalada inicialmente a María
tuvo que hacerla presente, activa, poniendo su decisión. En torno a ella había
violencia, avaricia, lascivia, resentimiento frente al poder romano, y tantas
otras manifestaciones del mal; y Dios no la sacó de ese “pecado ambiental”,
sino que la robusteció para que no sucumbiese a él, para que fuese capaz de
discernir y optar. También, hoy, nuestro mundo se presenta para el creyente
como un nueva Babilonia de medias verdades, abusos, lascivias, corrupciones,
avaricias, idolatrías, hedonismo, libertinaje, antihumanismo y todo tipo de
egoísmos. Y estamos llamados todos a saber, como María, navegar en mares
agitados.
La fiesta de la Inmaculada Concepción es
el día de celebrar nosotros que el don de Dios precede a todo, que Él ““nos
eligió antes de crear el mundo”, nos amó primero” y que estamos llamados a
decir “sí”, o “hágase en mí”, a esa orientación primordial en cada nueva
situación. No es (como a veces popularmente se ha confundido) la fiesta de la
virginidad de María, ni menos aún de su purificación fisiológica puerperal. Es
la fiesta de la fidelidad, de su permanencia y la nuestra en el “sí permanente”
a lo iniciado por Dios en nosotros, y del “no” rotundo, sin concesiones al
poder de la serpiente, del Maligno y sus secuaces.
Querida Virgen del Valle, Madre de los
peregrinos, Madre de los sufrientes, Madre de los débiles, Madre de los que
creen, aman y esperan, atiende al clamor de tus hijos e hijas que llegan y se
postran ante tu sagrada imagen, otórganos en este día las gracias que Dios a
preparado para cada cuno de los que vinimos a verte en este hermoso y acogedor
parque. Que tu presencia operante la sintamos cuando esta tarde te sumemos a
nuestro caminar por medio de la solemne y emotiva procesión. Que sintamos la
lluvia de bendiciones que vivificará nuestras vidas y que podamos llevarlas
para tantos que nos han pedido que recemos por ellos ante Ti, la Bienaventurada
entre todos los bienaventurados. Amén.
Fotos: Facebook Prensa Iglesia Catamarca