“La sinodalidad es el estilo de vida que necesitamos asumir”
En la noche de este miércoles 1 de diciembre,
correspondiente al tercer día de la novena en honor de la Pura y Limpia
Concepción del Valle, rindieron su homenaje el Poder Ejecutivo provincial y Municipal
con sus colaboradores.
La ceremonia litúrgica fue presidida por el Obispo
Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por el Rector de la Catedral
Basílica y Santuario del Santísimo Sacramento y de Nuestra Señora del Valle,
Pbro. Gustavo Flores, y los párrocos de San Jorge y de Jesús Niño, Pbros.
Reinaldo Oviedo y Eugenio Pachado, respectivamente.
Participaron en representación del Ejecutivo
Provincial, el Ministro de Gobierno, Justicia y Derechos Humanos, Dr. Jorge
Moreno; el Intendente de San Fernando del Valle de Catamarca, Dr. Gustavo
Saadi; el senador provincial, Prof. Oscar Vera, entre otras autoridades.
Mons. Urbanc abrió su predicación dando la bienvenida
a los alumbrantes, y rogó “que el Señor Jesucristo los bendiga e ilumine en su
gestión”.
Después hizo alusión a la temática de la jornada que “ha
versado sobre la sinodalidad como camino propuesto por Dios para todos, no sólo
en el ámbito eclesial, sino también civil. Es el estilo de vida que necesitamos
asumir, ya que lo que interesa o afecta a todos, debe ser tratado por todos y
ejecutado por todos. Todos corresponsables en lograr el Bien Común”, afirmó.
Y continuó: “La palabra de Dios que acabamos de
escuchar nos pone en sintonía con esto de la sinodalidad. Jesús eligió a los
apóstoles para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar de dos en dos.
Los apóstoles caminaban los caminos de Israel junto a Jesús y a la gente que
buscaba al Maestro”.
Más adelante consideró que “esta novena en honor de la
Virgen es para todos la ocasión de agradecer a Dios por tantos beneficios
recibidos de su Bondad, con la certeza de que la Morenita del Valle ha estado
intercediendo siempre por nosotros”.
Al referirse al evangelio dijo que el texto de san
Mateo “nos presenta a Jesús que se compadecía de la gente, porque la veía
extenuada y abandonada: ´Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos,
lisiados, sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies, y él los curaba´
(Mt 15,30). Por eso, envió a los discípulos a predicar la buena nueva, porque
aquella gente necesitaba un mensaje de esperanza, de vida y de amor”.
“El Adviento, tiempo litúrgico que acabamos de
iniciar, anuncia que hay un futuro para todos. No estamos condenados al
fracaso. Siempre es posible la reconciliación, el perdón, la salvación, la
vida. Aunque la sociedad nos condene, aunque los amigos nos abandonen, aunque
fracasen nuestros negocios... Dios viene a salvarnos”, manifestó.
Retomando el texto del evangelio señaló que “Jesús no
sólo cura a los enfermos y expulsa al demonio, sino que también se ocupa de la
necesidad de comida de la gente que lo sigue: ‘Siento compasión de la gente,
porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero
despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino’ (Mt 15,32). El
amor no tiene límites, siempre sabe ver lo que falta y va en ayuda, busca una
solución. Sin embargo, Jesús involucra a los apóstoles en la búsqueda de
soluciones: ‘¿Cuántos panes tienen?’ (Mt 25,34)”.
En esta línea de reflexión aseveró que “el ser humano
debe poner lo que está a su alcance y el resto, la multiplicación del esfuerzo
y la generosidad humana, lo pone Dios. Jesús no hace los milagros a pesar
nuestro, sino contando con nuestra participación”.
En la parte final de su homilía, Mons. Urbanc rogó a
la Virgen del Valle “que nos ayudes a ser sensibles a las necesidades de los
demás; que no cerremos nuestro corazón ante el dolor y las carencias; que
estemos siempre dispuestos a caminar sinodalmente con los hermanos,
particularmente en esta etapa de ‘ESCUCHA’ que iniciamos este diciembre hasta
marzo del año 2022, para ir preparando la Asamblea Diocesana que necesitamos
tener en el mes de octubre, a fin de ir programando los próximos 12 años, al
término de los cuales, en el 2023, celebraremos los 2.000 años de la Redención
obrada por tu Hijo Jesucristo con su Muerte y Resurrección. Ayúdanos, para que
podamos regalarle a Jesús, nuestro Salvador, el logro de ser una Iglesia
Diocesana con un estilo claramente sinodal”.
Tras elevar la súplica comunitaria, los alumbrantes
acercaron las ofrendas del pan y el vino para preparar la mesa eucarística.
Luego de la Comunión, el Obispo oró delante de la Sagrada
Imagen y aclamó junto con toda la asamblea a la Madre Morenita, a su esposo San
José y al Beato Mamerto Esquiú.
TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos Devotos
y Peregrinos:
Hoy
rinden su homenaje a la Virgen del Valle el poder ejecutivo provincial con sus
ministros. Bienvenidos a esta celebración. Que el Señor Jesucristo los bendiga
e ilumine en su gestión.
La temática que hemos reflexionado
esta jornada ha versado sobre la sinodalidad como camino propuesto por Dios
para todos, no sólo en el ámbito eclesial, sino también civil. Es el estilo de
vida que necesitamos asumir, ya que lo que interesa o afecta a todos, debe ser
tratado por todos y ejecutado por todos. Todos corresponsables en lograr el
Bien Común.
La palabra de Dios que acabamos de
escuchar nos pone en sintonía con esto de la sinodalidad. Jesús eligió a los
apóstoles para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar de dos en dos.
Los apóstoles caminaban los caminos de Israel junto a Jesús y a la gente que
buscaba al Maestro.
La profecía de Isaías anuncia los
tiempos mesiánicos en los que “el Señor del universo preparará para todos los
pueblos un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera;
manjares y vinos exquisitos; enjugará las lágrimas de todos los rostros,
alejará del país el oprobio de su pueblo y aniquilará la muerte para siempre”
(Is 25, 6-8). El accionar de Dios no excluye a nadie, por eso es justo y
necesario que, “los que tenemos puesta nuestra esperanza en Él, celebremos y
gocemos con su accionar salvífico” (Is 25,9). Esta novena en honor a la Virgen
es para todos la ocasión de agradecer a Dios por tantos beneficios recibidos de
su Bondad, con la certeza de que la Morenita del Valle ha estado intercediendo
siempre por nosotros.
Cabe que, con gratitud, digamos cada
día “El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. Me guía por el
sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. Tu bondad y
tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa
del Señor por años sin término” (Sal 22,1-4.6).
El texto del evangelio de san Mateo
nos presenta a Jesús que se compadecía de la gente, porque la veía extenuada y
abandonada: “Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados,
sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies, y él los curaba” (Mt 15,30).
Por eso, envió a los discípulos a predicar la buena nueva, porque aquella gente
necesitaba un mensaje de esperanza, de vida y de amor.
El Adviento,
tiempo litúrgico que acabamos de iniciar, anuncia que hay un futuro para todos.
No estamos condenados al fracaso. Siempre es posible la reconciliación, el
perdón, la salvación, la vida. Aunque la sociedad nos condene, aunque los
amigos nos abandonen, aunque fracasen nuestros negocios... Dios viene a
salvarnos.
Jesús no sólo
cura a los enfermos y expulsa al demonio, sino que también se ocupa de la
necesidad de comida de la gente que lo sigue: «Siento compasión de la gente,
porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero
despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino» (Mt 15,32). El
amor no tiene límites, siempre sabe ver lo que falta y va en ayuda, busca una
solución. Sin embargo, Jesús involucra a los apóstoles en la búsqueda de
soluciones: ‘¿Cuántos panes tienen?’ (Mt 25,34).
El ser humano debe poner lo que está a su alcance y el resto, la
multiplicación del esfuerzo y la generosidad humana, lo pone Dios. Jesús no
hace los milagros a pesar nuestro, sino contando con nuestra participación.
Hay una película
clásica, “Dios necesita de los hombres”, de Jean Delannoy (1950), que narra la
historia de un sacerdote en una pequeña isla de pescadores. La gente estaba tan
obsesionada por su trabajo y sus diversiones que no necesitaban acudir para
nada al templo. Entonces el sacerdote decidió cerrar el templo y salir de la
isla. Aparentemente nadie notó su ausencia, hasta que uno de los principales
del lugar se enfermó y pidió que fueran a buscar al sacerdote. Al informarle
que no estaba y que el templo estaba cerrado, pidió a un vecino que lo llevara
en su barca a la ciudad más cercana. En la travesía el curtido hombre de mar se
siente morir y le pide al barquero que escuche su confesión. Éste se resiste y
es entonces cuando, en un gesto de desesperación, le toma la mano y se santigua
con ella.
Lo que nos
enseña esta historia es que Dios necesita de los hombres porque los hombres
necesitamos de Dios. De allí que todos debemos proclamar su Palabra de Amor,
Perdón y Misericordia para con cada ser humano, y tenemos que estar dispuestos
a poner todo al alcance de la mano del Señor, de manera que Él multiplique los
dones para todos los que los necesitan.
Querida Virgen
del Valle, henos aquí, postrados humildemente a tus pies para suplicarte que
nos ayudes a ser sensibles a las necesidades de los demás; que no cerremos
nuestro corazón ante el dolor y las carencias; que estemos siempre dispuestos a
caminar sinodalmente con los hermanos, particularmente en esta etapa de
‘ESCUCHA’ que iniciamos este diciembre hasta marzo del año 2022, para ir
preparando la Asamblea Diocesana que necesitamos tener en el mes de octubre, a
fin de ir programando los próximos 12 años, al término de los cuales, en el
2023, celebraremos los 2.000 años de la Redención obrada por tu Hijo Jesucristo
con su Muerte y Resurrección. Ayúdanos, para que podamos regalarle a Jesús,
nuestro Salvador, el logro de ser una Iglesia Diocesana con un estilo
claramente sinodal. Amén.
¡¡¡Viva la
Virgen del Valle!!
Fotos: Facebook Prensa Iglesia Catamarca