En
la noche del jueves 8 de agosto, día de Santo Domingo de Guzmán, fundador de la
Orden de los Dominicos, se celebró la Eucaristía por los 40 años de la fundación
del monasterio Inmaculada del Valle, ubicado camino a El Jumeal, en la zona
oeste de Capital.
La
Santa Misa fue presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y
concelebrada por varios sacerdotes, algunos llegados desde el interior
catamarqueño, en la Catedral Basílica y Santuario de Nuestra Señora del Valle.
Una gran
cantidad de fieles, consagradas de distintas congregaciones y amigos de la
comunidad dominicana se sumaron a esta emotiva ceremonia de acción de gracias a
Dios por la presencia orante de las Monjas
Dominicas en la Diócesis de Catamarca,
por sus intenciones y el aumento de las vocaciones.
En
el inicio de su homilía, Mons. Urbanc, llamándolas a cada una por su nombre, les
dio la bienvenida “a la Iglesia Catedral a celebrar al gran maestro de la Orden,
al padre fundador, Santo Domingo de Guzmán, y también para dar gracias a Dios
por los 40 años de presencia de la vida monástica y dominicana en Catamarca. Vamos
a tener presente hoy a todas las hermanas que desde el Cielo nos acompañan, que
ya disfrutan de la compañía de Santo Domingo y de tantos otros con quienes ellas
han compartido la vida en este mundo”.
También
agradeció “la presencia de los hermanos sacerdotes, que acompañan esta
celebración, los amigos del Monasterio de la Inmaculada del Valle y todos
aquellos que son bienhechores de esta comunidad”.
Al
referirse al fundador de la Orden, afirmó que “Santo Domingo, en su tiempo, en
el siglo XII, se ocupó de una dimensión importante en la vida de la fe, que es
la formación. Cuando andaba evangelizando llevaba el texto del Evangelio en sus
manos, porque anunciaba siempre a Jesús. De allí que haya acuñado esa expresión
‘hablar con Dios o de Dios’, y eso ocupó su mente y
su corazón”.
Resaltó
que “Santo Domingo de Guzmán enseñó a la gente de su tiempo, y con los compañeros
enseñaron los mandamientos de Dios y a cumplirlos, pero ellos los cumplían
primero, porque lo que se predica, primero hay que practicarlo para que sea
creíble, y esto es lo que hizo Santo Domingo”. Y llamó a que “nos esforcemos por
amar a Dios y por servirlo, para que todos puedan conocerlo”.
“Le
pidamos a Nuestra Madre, que es la Patrona del Monasterio, que nos ayude a
conocer a Jesús, para poder amarlo, porque nadie ama lo que no conoce. Que Ella,
la
Madre de los hijos de Dios, la Madre de estas hijas del Monasterio que
tenemos en Catamarca, nos ayude a tomar en serio nuestra vida cristiana, a
conocer a fondo nuestra fe, para poder transmitirla con certeza, convicción y coherencia.
Eso hizo Santo Domingo, un hombre que se ocupó profundamente de transmitir con
autenticidad, convicción y coherencia los contenidos de la fe”, afirmó el
Obispo.
Asimismo,
señaló que Santo Domingo “tuvo un contemporáneo en Italia: Francisco de Asís,
quien se esmeró por vivir con autenticidad la identificación con Cristo pobre.
Y con esto se han complementado,
estos dos grandes santos del siglo II, ambos
fundadores de dos grandes órdenes dentro de la Iglesia: la Orden de los Predicadores
y la Orden de los Hermanos Menores. Francisco y Domingo son grandes, cada uno
en el propósito que Dios le confió, en la vocación que les ha infundido, en los
carismas que les ha otorgado, que son complementarios para el esplendor de la Iglesia
y para el servicio a favor de todo el mundo”.
“Que
Santo Domingo y todos los Santos de la Orden, y la Virgen María en la
advocación del Rosario, que está en el corazón de la vida dominicana, nos ayuden
a poder ser auténticos discípulos misioneros de Jesucristo, para que el mundo
tenga vida plena en él”, concluyó en su mensaje.
En
el momento de las ofrendas, las Monjas acercaron al altar trabajos confeccionados
por ellas mismas. “Hemos querido materializar una ofrenda vinculada con nuestro
carisma, que es alabar, bendecir y predicar, todo esto puesto en manos de María”,
comentaron. Por eso ofrecieron una imagen de la Virgen del Valle, hecha por sus
propias manos, ornamentos litúrgicos marianos, con el logro del próximo
Congreso Mariano Nacional; Rosarios con una pequeña oración hecha a la Virgen
del Valle y un canto; “además de la vida de las monjas, su pasado puesto en las
manos de Dios, el presente confiando en su gracia y el futuro puesto en la
Providencia del Señor y en el fondo de las manos entreabiertas de la Virgen del
Valle”, expresaron.
“Deseamos dar testimonio de nuestra acción de gracias ante toda la comunidad”
Antes
de la bendición final, la Madre Priora Sor María de la Cruz compartió el
siguiente mensaje:
“Aquí,
a los pies de la Madre del Valle, hace 40 años, nacía nuestra comunidad. Es por
eso que hemos venido para tener esta Eucaristía, esta acción de gracias.
Deseamos dar testimonio de nuestra acción de gracias ante toda la comunidad.
Acción de gracias por haber sido llamadas, elegidas para entregar nuestra vida
a Dios, siguiendo a Jesucristo en pobreza, castidad y obediencia, como Él
pidió, y haciendo de nuestra vida una ofrenda para todos los hombres, en el
silencio, la oración, la alabanza, la adoración y la acción de gracias como
monjas dominicas. Acción de gracias a Dios por su Providencia paternal durante estos
40 años que bendijo abundantemente a la comunidad”.
“Damos
gracias a la Virgen María, Nuestra Madre, que a cada una convocó de distintos
lugares para vivir en su casa, en su gracia, y durante estos años nos mostró su
protección. Gracias por tantas hermanas que pasaron por nuestra comunidad
compartiendo un tiempo con nosotras, y por aquellas que ya nos preceden en la Casa
del Padre, gozando de la luz de Dios. Damos gracias por los Obispos que han
guiado a la Iglesia de Catamarca, Monseñor Pedro Alfonso Torres Farías, quien
inició la fundación, Monseñor Elmer Miani y Monseñor Luis Urbanc; como así a
los sacerdotes que acompañaron a la comunidad con su servicio pastoral, los
capellanes y confesores, y a tantos sacerdotes que
con su cercanía y amistad
han estado siempre presentes”.
“Nuestra
acción de gracias también por tantos hermanos, amigos, bienhechores, que con su
afecto y oración y su generosidad nos han acompañado todos estos años, y en los
que hemos reconocido un ejemplo de fidelidad al Evangelio, muchas veces heroico
y silencioso. Han sido 40 años en que la comunidad ha vivido en su corazón
orante las alegrías, tristezas, esperanzas, dolores, dificultades y gozos y
sufrimientos de tantos hermanos, compartimos la alegría de la vida que nacía y
la esperanza que en la muerte se abre la puerta de la Casa del Padre de tantos
y tantos con los que hemos caminado día a día”.
“Les
pedimos que nos sigan acompañando, rezando por nosotras, para seguir viviendo
alegres y con amor la entrega a Jesucristo en bien de toda la iglesia y de esta
porción del pueblo de Dios que peregrina en Catamarca. Que el corazón grande de
la comunidad siga predicando las maravillas que obra Dios, testigos fieles del Evangelio,
para seguir presentando a todos ustedes y a todos los hombres a Dios en nuestra
oración y en la entrega de cada día. En nombre de toda la comunidad, muchas
gracias”.
Al
finalizar la celebración eucarística, la Madre Priora Sor María de la Cruz, las
monjas Sor Regina, Sor Teresa, Sor Teresita, Sor Graciela, Sor Silvia y Sor
Teresa, recibieron el cariño de los fieles, quienes les agradecieron estos 40
años de oración constante en Catamarca.