El Miércoles de Ceniza, que este año se celebra el 9 de marzo, la Iglesia marca el inicio de la Cuaresma, tiempo de preparación a la Pascua. Al momento de la imposición de la ceniza sobre nuestras cabezas, el sacerdote nos recuerda las palabras del Génesis, después del pecado original: “Acuérdate, hombre, de que eres polvo y en polvo te has de convertir”, que recuerdan a los fieles tres verdades fundamentales: su nada, su condición de pecadores y la realidad de la muerte.
El Miércoles de Ceniza obliga a guardar ayuno, abstenerse de comer carne y se recomienda participar en la liturgia de la imposición de la ceniza.
¿Por qué debemos practicar el ayuno y abstinencia en Cuaresma?
Vivimos en una cultura dominada por el materialismo y por el consumismo.
El ayuno y la abstinencia nos ayudan a no dejarnos reducir a puros "consumidores"; nos ayudan a adquirir el precioso "fruto del Espíritu", que es "el dominio de sí", nos predispone al encuentro con Dios que es espíritu, y nos hace más atentos a las necesidades de los pobres.
¿Qué es la penitencia?
La penitencia, traducción latina de la palabra griega metanoia que en la Biblia significa la conversión (literalmente el cambio de espíritu) del pecador, designa todo un conjunto de actos interiores y exteriores dirigidos a la reparación del pecado cometido, y el estado de cosas que resulta de ello para el pecador. Literalmente cambio de vida, se dice del acto del pecador que vuelve a Dios después de haber estado alejado de Él, o del incrédulo que alcanza la fe.
"La penitencia interior del cristiano puede tener expresiones muy variadas. La Escritura y los Padres insisten sobre todo en tres formas: el ayuno, la oración, la limosna, que expresan la conversión con relación a sí mismo, con relación a Dios y con relación a los demás. Junto a la purificación radical operada por el Bautismo o por el martirio, citan, como medio de obtener el perdón de los pecados, los esfuerzos realizados para reconciliarse con el prójimo, las lágrimas de penitencia, la preocupación por la salvación del prójimo, la intercesión de los santos y la práctica de la caridad "que cubre multitud de pecados" (1 Pedro, 4,8.)." (Catecismo Iglesia Católica, n.1434).
Penitencia por amor a Dios
Hacemos penitencia no por deporte o para guardar la línea. Queremos hacer penitencia para demostrar nuestro amor a Dios y para prepararnos a una conversión del corazón, que no es otra cosa sino una ruptura con el pecado, una aversión al mal, una repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido.
La Iglesia nos dice que una forma de demostrar ese amor a Dios es vencerse en los instintos sin hacer daño a nuestra salud.