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05 marzo 2011

"La Eucaristía siempre nos va a enviar al mundo"

Se realizó en la jornada de hoy un nuevo encuentro del Consejo Diocesano de Pastoral convocado por el obispo de Catamarca, Mons. Luís Urbanč, con la presencia de sacerdotes y laicos de la ciudad capital y del interior.
La jornada tuvo lugar en instalaciones del colegio FASTA, en el marco de la Misión Diocesana Permanente lanzada por Mons. Urbanč el 8 de diciembre último, al término de la procesión en honor de Nuestra Señora del Valle.
En la mañana, luego del rezo de Laudes, el pastor diocesano tuvo a su cargo las palabras de apertura, basadas en el Decreto “Ad gentes” del Concilio Vaticano II, sobre la actividad misionera de la Iglesia.
Entre otros conceptos, Mons. Urbanč expresó: “La Iglesia peregrina es esencialmente misionera". Y luego sostuvo: "Cuando miramos la Trinidad enseguida aprendemos quiénes somos. Es el Padre que envía al Hijo; y es el Padre y el Hijo que envían al Espíritu. Y es el Hijo el que nos envía a nosotros. Jesús nos dice, ‘así como el Padre me envía a mí, así yo también los envío a ustedes’ ”.
Más adelante, afirmó: “Los cristianos, los bautizados, no nos podemos ver de otra manera que no sea como misioneros. Los cristianos, en virtud del Bautismo, de la Eucaristía y de la Confirmación, reciben un mandato de confesar públicamente su fe como discípulos-misioneros”. Y luego agregó: “La misma misión debe partir siempre de la Eucaristía e ir al mundo. Ese es el hermoso mandato del final de la Misa cuando nos dicen en latín ‘ite Missa est’. ‘Ite’ es vayan o id, el imperativo segunda persona plural. El ‘Missa est’ no es que la Misa haya terminado, sino que significa que están enviados, son enviados. ‘Missum’ es el envío. Entonces, hemos celebrado el misterio de nuestra salvación, ahora estamos siendo enviados a anunciar esta salvación”.

Material de trabajo

A continuación, el padre José Díaz, vicario de Pastoral, detalló cuál es el material con el cual podrán trabajar sacerdotes y laicos, brindando una breve síntesis de los documentos que constituyen la base para la formación de los discípulos y misioneros en este primer tramo de la Misión Diocesana Permanente.
Después se entregó un CD a cada uno de los presentes, en el que se encuentra todo ese material, para pasar luego al trabajo en comisiones.
Luego de la puesta en común de lo debatido en comisiones se pasó al almuerzo y posteriormente se realizó el estudio de las cartillas elaboradas para la Misión y se habló de lo que será esta tarea evangelizadora en el segundo trimestre, revisándose el calendario diocesano para este 2011.
Con la celebración de la Santa Misa concluyó este encuentro del CODIPA.


Palabras del Obispo
El texto de “Ad gentes”, uno de los documentos del Vaticano II, en el Nº 2 nos dice lo siguiente: “la Iglesia peregrinante, es por naturaleza misionera” y quién es la Iglesia peregrinante… nosotros, que por naturaleza somos misioneros, puesto que toma su origen de la misión del Hijo y de la misión del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre. Por eso hay que mirar a la Trinidad. Cuando miramos la Trinidad enseguida aprendemos quiénes somos. Es el Padre que envía al Hijo; y es el Padre y el Hijo que envían al Espíritu. Y es el Hijo el que nos envía a nosotros. Jesús nos dice, “así como el Padre me envía a mí, así yo también los envío a ustedes”. Dicho de un modo muy sucinto, es la base inobjetable para reconocer, aceptar y vivir en la Iglesia peregrina, ésta que somos nosotros. Antes se decía Iglesia militante. La Iglesia peregrina es esencialmente misionera, por naturaleza. La misión debe formar parte de las dimensiones permanentes del ser y del quehacer de la Iglesia. No se trata solamente de hacer una gran movida, tipo preeleccionaria … Eso no es la misión. La misión tiene que ser permanente, es esencial en la vida de la Iglesia. Obviamente puede haber períodos más intensos, pero la misión nunca podría concluir o detenerse. Nunca.
Es urgente
Un aspecto crucial de la misión es la toma de conciencia de su urgencia. Quizás ya sabemos bastante de que la Iglesia es misionera. Probablemente nos damos cuenta de que es urgente la misión. Ya no solamente darnos cuenta de que es importante, sino que es urgente.
Nosotros nos manejamos normalmente en la vida respondiendo a las urgencias, verdad?. Ah! Esto es urgente y ahí dejamos de lado lo importante. Bueno, aquí nos estamos percatando de que van las dos cosas juntas. Hoy más que nunca sabemos que hay una urgencia de salir a misionar, de ser misioneros. No solamente de hacer de misioneros, sino de ser misioneros. Por eso Aparecida lo sintetizó muy bien hablando de Discípulos-Misioneros. Tienen que ir juntas estas dos realidades: el discipulado y la misión.
La Misión es grave y exige una renovación de la Pastoral en el sentido de que la comunidad cristiana debería concebirse como en misión permanente. Los cristianos, los bautizados, no nos podemos ver de otra manera que no sea como misioneros. Los cristianos, en virtud del Bautismo, de la Eucaristía y de la Confirmación, reciben un mandato de confesar públicamente su fe como discípulos-misioneros.
Partir de la Eucaristía
La misma misión debe partir siempre de la Eucaristía e ir al mundo. Ese es el hermoso mandato del final de la Misa cuando nos dicen en latín “ite Missa est”. “Ite” es vayan o id, el imperativo segunda persona plural. El “Missa est” no es que la Misa haya terminado, sino que significa que están enviados, son enviados. “Missum” es el envío. Entonces, hemos celebrado el misterio de nuestra salvación, ahora estamos siendo enviados a anunciar esta salvación. Vamos a la misión, vamos con una tarea. Esto es importante: que la Eucaristía siempre nos va a enviar al mundo. Una Iglesia auténticamente eucarística, es una Iglesia misionera. La celebración de la Eucaristía es el manantial de la misión.
La Eucaristía constituye la fuente y culminación de toda la predicación evangélica. Si yo salgo a anunciar a Jesucristo, en qué culmina, en la Eucaristía, y dónde encuentro la fuerza, en la Eucaristía.
El misionero va en busca de las personas para conducirlas a la Mesa del Señor preanuncio escatológico del Banquete de vida eterna. Nosotros, cuando celebramos la Eucaristía estamos pregustando anticipadamente –valga la redundancia- de lo que será nuestra realidad definitiva en el cielo. Por eso vamos a buscar a los hermanos, aquellos que no saben esto, para que gusten. “Vengan y gusten qué bueno es el Señor”.
Será necesario dispensar una gran acogida, cálida y fraterna, a quienes acuden por primera vez a la Eucaristía, o vuelven a Ella tras haberse encontrado con los misioneros.
Es eclesial
La misión es eclesial porque nadie se anuncia a sí mismo sino que dentro de su propia humanidad cada cristiano debe ser muy conciente de que lleva a Otro, es decir, a Dios mismo. Y a quién lo estamos llevando a Dios? Al mundo. Dios es la única riqueza que en definitiva los hombres desean encontrar en cada uno de los bautizados. Y Dios es amor. Nosotros mostremos a ese Dios amor.
El discípulo y misionero es siempre miembro de una comunidad de discípulos y misioneros que es la Iglesia. El misionero no es un francotirador, no es el que se corta solo, sino que hace presente a la comunidad eclesial. Por eso la misión es eclesial. Es la Iglesia la que evangeliza, no yo, sino la Iglesia a través de mí. La Iglesia toma cuerpo en estas personas concretas que somos nosotros, pero es la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo. Porque el único evangelizador, que anuncia al Padre, es Cristo. Nosotros tenemos como cabeza a Jesucristo. Por eso la Iglesia es la que evangeliza.
Es Comunión
La misión es Comunión, porque se lleva a cabo en unidad y comunión. Y de esta manera los bautizados, como expertos, tenemos que llevar al encuentro del Señor, comunidad de confianza, a todos lo que Él pone a nuestro lado.
La misión tiene sus raíces en la buena formación. Nuestras comunidades parroquiales tienen que ser ámbitos de formación. Pero también cada uno de nosotros en su propio hogar, tiene que formarse.
La buena formación, por medio del gozoso conocimiento del misterio de la Iglesia y de su enseñanza, que ella custodia y transmite desde los tiempos apostólicos, sin rupturas ni tentaciones de discontinuidad. Tenemos dos mil años que nos preceden y ahí tenemos que ir y enraizarnos. Estas riquezas, estos regalos que Dios nos hizo, hoy tenemos que transmitirlas con nuestro lenguaje y a las expectativas del hombre de hoy.
La misión de la Iglesia siempre ha sido confiada a todos los miembros del pueblo de Dios y se orienta a todos los hombres. El kerigma, es decir, este contenido de que Jesús de Nazareth, que murió crucificado, ha resucitado y es el Soberano del tiempo y de la historia, puede ser comprendido y acogido por cualquier ser humano, en cualquier tiempo y lugar.