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20 abril 2011

Mons. Urbanc en la Misa Crismal: “Ser discípulos de Cristo es un camino de educación hacia nuestro verdadero ser”

Con la participación de la casi totalidad de los sacerdotes del clero catamarqueño, se concretó el jueves por la noche, la Misa Crismal, de Institución de la Eucaristía y del Sacerdocio, en el transcurso de la cual se bendijo los Santos Oleos con los que se administrarán los Sacramentos durante todo el año.
La ceremonia se celebró en el altar mayor del Santuario y Catedral Basílica de Nuestra Señora del Valle, y fue presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por el Obispo Emérito, Mons. Elmer Miani, y sacerdotes provenientes de los distintos puntos del territorio diocesano.
En la celebración eucarística, el Obispo Diocesano procedió a la bendición de los óleos, que serán usados para administrar los Sacramentos. Los aceites sagrados luego fueron entregados a los párrocos de las 28 parroquias de la diócesis catamarqueña.

Durante su homilía, Mons. Urbanc profundizó la veta misionera que caracteriza al sacerdocio, teniendo como marco la Misión Diocesana Permanente.
“Nuestro ser y ministerio sacerdotal tiene raíz trinitaria, cristológica y eclesiológica, lo cual ya le da un perfil netamente misionero a nuestro sacerdocio”, manifestó, agregando que “los sacerdotes tenemos el oficio de anunciar a todos la divina palabra y vivir según ella, pero sobre todo celebrar el Misterio Eucarístico. De este modo, reunimos la familia de Dios como una fraternidad, animada por el espíritu de unidad y la conducimos hasta Dios Padre por medio de Cristo en el Espíritu”.
Tomando las palabras del Papa Benedicto XVI, expresó que “la dimensión misionera del presbítero nace de su configuración sacramental a Cristo Cabeza, la cual conlleva, como consecuencia, una adhesión cordial y total. Ésta consiste en la participación en una ‘vida nueva’ entendida espiritualmente, en el ‘nuevo estilo de vida’ que inauguró el Señor Jesús y que hicieron suyo los Apóstoles... Los oficios de enseñar, santificar y gobernar son en primer lugar un don y sólo como consecuencia un oficio; son ante todo participación en una vida”.

Centralidad de Cristo
“Los sacerdotes nos encontramos en relación tanto con quien nos envía, como con aquellos a los que somos enviados, es decir, que es inadmisible la opinión que nos considera como elegidos o delegados de la comunidad o del pueblo sacerdotal. El envío viene de Cristo. Esta centralidad de Cristo trae consigo la valoración correcta del sacerdocio ministerial, sin el cual no existiría la Eucaristía ni, por tanto, la misión y la Iglesia misma. La misión misma debe partir siempre de la Eucaristía e ir hacia el mundo”, explicó.
Asimismo, exhortó a los presbíteros a “reflexionar seriamente sobre el modo cómo podemos realizar hoy una verdadera evangelización, no sólo una nueva evangelización, sino en realidad una primera evangelización. Las personas no conocen a Dios, no conocen a Cristo. Existe un nuevo paganismo y no basta que tratemos de conservar a la comunidad creyente, aunque esto es muy importante. Creo que todos juntos debemos tratar de encontrar modos nuevos de llevar el Evangelio al mundo actual, anunciar de nuevo a Cristo y establecer la fe, único camino que abre al ser humano a la trascendencia”.

Un rol insustituible e inestimable
El Obispo indicó que en la tarea misionera, “los sacerdotes tenemos un rol insustituible e inestimable; dicho sea de paso: desde nuestro Bautismo brota el derecho y el deber de evangelizar a los bautizados, como acto debido en justicia”.
Luego enumeró ciertas actividades que incumben a los sacerdotes: “Ser hombres de oración y promover diversas formas de oración comunitaria y devocional; predicar la Palabra de Dios; catequizar, exponiendo íntegra y fielmente la sagrada doctrina; ayudar a los fieles a leer, a comprender y a meditar la Biblia; convocar al Pueblo de Dios para la celebración de la Eucaristía y los demás sacramentos; acoger a quienes buscan apoyo, consuelo, luz, fe, reconciliación, orientación y acercamiento a Dios; convocar y presidir encuentros de la comunidad para estudiar, elaborar y poner en práctica los planes pastorales; orientar y estimular a la comunidad en el ejercicio de la caridad hacia los pobres tanto en lo material como en lo espiritual; promover la justicia social, los deberes y derechos humanos, la igual dignidad de todos los hombres, la auténtica libertad, la comunión fraterna y la paz, según los principios de la doctrina social de la Iglesia, etc.”.

Ir al encuentro de los pobres
En otro tramo de su predicación, el Pastor Diocesano destacó que “se ha de ir en primer lugar a los pobres de las periferias urbanas y del campo. Son ellos los destinatarios predilectos del Evangelio. Esto quiere decir que el anuncio debe ir acompañado de una acción, eficaz y amorosa, de promoción humana integral. Jesucristo debe ser proclamado como una buena noticia para los pobres. Éstos deben poder sentirse alegres y rebosantes de esperanza firme por este anuncio”.
Remarcó que “no se puede conocer a Cristo sólo teóricamente... Para conocerlo es necesario caminar con Él, tener sus mismos sentimientos. El encuentro con Jesucristo requiere escucha, respuesta en la oración y practicar lo que Él nos dice. Conocer a Cristo es conocer a Dios; y sólo a partir de Dios comprendemos al hombre y al mundo, un mundo que de lo contrario queda como un interrogante sin sentido. Así pues, ser discípulos de Cristo es un camino de educación hacia nuestro verdadero ser, hacia la forma correcta de ser hombres”.