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09 agosto 2021

JUNTO AL OBISPO Y AL CLERO DE CATAMARCA

El Padre José Díaz puso su episcopado en manos de la Virgen del Valle

 

“Yo me quedé en Catamarca porque me enamoré de la Virgen del Valle y todo lo que Ella suscitaba”, dijo, a la vez que agradeció a Dios porque “mi familia fue la Diócesis de Catamarca, que me acogió, acompañó y formó”.

 

En la mañana del lunes 9 de agosto, el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y todo el Clero se unieron a la acción de gracias por el sacerdocio del Padre José Antonio Díaz en Catamarca, quien el próximo jueves será ordenado Obispo y asumirá como titular de la Diócesis de Concepción, en Tucumán.

La celebración tuvo lugar en la Catedral Basílica y Santuario de Nuestra Señora del Valle y fue transmitida por las redes sociales de la misma Catedral y del Obispado.

La homilía estuvo a cargo del Pbro. Gustavo Molas quien se dirigió al Padre Pepe para ofrecerle algunas reflexiones a modo de consejos “como si fueran unas piezas de un rompecabezas que pronto tendrá que ir ordenando, algunas ideas, algunos pensamientos”, señaló.

“Partiendo de una conversación de esas que tenemos


los curas, que aparentemente son intrascendentes, hablando con el Padre me decía: ‘Para ser obispo hay que tener vocación de mártir’. No me acuerdo si fue antes o después de que se diera la noticia. Tendría un peso distinto. Pero si se refería al martirio como testificar a Cristo, es lo que Jesús dijo minutos antes de ascender a los Cielos, según san Mateo: «He recibido la plenitud del poder, ahora vayan y sean mis testigos en Jerusalén, Judea y hasta los confines de la tierra». Hoy diríamos en los territorios del sur tucumano, Concepción, «sean mis testigos»”.

Y continuó: “Obviamente los apóstoles no iban a durar tanto y entonces los obispos son sus


sucesores para que el mensaje llegue hasta los confines de la tierra y el confín de la historia, y allí está el testimonio”... “Entonces –el padre Díaz- tendrá que seguir adelante en ese testimonio que también incluye en algunos casos, el sufrimiento. Vivir por lo que se cree y morir por lo que se cree es el testimonio de cada uno, según el lugar que ocupa en la Iglesia”, afirmó el padre Molas.

“La Virgen es Reina de los Mártires y sin embargo no fue asesinada. Cristo es el Rey y pagó por todos nosotros. También el sufrimiento, la paciencia”, manifestó,


recordando que “cuando fue el proceso de canonización de san Juan María Vianney, uno de los testigos, un obispo que como muchos otros iba a confesarse con el Cura, allá en el sur de Francia, dijo: ‘Yo pensaba que me iba a dar muchos consejos, me dijo solamente una cosa: ‘Ame a sus sacerdotes, quiéralos como colaboradores, como hijos’”.

“Sé paciente. Una paciencia que está siendo puesta a prueba todo el tiempo… Como decía el Cardenal Primatesta: ‘Dirigir al clero y es como arriar sapos, que saltan para cualquier lado’. Nunca vas a saber con qué te va a salir


un cura. Unos por una cosa, otros por otra… Entonces Pepe, lo que se pide es no sólo el amor a Cristo sino, por amor a Cristo, la paciencia que te va a quitar horas de sueño... ¿Qué se espera del Obispo? Que sea padre, dar vida, contener, buscar, consolar, corregir, llevar a la plenitud la paternidad”.

Luego de otras consideraciones, entre ellas la mención de las mejoras realizadas en el Santuario y el Trono Festivo, la Capilla del Santísimo, el Padre Molas le dijo al Padre Díaz: “La Virgen te va a acompañar siempre, particularmente cuando estés en la Cruz y mires hacia abajo, la vas a encontrar a la Madre al pie de la Cruz y la vas a encontrar elevando los ojos al cielo en agradecimiento”.


En un momento muy emotivo, el P. Molas mencionó que “tu mamá participa con la Virgen, ahora puede compartir la alegría de un hijo obispo. Ahora las dos, bajo el mismo título, van a acompañarte y deberías invocarlas a las dos en los momentos en que necesitas mostrar tu propio oficio de paternidad”.

“Ya sos parte de la historia de la Diócesis de Concepción. Ya Dios ha puesto todo en tus manos y pide tu testimonio”, aseveró e invocó a Dios para que ilumine al Padre Díaz en el ministerio episcopal, que pronto asumirá.

 

La gratitud del padre Díaz

Al final de la celebración, el padre José Antonio Díaz recordó su vida en Catamarca, que se extiende desde que tenía 14 años de edad.

Comenzó expresando su gratitud a Mons. Urbanc y a los hermanos sacerdotes por esta celebración. “Recién me estaba dando cuenta que hace 47 años que llegué a la Diócesis de Catamarca, si no saqué mal las cuentas”, manifestó e hizo un repaso de esos años en estas tierras.


Habló de cómo lo impactó siendo casi un niño, la piedad popular. “Yo me quedé en Catamarca porque me enamoré de la Virgen del Valle y todo lo que la Virgen del Valle suscitaba. Quizás primero me fijé en todo lo que la Virgen suscitaba y después me fui acercando a Ella. Cuando yo me pienso en aquella época, con 14 años llegando a Catamarca, lo primero que recuerdo son las Fiestas de la Virgen”.

Y memoró que “hay una serie de cosas que pasaron antes de que pasara eso, como el Campamento de Paclín, invitado por el Padre Denett”, junto con otros jóvencitos del sur de Tucumán. “Veníamos con distintas motivaciones y todos los que vivimos acá en Catamarca, con los cuales hemos compartido el Seminario, tenemos una experiencia hermosísima de haber sido Iglesia, de haber tenido los formadores que tuvimos, el obispo que tuvimos en esa etapa, que era Mons. Pedro Alfonso Torres Farías”.

“De hecho mi experiencia, mi familia fue la Diócesis de Catamarca, por eso el primer agradecimiento es a Dios y a la Diócesis de Catamarca que me acogieron, me acompañaron, me formaron, me corrigieron, y de a poco me fueron enseñando, orientando en la vida. Yo me incardino en la Diócesis de Catamarca porque tenía ese sentido de pertenencia desde que


conocí lo que la Virgen del Valle suscitaba en y desde Catamarca”, manifestó el Padre Díaz.

Más adelante recordó que todos, obispos, sacerdotes y laicos debemos ser Discípulos-Misioneros del Señor.

Luego volvió a agradecer a los hermanos sacerdotes, especialmente a los que ya no están. “Un gracias enorme a todos, a toda la Diócesis de Catamarca”. Mostró también gratitud para con el Obispo “que me permitió estar diez años aquí en la Catedral preparando la celebración de los 400 años que se tuvo que hacer de una manera distinta a la que habíamos planteado, pero el hecho de haber participado de eso me llena de gozo y, como decía el Padre Molas, es lo que yo me llevo”.

Habló de la devoción mariana de los tucumanos y de su intención de venir a Catamarca para cada Fiesta de la Virgen. “Recen mucho por mí. Ahora que me está sucediendo esto entiendo más al Papa Francisco que siempre está diciendo lo mismo”, expresó.

Comprometió su oración por el obispo, los sacerdotes y todo el Pueblo de Dios que peregrina en Catamarca. Y al finalizar la celebración eucarística, se dirigió hacia el Camarín de la Virgen, acompañado por Mons. Urbanc y los presbíteros, donde se consagró una vez más a la Madre Morena, a quien sirvió durante una década en su Santuario, y puso en sus manos entreabiertas su ministerio episcopal.