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16 agosto 2021

MONS. CARLOS ÑÁÑEZ, ARZOBISPO DE CÓRDOBA

Esquiú obispo: “Una humildad que florece en caridad”

 

A semanas de celebrarse el Rito de Beatificación del entrañable fraile franciscano Mamerto Esquiú, y mientras se aceleran los corazones, el pasado sábado 14 de agosto, el Arzobispo de Córdoba, Mons. Carlos José Ñáñez, fue el encargado de reflexionar sobre la temática “Esquiú obispo”, durante el programa “María, 400 años de amor, junto a Esquiú”, de la Pastoral de Comunicación Social de Catamarca, que se emite por radio Valle Viejo.

El prelado cordobés destacó no sólo las virtudes del franciscano catamarqueño sino también detalles de su intensa labor pastoral en esa jurisdicción eclesiástica del siglo XIX, hoy  arquidiócesis.

En este punto, Ñáñez recordó que “cuando estábamos preparando la beatificación de la Madre Tránsito Cabanillas, la fundadora de las Franciscanas Misioneras en Córdoba, un sacerdote que hizo una exposición hizo referencia al obispo Esquiú porque en ese momento, cuando se jugaban las escenas


fundamentales de la Madre Tránsito, estaba Esquiú. Entonces comentó que un visitante quería saber dónde vivía el obispo y le dieron la indicación que donde viera salir pobres, ahí vive el obispo. Es decir, un hombre humilde y de profunda caridad”.

Luego confió que una de las virtudes que más le impactan de Esquiú como obispo es la de “su afán evangelizador”. Recordó que el episcopado de Esquiú fue breve “pero intensísimo”. Luego detalló que en el primer año, el fraile obispo se dedicó a fundamentalmente a la ciudad capital. En tanto que en el segundo año de su ministerio, visitó todo el interior de la diócesis, que en ese momento comprendía toda la provincia de Córdoba y La Rioja. “Es notable que estuvo en muchas poblaciones del interior con una presencia pastoral, misionera, evangelizadora realmente impactante y que hoy también cobra especial relevancia. El Papa Francisco nos invita a ser una Iglesia de puertas abiertas para acoger a todos, y es lo que hacía Esquiú. Ser una iglesia en salida para llevar a todos el anuncio y el consuelo de la caridad de Jesús. Eso es lo que hizo Fray Mamerto toda la vida, pero también en su episcopado aquí, en Córdoba”, refirió.

Al hablar de las virtudes de Esquiú, sin dudarlo, Mons. Ñáñez señaló la humildad, afirmando que “como buen franciscano esto se ha manifestado, por ejemplo, en el hecho de que varias veces fue propuesto para ser nombrado obispo y él declinó. Hasta que cuando vio con claridad que el Papa se lo pedía, él interpretó que ahí estaba la voluntad de Dios. Y aceptó ser obispo de Córdoba”. Y añadió: “Se destaca su humildad pero una humildad que también florece en caridad, que es también destacable en la vida de este hombre”.

 

El estímulo de la santidad

En otro tramo de la entrevista, el arzobispo resaltó la importancia de tener un beato y el real valor que esto debe dejar en el pueblo fiel de Catamarca. En este sentido, dijo que tener un beato “es un gran aliento en la vida de la fe como comunidad, porque esto nos muestra que la santidad no es una quimera. Es una real posibilidad pero también es una ayuda, porque los beatos y los santos son nuestros intercesores delante de Dios. Y a la vez que nos plantea un desafío. Esto que llega no es para enorgullecerse sino para vivirlo como un estímulo y un desafío”.

Y agregó: “Es importante que esta beatificación no sólo sea vivida como un evento y que no quede en la memoria como una anécdota sino que sea recibida como una Gracia y como un estímulo. Una Gracia que sea recibida con humildad. No la merecemos pero el Señor nos la otorga y nosotros nos debemos esforzar y responder con generosidad”.

Sobre el final afirmó: “No hay que tener miedo a contagiar la santidad y el hacer conocer y amar más a Jesucristo. Esto es lo que apasionó a Fray Mamerto. Y esto para los catamarqueños tiene que ser una herencia preciosa a los pies de la Morenita del Valle, de la cual Esquiú fue devotísimo, como buen catamarqueño y como buen franciscano. Por eso por Fray Mamerto hacia la Virgen y por María, hacia Jesús”.

 

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