Esquiú obispo: “Una humildad que florece en caridad”
A semanas de celebrarse el Rito de Beatificación del entrañable fraile franciscano Mamerto Esquiú, y mientras se aceleran los corazones, el pasado sábado 14 de agosto, el Arzobispo de Córdoba, Mons. Carlos José Ñáñez, fue el encargado de reflexionar sobre la temática “Esquiú obispo”, durante el programa “María, 400 años de amor, junto a Esquiú”, de la Pastoral de Comunicación Social de Catamarca, que se emite por radio Valle Viejo.
El prelado cordobés destacó no sólo las virtudes del
franciscano catamarqueño sino también detalles de su intensa labor pastoral en
esa jurisdicción eclesiástica del siglo XIX, hoy arquidiócesis.
En este punto, Ñáñez recordó que “cuando estábamos preparando la beatificación de la Madre Tránsito Cabanillas, la fundadora de las Franciscanas Misioneras en Córdoba, un sacerdote que hizo una exposición hizo referencia al obispo Esquiú porque en ese momento, cuando se jugaban las escenas
fundamentales de la Madre Tránsito, estaba Esquiú. Entonces comentó que un visitante quería saber dónde vivía el obispo y le dieron la indicación que donde viera salir pobres, ahí vive el obispo. Es decir, un hombre humilde y de profunda caridad”.
Luego confió que una de las virtudes que más le impactan
de Esquiú como obispo es la de “su afán evangelizador”. Recordó que el
episcopado de Esquiú fue breve “pero intensísimo”. Luego detalló que en el
primer año, el fraile obispo se dedicó a fundamentalmente a la ciudad capital.
En tanto que en el segundo año de su ministerio, visitó todo el interior de la
diócesis, que en ese momento comprendía toda la provincia de Córdoba y La
Rioja. “Es notable que estuvo en muchas poblaciones del interior con una
presencia pastoral, misionera, evangelizadora realmente impactante y que hoy
también cobra especial relevancia. El Papa Francisco nos invita a ser una
Iglesia de puertas abiertas para acoger a todos, y es lo que hacía Esquiú. Ser
una iglesia en salida para llevar a todos el anuncio y el consuelo de la
caridad de Jesús. Eso es lo que hizo Fray Mamerto toda la vida, pero también en
su episcopado aquí, en Córdoba”, refirió.
Al hablar de las virtudes de Esquiú, sin dudarlo, Mons.
Ñáñez señaló la humildad, afirmando que “como buen franciscano esto se ha
manifestado, por ejemplo, en el hecho de que varias veces fue propuesto para
ser nombrado obispo y él declinó. Hasta que cuando vio con claridad que el Papa
se lo pedía, él interpretó que ahí estaba la voluntad de Dios. Y aceptó ser
obispo de Córdoba”. Y añadió: “Se destaca su humildad pero una humildad que
también florece en caridad, que es también destacable en la vida de este
hombre”.
El estímulo de la santidad
En otro tramo de la entrevista, el arzobispo resaltó la
importancia de tener un beato y el real valor que esto debe dejar en el pueblo
fiel de Catamarca. En este sentido, dijo que tener un beato “es un gran aliento
en la vida de la fe como comunidad, porque esto nos muestra que la santidad no
es una quimera. Es una real posibilidad pero también es una ayuda, porque los
beatos y los santos son nuestros intercesores delante de Dios. Y a la vez que
nos plantea un desafío. Esto que llega no es para enorgullecerse sino para
vivirlo como un estímulo y un desafío”.
Y agregó: “Es importante que esta beatificación no sólo
sea vivida como un evento y que no quede en la memoria como una anécdota sino
que sea recibida como una Gracia y como un estímulo. Una Gracia que sea
recibida con humildad. No la merecemos pero el Señor nos la otorga y nosotros
nos debemos esforzar y responder con generosidad”.
Sobre el final afirmó: “No hay que tener miedo a
contagiar la santidad y el hacer conocer y amar más a Jesucristo. Esto es lo
que apasionó a Fray Mamerto. Y esto para los catamarqueños tiene que ser una
herencia preciosa a los pies de la Morenita del Valle, de la cual Esquiú fue
devotísimo, como buen catamarqueño y como buen franciscano. Por eso por Fray
Mamerto hacia la Virgen y por María, hacia Jesús”.
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