El 17 de febrero, Miércoles de Ceniza, comienzan los 40 días en los que la Iglesia llama a los fieles a la conversión y a prepararse para vivir los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en la Semana Santa.
“...El gesto de cubrirse con
ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que
necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Lejos de ser un gesto
puramente exterior, la Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud del
corazón penitente que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario
cuaresmal...”, indica el "Directorio sobre la piedad popular y la
liturgia" de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los
Sacramentos.
Para esta ceremonia se
queman los restos de las palmas y olivos bendecidos el Domingo de Ramos del año
anterior. Las cenizas que se obtienen son rociadas con agua bendita.
Debido a la pandemia, la
imposición de las cenizas se hará de acuerdo con las normativas previstas por
la Iglesia. Durante el rito, el sacerdote dice las palabras bíblicas:
«Acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás», o «Conviértete y cree en
el Evangelio».
Se recuerda a los fieles
respetar las medidas sanitarias de distanciamiento entre las personas, el uso
obligatorio del barbijo y el alcohol desinfectante.
Signo
La ceniza, como signo de
humildad, le recuerda al cristiano su origen y su fin: "Dios formó al
hombre con polvo de la tierra" (Gn 2,7); "hasta que vuelvas a la
tierra, pues de ella fuiste hecho" (Gn 3,19).
En 2021, el Santo Padre
Francisco ilumina este tiempo especial con el tema “Mirad, estamos subiendo a
Jerusalén...” (Mt 20,18). Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza
y la caridad, que se desprende del mensaje que dirigió a los fieles católicos.
Ayuno
y abstinencia
En este día, en el que
comienza la Cuaresma, es obligatorio para los católicos el ayuno y la
abstinencia, como en el Viernes Santo.
El ayuno consiste en hacer
una sola comida al día. La abstinencia consiste en no comer carne o privarse de
algo que signifique un sacrificio.
Estos gestos penitenciales
son símbolo y expresión de una renuncia a todo aquello que nos impide realizar
en nosotros el proyecto de Dios.
El ayuno y la abstinencia,
junto con la oración y la caridad, han sido desde muy antiguo una
"práctica cuaresmal" como signo de la conversión interior a los
valores fundamentales del evangelio de Cristo.