1 y 2 de octubre
“La Dignidad Humana y el
Desarrollo Integral”
Nos reunimos en esta
cuadragésima Semana Social, esta vez en la Ciudad de Buenos Aires, bajo el lema
“La Dignidad Humana y el Desarrollo Integral” en un tiempo muy especial de
nuestra patria, con el desafío de “organizar la esperanza”.
Analizamos que la vigencia
plena de los derechos sociales es indispensable para ver la realización de la
dignidad en todos los habitantes de nuestra tierra y con ellos, esencialmente,
el universo del trabajo y la producción, el acceso a la tierra y sus bienes
Recordamos que una sociedad
justa es aquella que respeta y promueve la dignidad de todas las personas, y
que la iglesia tiene la responsabilidad de ser una voz profética que denuncie
las situaciones que la vulneran, como la pobreza, la exclusión, la explotación.
Tenemos presente que para la
construcción de ese bien colectivo es necesaria la equidad distributiva como
herramienta central para la construcción de la paz social y que el logro del
equilibrio social y ecológico debe realizarse a partir de los equilibrios
macroeconómicos, pero que debe ser el resultado del trabajo digno, en una
economía con desarrollo e inclusión, con un modelo que debe anteponer la
producción a la especulación, la distribución a la concentración y el
acaparamiento, el bien común a la rentabilidad sectorial.
Escuchamos a lo largo de las
dos jornadas un duro análisis de la crisis que atravesamos actualmente, con una
alta inflación con estancamiento económico y alto desempleo e informalidad, y
con una descomposición política que también es parte y causa de la misma.
Analizamos con preocupación
una oscilación pendular de políticas económicas desde la recuperación de la
democracia que no han logrado satisfacer la plena dignidad humana hasta ahora,
sabiendo que democracia y derechos humanos son valores indivisibles. También
insistentemente escuchamos la necesidad de un Estado presente, renunciando a la
autonomía absoluta del mercado para la recuperación sostenible y a largo plazo.
Un estado que debe tener tamaño adecuado y ordenado pero que no puede desentenderse
de los roles esenciales, como la educación pública.
Escuchamos con dolor las
cifras de la pobreza y la exclusión, tanto como del aumento del narcotráfico,
de la inseguridad, la grave y preocupante baja de los índices de vacunación, la
mayor penetración de las enfermedades en los barrios más pobres. Vimos que es
necesario fortalecer las políticas de integración socio urbana que cuiden y
preserven a los más pobres para que no siga creciendo exponencialmente entre
nuestros sectores más humildes el narcotráfico, la prostitución infantil, la
trata de personas, la violencia brutal en los barrios y todas las formas de
criminalidad organizada.
Recordamos que son necesarias
políticas buenas, estables, racionales y equitativas que afiancen la Justicia
Social para que todos tengan tierra, techo, trabajo, un salario justo y los
derechos sociales adecuados, para impedir la proliferación del descarte
material y el descarte humano que va dejando a su paso violencia y desolación.
Como sociedad hemos perdido la confianza en las instituciones, y con ello la
capacidad del diálogo, aumentando la judicialización de los conflictos.
Una y otra vez recordamos la
necesidad de un dialogo social, indispensable para la construcción de esas
políticas a largo plazo, que salgan de la mirada corta en términos electorales;
advirtiendo también que nuestro entramado social está dividido, con lenguajes
distintos, que dificultan el diálogo; que por ello debemos fortalecer la
escucha, aprender a escucharnos con humildad y esperanza, poder sumar las
fuerzas en la diversidad.
Compartimos que como
argentinos debemos hacer un pedido de perdón, cada uno en la extensión de su
responsabilidad, para así animarnos a la construcción del diálogo entre todos,
sin dejar nadie afuera. Debemos recuperar el sentido de comunidad, superando
los individualismos, fortaleciendo la organización comunitaria, las
experiencias de salvación comunitaria, sabiendo que la realidad debe
transformarse a diario en cada lugar del territorio.
Nos interpelaron
particularmente los jóvenes con su mirada de esperanza, sus propuestas, anhelos
y sueños, convocándonos para hacer efectivo ese amor social en nuestra vida
cotidiana, desde la construcción territorial, porque esos valores universales
crecen desde las raíces de nuestro pueblo, desde su propia belleza que aporta
un nuevo plano al poliedro maravilloso de la familia humana y la casa común.
Pedimos junto a la Virgen
Reina de la Paz, que nos conceda la sabiduría del diálogo y la alegría de la
esperanza que no defrauda, para que sigamos diciendo: ¡Argentina! ¡Canta y
camina!
Comisión
Episcopal de Pastoral Social