En una emotiva ceremonia litúrgica llevada a cabo el martes 1 de octubre en la capilla del Monasterio Inmaculada del Valle, celebraron la acción de gracias por sus 50 años de consagración a Dios, Sor María Teresita Florentín, monja dominica oriunda de Paraguay y nacionalizada argentina, y Rosa Aredes, laica consagrada del Instituto Secular Cristífero, quien trabaja pastoralmente en La Merced, departamento Paclín.
La Santa Misa fue presidida
por el obispo diocesano Mons. Luis Urbanč, y concelebrada por el vicario
general, padre Julio Murúa; los párrocos de Santa Rosa de Lima, Sagrado Corazón
de Jesús, San Antonio de Padua y San José de Piedra Blanca, padres Marcelo
Amaya, Salvador Acevedo, Ángel Nieva y Carlos Robledo, respectivamente; y el
sacerdote dominico Daniel Gordillo.
Acompañaron a las felices
consagradas, familiares y amigos, que se reunieron en torno al altar para dar
gracias a Dios por su servicio en nuestra Diócesis de Catamarca.
En su homilía, el Obispo
reflexionó sobre el Evangelio según san Lucas 10, 38-42, que relata el momento
en el que las hermanas Marta y María reciben a Jesús en su casa, la primera
estaba abocada a los quehaceres mientras la otra escuchaba al Señor. Marta le
señala que su hermana no la estaba ayudando en las muchas tareas, entonces Jesús
le responde: «Marta, Marta, te preocupas
y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola.
María ha elegido la parte buena, que no le será quitada». Tomando este
pasaje evangélico les dijo que ellas son las Marías que eligieron entregar su
vida totalmente al Señor para servirlo a Él y a los hermanos.
También destacó la gracia que significa
la presencia del Monasterio de las monjas dominicas desde hace 45 años, acompañando
con su oración y su testimonio la vida de fe en nuestra diócesis. Son muchos
años de servicio y de entrega bajo el carisma de su fundador Santo Domingo de
Guzmán, y el amparo de Nuestra Madre del Valle, patrona de esta comunidad religiosa.
Durante la celebración
eucarística, Sor María Teresita y la hermana cristífera Rosa renovaron su
profesión y acercaron al altar las ofrendas del pan y del vino.
Luego de alimentarse con la
Sagrada Eucaristía, el Obispo impartió la bendición final a todos los presentes.
Ambas consagradas recibieron
el afectuoso saludo de los participantes de la Eucaristía, al que se une toda
la comunidad diocesana, agradeciendo su respuesta al llamado para entregar sus
vidas a Dios, siguiéndolo en pobreza, castidad y obediencia, y haciendo de sus
vidas una ofrenda en el silencio, la oración, la alabanza, la adoración y la
acción de gracias.
Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca / @DiocesisCat