Hoy celebramos el Día del Profesor, que coincide con la
muerte de José Manuel Estrada (17-09-1897). En su figura se destaca la
firmeza ética, la claridad de sus ideas, el fervor para comunicarlas y
sostenerlas, y las páginas escritas sobre la educación de la juventud, fuentes
fundamentales de referencias pedagógicas y de formación moral.
Fue uno de los más destacados intelectuales de la segunda
mitad del siglo XIX. Historiador por vocación y de formación autodidacta, católico
coherente, periodista y político encumbrado.
Su educación formal la desarrolló en el Colegio de San
Francisco, donde aprendió filosofía, teología, religión y humanidades. A través
de esta enseñanza, Estrada se formó como un auténtico católico, al punto que,
por su coherencia con la fe, se destacó como político. Escribió su obra “El
catolicismo y la democracia”, exponiendo que la democracia y la religión son
compatibles.
Haciendo presente a este educador, firme defensor del
pensamiento católico, quiero reconocer la labor de cada uno de los profesores
que diariamente se dedican con afán a
cultivar el espíritu de sus alumnos y a desarrollar valores que guíen sus
acciones y decisiones.
Agradezco su dedicación y entrega,
especialmente en esta época en que se demanda una capacitación permanente para
actualizar el conocimiento. Sobre todo, teniendo en cuenta que “la educación se presenta hoy como
una tarea compleja, desafiada por rápidos cambios sociales, económicos y
culturales”. En este ambiente, “su misión específica sigue siendo la formación
integral de la persona humana… la posibilidad de desarrollar armónicamente las
propias dotes físicas, morales, intelectuales y espirituales” (Carta
Circular sobre la Enseñanza de la Religión en la Escuela-Vaticano).
Todo profesor ha de ayudar a perfeccionar el sentido de
responsabilidad, a aprender el recto uso de la libertad y a participar
activamente en la vida social. Una enseñanza que desconozca o que ponga al
margen la dimensión moral y religiosa de la persona sería un obstáculo para una
educación completa.
Esta tarea de Ustedes, para ayudar a formar personas íntegras
con todas sus capacidades desarrolladas, es loable, admirable e invalorable.
Para ello siempre tienen la ayuda del Maestro por excelencia, quien siempre
está extendiendo su mano a quienes trabajan por el bien del otro.
Seguramente, al final del camino, el fruto de ese
modelaje de la persona a través de la educación integral será el premio que los
aliente a seguir redoblando los esfuerzos por brindar a los adolescentes y
jóvenes aquello que los edificará como personas útiles a su prójimo y a la
sociedad.
Mons. Luis Urbanč
8º
Obispo de Catamarca