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17 septiembre 2012

Salutación a los Profesores en su día



Hoy celebramos el Día del Profesor, que coincide con la muerte de José Manuel Estrada (17-09-1897). En su figura se destaca la firmeza ética, la claridad de sus ideas, el fervor para comunicarlas y sostenerlas, y las páginas escritas sobre la educación de la juventud, fuentes fundamentales de referencias pedagógicas y de formación moral.
Fue uno de los más destacados intelectuales de la segunda mitad del siglo XIX. Historiador por vocación y de formación autodidacta, católico coherente, periodista y político encumbrado.
Su educación formal la desarrolló en el Colegio de San Francisco, donde aprendió filosofía, teología, religión y humanidades. A través de esta enseñanza, Estrada se formó como un auténtico católico, al punto que, por su coherencia con la fe, se destacó como político. Escribió su obra “El catolicismo y la democracia”, exponiendo que la democracia y la religión son compatibles.
Haciendo presente a este educador, firme defensor del pensamiento católico, quiero reconocer la labor de cada uno de los profesores que diariamente se dedican con afán a cultivar el espíritu de sus alumnos y a desarrollar valores que guíen sus acciones y decisiones.
Agradezco su dedicación y entrega, especialmente en esta época en que se demanda una capacitación permanente para actualizar el conocimiento. Sobre todo, teniendo en cuenta que “la educación se presenta hoy como una tarea compleja, desafiada por rápidos cambios sociales, económicos y culturales”. En este ambiente, “su misión específica sigue siendo la formación integral de la persona humana… la posibilidad de desarrollar armónicamente las propias dotes físicas, morales, intelectuales y espirituales” (Carta Circular sobre la Enseñanza de la Religión en la Escuela-Vaticano).
Todo profesor ha de ayudar a perfeccionar el sentido de responsabilidad, a aprender el recto uso de la libertad y a participar activamente en la vida social. Una enseñanza que desconozca o que ponga al margen la dimensión moral y religiosa de la persona sería un obstáculo para una educación completa.
Esta tarea de Ustedes, para ayudar a formar personas íntegras con todas sus capacidades desarrolladas, es loable, admirable e invalorable. Para ello siempre tienen la ayuda del Maestro por excelencia, quien siempre está extendiendo su mano a quienes trabajan por el bien del otro.
Seguramente, al final del camino, el fruto de ese modelaje de la persona a través de la educación integral será el premio que los aliente a seguir redoblando los esfuerzos por brindar a los adolescentes y jóvenes aquello que los edificará como personas útiles a su prójimo y a la sociedad.

                                                                      Mons. Luis Urbanč
                                                                                    8º Obispo de Catamarca