“La Diócesis de Catamarca está
muy feliz porque uno de sus miembros ya goza de la presencia de Dios que tanto
anheló”, expresó Mons. Luis Urbanc en su homilía.
En la soleada mañana del
miércoles 19 de julio, la comunidad catamarqueña le dio el último adiós a Rina
del Valle Quiroga, cuyos restos mortales fueron velados desde temprano en la
Catedral Basílica, a los pies de la Madre del Valle, a quien sirvió con amor y entrega
generosa.
Se vivió una jornada especial,
con la Bajada de la Sagrada Imagen cuatro veces centenaria desde su Camarín
hasta el Presbiterio, en brazos del Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, quien
presidió misa exequial, concelebrada por una decena de sacerdotes del clero
local y otros venidos de provincias vecinas, que llegaron especialmente para
despedir a la querida Rina.
El Santuario, testigo de su
incansable labor de cada día, fue colmado amigos, servidores de las distintas
áreas del Santuario, miembros de instituciones y movimientos eclesiales, y fieles
en general, que acompañaron a los familiares en este momento de dolor por la
partida y de esperanza cristiana.
En el inicio de su homilía,
Mons. Urbanc agradeció a Dios “el regalo de tanta paz que nos otorga y también
se lo agradezco a Rina porque no me cabe duda que ella intercede para que
tengamos paz, para que vivamos este momento de su paso de esta vida a la otra
con mucha serenidad. La fe nos sostiene,
da la alegría de la Pascua. Nuestra querida Rina está participando de la Pascua
de Jesús. Hoy despedimos estamos despidiendo a un justo, a alguien que ha
vivido en la presencia de Dios, que ha amado entrañablemente a Dios y lo ha expresado
a través del amor a la Virgen, a tal punto que esa imagen que ella tanto ha cuidado,
a la que se consagró durante 25 años, está acá, en el Presbiterio. Cuánto ha
engalanado esta Imagen, cuánto nos ha enseñado a amar a María”.
Pidió a Rina que “desde el Cielo
nos ayudes a ser santos, a ser servidores, a vivir con la fe alegría y
esperanza. Ella es esta justa que entra llena de luz y victoriosa al Cielo
donde María Santísima, no ya con esta imagen sino Ella en persona la abraza, la
acoge, y que seguramente hoy Rina está admirada viendo que María está ataviada
con unas vestiduras que nada tienen que ver con lo que ella con tanto
sacrificio ha hecho en la tierra, solamente una
pequeña muestra de la belleza,
del equilibrio, de la armonía como está revestida María en el cielo, la Reina
coronada por el Padre, el Hijo y Espíritu Santo”.
“Ella está en paz y porque
ella está en paz, nosotros tenemos paz. La pidamos a Rina que desde el Cielo
nos ayude a amar más y mejor cada día, con fidelidad, y si nosotros
llevamos la
vida de oración, de entrega, de trabajo, que tuvo Rina podremos ser fieles. Donde
hay amor nadie se excusa, éste es el legado que nos deja nuestra querida Rina”,
manifestó el Obispo.
Mencionando el texto de Pablo
en el que da gracias a Dios por la victoria que dio por medio de Jesucristo, dijo
que “estamos despidiendo a una gran vencedora, no porque ella tenía fuerzas, pequeña,
frágil su fuerza está en Cristo Jesús, en el amor a la Virgen, y en esta
conjunción de Jesús y María encontramos en Rina a una mujer fuerte. Y esto nos debe
llevar a seguir venciendo a la muerte, porque cuando miramos en serio a Dios,
nos entregamos a Él, la victoria del amor sobre el odio y el egoísmo, la
victoria de la luz sobre la oscuridad,
de la verdad sobre el error, es palpable”.
“Un
precioso grano de trigo trabajado por Dios”
Tomando otra imagen de las
Sagradas Escrituras expresó: “Jesús en el Evangelio nos decía que si el grano
de trigo que cae en tierra no muere queda solo, pero si muere da muchos frutos.
A este precioso granito de trigo de nuestra querida Rina, Dios lo vino trabajando
mucho tiempo, 92 años lo trabajó, y hoy es depositado en la tierra y va a dar
mucho fruto”.
Luego peticionó: “Querida Rina,
te pido que si estás al lado de tu amado Jesús, al lado de tu amada María, nos
concedas a nuestra diócesis muchas y santas vocaciones sacerdotales, muchas y
santas vocaciones dedicadas a este Santuario, para atender a nuestros
peregrinos”.
Al referirse a las
celebraciones por los 400 años del hallazgo de la imagen de la Virgen del
Valle, en 2020, dijo que “Rina se nos fue para ayudarnos a preparar las fiestas
desde allá. Ojalá que tengamos la mirada grande, generosa, esperanzada, como la
de ella, para que veamos esos frutos, para que si vemos cambios en miembros de
nuestra familia, de nuestra sociedad o en los lugares de trabajo, en nuestras
parroquias, sepamos que Rina tiene mucho que ver con esto, porque estaba ya
desde la tierra muy unida a Jesús y a María”.
Finalmente, el Pastor
Diocesano rogó a Nuestra Madre “que no nos haga perder la alegría, que
sonriamos por este triunfo de Rina, que le transmitamos a todos que la Diócesis
de Catamarca está muy feliz porque uno de sus miembros ya goza de la presencia
de Dios que tanto anheló. He tenido diálogo con ella a solas y me expresaba: ‘Cuánto
deseos tengo de estar ya con mi Madre en el Cielo’, y no es huida sino cumplir
con la vocación que Dios nos dio en el santo bautismo. Estar con el Resucitado,
participar de su gloria, en compañía de todos los santos y la santa por
excelencia, Nuestra Madre, la Santísima Virgen María”.
Luego de la comunión, los
sacerdotes bajaron del presbiterio para acompañar la bendición del féretro donde
descansan los restos mortales, que impartió el Obispo Diocesano.
Antes de que la Virgen del
Valle regrese a su Camarín, Mons. Urbanc acercó la bendita imagen a sus
hermana, quien con profunda emoción, se estrechó en un abrazo con la Morenita
del Valle.
Gran cantidad de personas
despidieron a Rina Quiroga desde el atrio de la Catedral Basílica, con un sentido
aplauso, mientras repicaban las campanas del Santuario.