Devotos
desbordados de emoción participaron desde sus
hogares de la histórica Procesión de la Virgen
Mons.
Urbanč le pidió a la Virgen del Valle que nos ayude para que la beatificación
de fray Mamerto interpele las conciencias de los argentinos y seamos verdaderos
ciudadanos.
En la serena tarde del
domingo 26 de abril, marcando el epílogo de los días de gracia vividos durante
el Septenario en honor de la Virgen del Valle, las puertas de la Catedral
Basílica y Santuario Mariano se abrieron dando paso a la Imagen cuatro veces
centenaria de la Madre Morena, para iniciar su marcha en una procesión
histórica, atípica, en este tiempo atravesado por la pandemia que afecta al
país y al mundo entero.
Desde la plaza principal de
San Fernando del Valle, la Gracia del Valle se irradió a miles de hogares
catamarqueños, que se hicieron millones con los peregrinos y devotos de todo el
país y del mundo, a quienes la tecnología les permitió palpitar de sus lugares
de residencia este acontecimiento trascendente en la rica historia de 400 años
en este valle
del Nororeste Argentino.
Con la señal de la Cruz y
alabanzas a Jesucristo y la Santísima Virgen, comenzó la Solemne Procesión en
honor de Nuestra Madre del Valle. La misma fue presidida por el Obispo
diocesano, Mons. Luis Urbanč, y contó con la presencia de algunos sacerdotes,
entre ellos el Vicario General, Pbro. Julio Quiroga del Pino, y el Rector del
Santuario, Pbro. José Antonio Díaz, como también de autoridades civiles
encabezadas por el Gobernador de la provincia, Lic. Raúl Jalil, y el intendente
municipal de Capital, Dr. Gustavo Saadi,
los legisladores nacionales Silvana Ginocchio, Lucía Corpacci y Dalmacio Mera,
y representantes de las fuerzas de seguridad.
Durante la animación, los
guías saludaron con júbilo a los hermanos y hermanas de todo el país o que se
encuentran en el extranjero que, a través de los medios de comunicación y las
redes sociales, participaban de esta Solemne Procesión desde sus hogares o
lugares trabajo, con el corazón lleno de amor.
En el marco de este Año
Mariano Nacional, convocado por los obispos argentinos para vivir intensamente la
gracia del Jubileo por los 400 años de la presencia de la Sagrada Imagen de la
Virgen del Valle en Catamarca, comenzó esta manifestación pública de fe con la
multitudinaria presencia “virtual” de los
devotos de la Madre Morena.
Las circunstancias
sanitarias llevaron a que el Septenario en honor de la Virgen del Valle de este
año 2020 fuera distinto, histórico, vivido con la misma o mayor devoción
respecto de sus ediciones anteriores. Su cierre no fue diferente. Las
expresiones de amor, los pedidos y agradecimientos, el fervor y la piedad se
hicieron sentir con fuerza en las redes sociales y sitios web que retransmitían
esta ceremonia.
Luego de proponer que cada
hijo de la Virgen renueve sus compromisos familiares y comunitarios bajo la
consigna “Con María, servidores de la Esperanza”, lema de este Año Mariano, los
guías recordaron, entre otras gracias, que desde “hace más de 400 años
elegiste, Madre, esa morada para cuidar a los naturales que ya te conocían como
la Madre
de Dios y su propia Madre, por la prédica de los primeros
evangelizadores”. Y se preguntaban: “Madre, ¿cómo llegaste hasta la Gruta? No
lo sabemos. Lo cierto es que allí estabas, dando y recibiendo mucho amor”.
Después, citaron palabas de
quien fuera ° obispo de Catamarca, Mons. Servando Tortolo: “…Los ojos de Dios
desde toda la eternidad se detuvieron en un valle futuro. No existía la Tierra,
no existía Catamarca. Y Dios detuvo su mirada misericordiosa sobre este valle
inexistente aún, y lo marcó con un signo de su amor. Sobre él volcaría una
gracia singular: el Don infinito de su Madre, y por
obra de la Madre haría de
él un Valle de gracias y no de lágrimas”.
Continuaron los cantos y se
saludó de un modo especial, a los enfermos, ancianos y a los privados de la
libertad.
“¡Esta Fiesta de Nuestra
Madre es una alegría desbordante que la aflicción de la pandemia y los
problemas cotidianos no pueden opacar, empañar, ni menguar, sino que animan más
a nuestros corazones para encontrarnos con Ella, Esperanza nuestra, y confiar
en su intercesión y protección maternal!”, manifestaron con júbilo los guías.
“La Fiesta de este Jubileo,
no la podíamos ni siquiera imaginar. Esta Fiesta de la Virgen del Valle es más
grande, multitudinaria y hermosa, porque se celebra en todos los hogares de la
Argentina”, agregaron.
Y se refirieron a un gran
regalo de parte de Dios que en este Jubileo recibimos: “Gracias, Madre, por
acercarnos de tu Hijo Jesús, la hermosa noticia, que la Iglesia reconoció un milagro
por intercesión de un hijo dilecto de Catamarca que, desde su humildad
franciscana, con santidad sirvió a Dios y a la Patria… que Fray Mamerto Esquiú
pronto será Beato de la Iglesia Católica”.
SalIda de la Sagrada Imagen
El canto preanunció el
momento más esperado en todos los rincones del país. El redoblar de campanas de
la Catedral acompañó su caminar por la nave central del templo hacia el atrio,
llevada por primera vez por integrantes del Grupo Kuntur de la Policía de la
Provincia. En cada casa, en cada lugar desde donde se seguía la transmisión,
los corazones latieron con intensidad, se levantaron los pañuelos y las
lágrimas rodaron por miles y miles de rostros, porque la Sagrada Imagen de
Nuestra Madre del Valle salía desde el interior de su Santuario acompañada por
el Obispo y sacerdotes.
“¡Aquí está! Nuestra Madre
bellísima, nuestra Señora y Reina; nuestra “Mama Achachita”, dispuesta a
encontrarse con cada corazón palpitante de cada hijo e hija suyos”, dijeron los
guías también emocionados.
Se pronunciaron vivas y se rezó
un párrafo de la oración del Año Mariano: “Madre Preciosa, recibe todo el
cariño de este Pueblo Argentino que siempre experimentó tu presencia amorosa y
tu valiosa intercesión”.
“…Tu manto bordado de
gracias divinas, a nuestra Argentina propicie su luz”, cantaban unidas las
voces de toda la Nación.
Entonces comenzó la
Procesión. “«María Madre del Pueblo Esperanza nuestra», camina con nosotros”,
pedían los guías, citando el tema del Congreso Mariano Nacional que se iba a
realizar estos días y fue suspendido para que no se extienda más la pandemia.
El canto y el rezo del Santo
Rosario marcaron el comienzo del recorrido alrededor de la plaza 25 de Mayo.
Mientras se desgranaban los
misterios Gloriosos -rezados por niños, jóvenes, adultos y adultos mayores- se
fueron contemplando recordados milagros concedidos por Dios, por la intercesión
de la Madre, que se conocen como las Maravillas de la Virgen del Valle.
El pedido realizado en el
primer misterio, que medita la Resurrección del Señor, fue “por el fin de la pandemia,
por los hombres y mujeres que luchan por defender la vida, la salud, la
seguridad, la educación, y los medios indispensables para la humanidad”.
Luego del canto comenzó el
rezo del segundo misterio glorioso, la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo al
Cielo”, en el que se pidió “por los frutos de este Año Mariano Nacional en el
corazón de cada uno de los argentinos, Jubileo que nos lleve a un compromiso
real y transformador para con la Iglesia y con la Patria”.
La marcha de la Venerada
Imagen, acompañada físicamente por sólo un grupo de personas, pero por una
inmensa cantidad de devotos frente a pantallas o aparatos de radio, avanzaba
irradiando amor, paz, esperanza.
Cuando la Sagrada Imagen
llegaba a la esquina de San Martín y Rivadavia comenzó el rezo del tercer
misterio Glorioso: “la presencia del Espíritu Santo sobre María Santísima y los
Apóstoles”, y se rogó “por todos los que tienen la responsabilidad de tomar
decisiones en la Iglesia y en la Patria, para que sean dóciles al Espíritu de
Dios, y sus decisiones sean en bien de todo ser humano, especialmente de los
más vulnerables y necesitados”.
En el cuarto misterio
Glorioso, la Asunción de María en cuerpo y alma al Cielo”, se pidió “que nunca
nos falte la visión sobrenatural de los acontecimientos que vivimos día a día.
Que conducidos por María sepamos que la vida tiene vocación de Eternidad, vocación
de Cielo”.
Cuando la Imagen se
encontraba sobre calle República, se contempló a “María coronada como Reina y
Señora de la Creación”, en el quinto misterio Glorioso, pidiendo “que, como
discípulos de Jesús e hijos de María, seamos serviciales con todos nuestros
hermanos, dándole sentido a nuestra vida a través del amor vivido concretamente,
sirviendo a la vida”. Y cuando iba finalizando este misterio las campanas
echaron a vuelo nuevamente.
La Virgen llegó al Paseo de
la Fe en medio de cantos, vivas y aplausos. Entonces se oró por las intenciones
del Santo Padre, el Papa Francisco y se rezó la Salve.
La Venerada Imagen fue
ubicada en el atrio de su Santuario y seguidamente el Obispo Diocesano ofreció
el mensaje de cierre de este Septenario.
Mensaje de Mons. Urbanc
“Con esta austera procesión
damos por concluido este Septenario en honor a nuestra bienamada Madre, a la
que agradecemos el habernos acompañado a lo largo de estos 400 años en este
Valle de Luz, Amor y Vida”, comenzó diciendo en su mensaje de cierre del
Septenario, el Obispo Diocesano.
Y prosiguió: “Antes que nada
saludo de corazón y agradezco a todos los que de una u otra manera han seguido
estas celebraciones, han participado de ellas con sus intenciones, buena
disposición, difusión y sincero amor a la Virgen María, y a todos los que
colaboraron para socializar por medio de las redes esta gran fiesta dentro del
Año Mariano Nacional, que culminará el 8 de diciembre”.
Después, mirando la imagen
de la Pura y Limpia Concepción, comprometió a quienes lo escuchaban “a seguir
profundizando el Misterio de la Virgen Madre a lo largo de los meses venideros,
para internalizar y agradecer tantas bendiciones recibidas por su intercesión”,
y caminar juntos la década que comenzamos para celebrar a la Madre en su advocación
de Virgen de Luján, Patrona de Argentina, “que en el 2030 cumplirá los 400 años
de haberse quedado a la vera del Río Luján para acompañar, consolar y guiar a
sus hijos de ésta, nuestra Patria bendita”, expresó.
Volviendo la mirada a la
Madre Morena del Valle, le agradeció “por escucharnos en las horas felices y
tristes de la vida, por abrazarnos para que cultivemos la fraternidad entre
nosotros, por cobijarnos bajo tu manto para protegernos de las amenazas del
maligno y de los males de este mundo, y por convocarnos en tu casa para atender
de cerca todos los requerimientos de tus hijos, ya que tenemos la certeza de
que jamás desoyes súplica alguna que se dirige a Ti”.
Y concluyó conmovido: “Gracias
por la feliz noticia de que pronto nos alegraremos de contar formalmente entre
los beatos a nuestro querido comprovinciano, fray Mamerto Esquiú. Ayúdanos con tu intercesión para que su
beatificación interpele las conciencias de todos los argentinos en orden a que
seamos verdaderos ciudadanos, custodios de nuestra Casa Común”.
Posteriormente se entonaron
las estrofas del Himno Nacional Argentino y del Himno a Catamarca, mientras las
imágenes mostraban el flamear de la bandera en la plaza central de la Capital
catamarqueña, la que después fue arriada acompañada del respetuoso silencio de
los presentes.
A continuación, se rezó la Oración
del Año Mariano Nacional y Mons. Urbanč impartió la bendición apostólica con
indulgencia plenaria en la forma acostumbrada por la Iglesia, a todos los
presentes y a quienes participaron de estas fiestas por medios de comunicación
y redes sociales.
Más emotiva que nunca fue la
ceremonia de ingreso de la Sagrada Imagen al templo, para ser llevada luego -en
brazos del Obispo- hasta su trono permanente en el Camarín, cuando se escuchaba
“Adiós, Reina del Cielo”. Las campanas vibraron nuevamente para despedir a la
Madre hasta las celebraciones de diciembre, cuando vuelva a Bajar para reunirse
más íntimamente con sus amados hijos.
La emoción desbordaba los
corazones de todos, tanto los que se encontraban en el Santuario como los que
seguían la transmisión desde sus hogares. Como en tantos momentos de este acto
de culto a la Santísima Virgen, las lágrimas cubrían las mejillas de los hijos
suplicantes y el canto final casi no se podía entonar de tanto fervor.
Así concluyó esta histórica
Procesión en honor de Nuestra Madre del Valle, que será inolvidable para
cuantos tuvieron la dicha de vivirla de un modo distinto, según los designios
de Dios.