“No
hay Eucaristía sin comunidad, ni
Iglesia sin servicio y sin amor”
Durante la noche del Jueves
Santo, 9 de abril, se celebró la Misa de la Cena del Señor, en que se conmemoró
la Institución de la Eucaristía y del Sacerdocio, y marcó el inicio del Triduo
Pascual, que conduce a la Pascua de Resurrección.
La misma fue presidida por
el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por el Vicario General
de la Diócesis, Pbro. Julio Quiroga del Pino; el Rector de la Catedral Basílica
y Santuario de la Virgen del Valle, Pbro. José Antonio Díaz; y el Capellán,
Pbro. Juan Orquera, en el Altar Mayor del templo catedralicio.
A raíz de la distancia que
deben guardar las personas, según lo establecido por las autoridades sanitarias
debido a la pandemia, la liturgia, a diferencia de otros años, no incluyó la
ceremonia del lavatorio de los pies, que realiza el Obispo imitando el gesto
humildad de Jesús, quien hizo lo propio con los apóstoles.
En este contexto especial
marcado por la situación sanitaria, los fieles participaron desde sus hogares a
través de radio Valle Viejo y sus plataformas digitales, la TV Pública
Catamarca y las redes sociales de la Catedral Basílica y del Obispado de
Catamarca.
Al comenzar su homilía,
Mons. Urbanc recordó un hecho histórico. Cuando Edwin Aldrin -el hombre que
llegó a la luna por primera vez junto a Neil Armstrong- llevó en ese viaje tan
único, el Cuerpo y la Sangre del Señor para comulgar cuando pisara ese
satélite.
Después manifestó: “Hoy,
predicamos y se predicará, en todos los templos católicos, con gran entusiasmo
sobre la primera Eucaristía celebrada en el Cenáculo, sin embargo, con dolor lo
digo, cada día son
menos los que la recuerdan y celebran”.
Más adelante, nuestro Pastor
Diocesano se refirió a las lecturas proclamadas. “Nos encontramos a punto de
iniciar «la hora de Jesús», que es como designa san Juan el misterio de su
Pasión, Muerte y Resurrección, con la que dará su testimonio definitivo de amor
a su Padre y a los hombres. En este contexto cobran un profundo significado los
ritos narrados en el libro del Éxodo con los que la familia judía celebraba la
alianza del Señor para recordar, de generación en generación, que el amor de
Dios es eterno. Así también Pablo,
cuando escribe a los Corintios refiriendo la institución de la Eucaristía, lo
hace con suma veneración, respeto y seriedad, puesto que del mismo Señor la
recibió y con fidelidad la trasmitió”.
En otro momento de su
homilía, reflexionando sobre el gesto de Jesús de lavar los pies de sus
discípulos, el Obispo afirmó: “En la cena del Jueves Santo, Jesús nos enseña
con palabras y acciones que el culto se lo tenemos que dar a través del
servicio a los pobres. «Todo lo que hayan hecho al más pequeño de éstos
hermanos míos, lo han hecho conmigo». Ese es el culto que le agrada y premia.
Jesús, despojado del vestido de la gloria de la divinidad, se revistió de
nuestra humanidad, se puso el delantal, se arrodilló, se hizo el más pequeño de
todos y en la cruz, despojado
de todo, expiró como el mayor servidor de todos”.
“Lavar los pies de los demás
simboliza vivir la vida como servicio, como perdón y como donación. Dejarse
lavar los pies simboliza dejarse perdonar por Dios y por los demás,
purificación interior y sanación de nuestras motivaciones egoístas y ególatras.
Como no hay Eucaristía sin comunidad, tampoco hay Iglesia sin servicio y sin
amor”, agregó luego.
Hacia el final de sus
palabras pidió que “esta sencilla Misa vespertina, la procesión con el
Santísimo, la breve adoración que haremos aquí y la vigilia de oración que
ustedes harán en sus hogares nos ayuden a dar un paso firme y decisivo en la
comprensión de este Amor”.
Adoración
al Santísimo
Luego de la comunión, se
realizó un breve momento de adoración al Santísimo Sacramento, en el mismo Altar
Mayor donde se celebró el banquete eucarístico. No hubo procesión, ni Monumento
donde se suele exponer a Jesús Sacramentado para su adoración por varias horas
o durante toda la noche. Tampoco se pudo realizar la tradicional visita a las 7
iglesias.
Por ello, Mons. Urbanc
invitó a las familias a que continúen acompañando a Jesús en sus hogares, tal
como Él lo pidió a sus discípulos en el Huerto de Getsemaní.
Tras la bendición con el
Santísimo, se rezó la Oración del Año Mariano Nacional a los pies de la Madre
del Valle, quien fue honrada con el canto.