En
el corazón de cada hogar se palpitó con fuerza
la apertura de la Fiesta de la Virgen
Mons. Urbanc llamó a “que
aprendamos a valorar y a forjar lo que dignifica y da sentido a nuestra vida”. La
ceremonia fue seguida desde los hogares a través de los medios de comunicación
y las redes sociales.
Durante la tarde del sábado
18 de abril, las puertas de la urna del Camarín de la Catedral Basílica y
Santuario Mariano volvieron a abrirse para que la Imagen de la Virgen del Valle
bajara hasta el Presbiterio, dando inicio solemne a la Fiesta por los 129 años
de la Coronación Pontificia, ocurrida el 12 de abril de 1891, en el Año Jubilar
Diocesano y Año Mariano Nacional por los 400 años de su presencia entre
nosotros.
En este tiempo marcado por
la pandemia, el templo catedralicio permaneció apenas con un puñado de
sacerdotes y algunos colaboradores, autoridades civiles, pero en los hogares
catamarqueños y del país, miles de fieles y devotos dijeron presente, frente a
los altares domésticos montados con amor para honrarla. Pendientes de la radio,
la televisión, el youtube y las redes sociales, siguieron con los corazones
inflamados de amor las diferentes instancias de esta tradicional ceremonia, que
se repite dos veces al año.
En brazos del Obispo
Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y acompañada por el Vicario General de la
Diócesis, Pbro. Julio Quiroga del Pino; el Rector de la Catedral Basílica y
Santuario Mariano, Pbro. José Antonio Díaz; entre otros sacerdotes, la Reina
Morenita inició su descenso desde el Camarín, que la guarda durante la mayor
parte del año, hasta que llegó al Presbiterio, donde dos veces al año permanece
por espacio 7 días en abril y 9 en diciembre, para recibir la veneración de sus
hijos.
También estuvieron presentes
unas pocas
autoridades civiles, encabezadas por el Gobernador de Catamarca,
Lic. Raúl Jalil, y el Intendente de Capital, Dr. Gustavo Saadi.
Los pañuelos en alto, los
aplausos y los vivas resonaron en los hogares y volaron hacia la Casa de la Madre,
en un abrazo a la distancia pero con la cercanía de la fe y la devoción intacta
hacia la Madre Protectora.
Cuando la Sagrada Imagen
cuatro veces centenaria fue colocada en la urna festiva, se rezó el Santo
Rosario, la oración por excelencia que los católicos elevan a la Madre de
Jesús.
Luego del rezo de la Oración
del Año Mariano Nacional y las Letanías, el Obispo impartió su bendición dando
por concluida la ceremonia de la Bajada.
Seguidamente, comenzó la
Santa Misa, en la que los comunicadores rindieron su homenaje desde sus hogares
con sus familias.
“Que
sepamos reacomodar la escala de valores”
“Una vez más la Virgen del
Valle nos ha congregado en torno a Ella para reafirmarnos su fidelidad de
Madre, su Fraternidad en la Fe, su Cercanía con los Pobres y su Testimonio de
ejemplar Discípula de Jesucristo”, expresó el Obispo diocesano, en el comienzo
de su predicación.
Luego señaló lo inesperado
de la situación que estamos viviendo, que entre otras consecuencias llevó a
suspender la realización del IV Congreso Mariano Nacional, pero que, “no
obstante, continuamos viviendo y recibiendo las Gracias propias del Año Mariano
Nacional”, ponderó.
Más adelante se refirió a
las lecturas bíblicas proclamadas en la Santa Misa, correspondiente al 2°
domingo de Pascua. “Los textos bíblicos que han sido proclamados nos orientan a
meditar e internalizar la revolución que provocó en la historia humana el
inaudito e impensable hecho histórico de la Resurrección de Jesucristo, el Hijo
de Dios hecho hombre, gracias al generoso y valiente SÍ de la Virgen María”,
afirmó para luego señalar que “sin este
acontecimiento, muy bien testimoniado,
hoy no estaríamos aquí reunidos, ni existiría en los anales de la historia el
recuerdo del ajusticiado Jesús de Nazaret, ni menos alguna alusión a la madre
de ese pobre carpintero, que murió como tantos otros inocentes o culpables a lo
largo de la tan cruel historia que los humanos vamos urdiendo al margen de los
saludables preceptos divinos”.
Pasó a meditar el mensaje
del fragmento de los Hechos de los Apóstoles que se había leído y seguidamente
manifestó: “En los escritos bíblicos se destaca siempre, como primer aspecto
para acceder a la fe y para pertenecer al Pueblo de la Alianza, la necesidad de
la escucha, ‘Shemá, Israel’ (escucha,
Israel). Escucha, que el judío entendía
como obediencia a Dios. Esto sigue siendo igual para el Pueblo de la Nueva y
Definitiva Alianza, sellada de una vez para siempre con la Pasión, Muerte y
Resurrección de Jesucristo. Y esto es lo que constituye el ‘Kérigma’ (mensaje
que debe ser aceptado, creído, vivido, enseñando y trasmitido), que enseñaban y
testimoniaban los apóstoles, sin escatimar esfuerzos, sufrimiento y muerte”.
Siguió profundizando en
otros aspectos de las enseñanzas de la Palabra de Dios y finalizó: “Querida
Madre del Valle, aquí estamos presentes algunos de tus hijos, quizás los más pecadores,
dando inicio a este Septenario. Pero, sobre todo, para pedirte, en nombre todos
los que hoy habrían querido estar presentes y los que suelen hacerlo a la
distancia, que nos ayudes a sacar tanto miedo, desazón e impotencia que han
generado el dengue y
el covid 19; que aprendamos a valorar y a forjar lo que
dignifica y da sentido a nuestra vida; que lo dejemos a Dios ser Dios en la
vida de los hombres; que no nos olvidemos nunca de lo que hayamos comprendido
en esta dura escuela del dolor, el aislamiento, la soledad, el abandono y la
muerte; y que tanto sacrificio y entrega de médicos, enfermeros, policías,
voluntarios, etc., no caiga en saco roto, sino que la sociedad y sus
autoridades sepan reacomodar la escala de valores que nos posibilite ser una
humanidad más justa, fraterna, inclusiva, veraz, honesta, religiosa y
auténticamente libre. Y consíguenos Tú, Madre Santa, la bendición de Dios para
todos ellos, como el descanso eterno para lo que dieron su vida en el servicio
a sus hermanos, incluso a costa de estar aislados de sus familias o seres queridos”.
Luego del Liturgia
Eucarística, la Madre Morenita fue saludada con el canto y el Pastor Diocesano
impartió la bendición en esta jornada especial junto la Patrona de Catamarca.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos
hijos e hijas de la Virgen del Valle:
¡Con
María Servidores de la Esperanza!
Una
vez más la Virgen del Valle nos ha congregado en torno a Ella para reafirmarnos
su fidelidad de Madre, su Fraternidad en la Fe, su Cercanía con los Pobres y su
Testimonio de ejemplar Discípula de Jesucristo.
A
las 19 hs. realizamos el tan esperado rito de la Bajada de la sagrada imagen, 4
veces centenaria, cuyo Jubileo celebraremos con este Septenario que estamos
iniciando y con el Novenario de Diciembre.
Lamentamos
todos, y tantos otros hermanos de toda Argentina, que hayamos tenido que
suspender el tan anhelado y bien preparado IV Congreso Mariano Nacional. Sólo
el Señor sabe que sucederá más adelante.
No
obstante, continuamos viviendo y recibiendo las Gracias propias del Año Mariano
Nacional, con la temática propuesta: “María, Madre del Pueblo, Esperanza
Nuestra”, que culminará el 8 de Diciembre, y que alimentamos cada día con la
oración propuesta y el ejercicio de la caridad cristiana.
Jamás
se nos habría ocurrido pensar o imaginar que la celebración jubilar la estemos
viviendo en este contexto de aislamiento social, tan contrario a nuestras
habituales celebraciones, cada vez más multitudinarias. A tal
punto que se
encararon hermosas e importantes tareas de puesta en valor, funcionalidad,
hermoseo y destaque de la sacralidad del área que la Santísima Virgen María se
eligió para encontrarse con sus Hijos e Hijas
en un pequeño hueco en las estribaciones de Choya. Sagrado solar que
cada día es visitado por cientos de vecinos de nuestra ciudad y peregrinos,
quienes buscan el encuentro con Dios y su Santa Madre, en un clima de oración,
silencio, paz, recogimiento, serenidad, tranquilidad y espiritualidad. Confío
en que podamos regalarle a nuestra Bendita Madre Celestial ese ámbito para que
Ella pueda llegar más profundamente al corazón de tantos que la buscan e
imploran su maternal protección. Todos hemos de contribuir a este logro.
Hoy
celebramos la Eucaristía que corresponde al 2° Domingo de Pascua, y así
comenzamos nuestro Septenario para agradecer a Dios los 129 años de la
Coronación Pontificia de esta Sagrada Imagen de la “Pura y Limpia Concepción”,
por todos venerada como “La Virgen del Valle”.
Los
textos bíblicos que han sido proclamados nos orientan a meditar e internalizar
la revolución que provocó en la historia humana el inaudito e impensable hecho
histórico de la Resurrección de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre,
gracias al generoso y valiente SÍ de la Virgen María.
Sin
este acontecimiento, muy bien testimoniado, hoy no estaríamos aquí reunidos, ni
existiría en los anales de la historia el recuerdo del ajusticiado Jesús de
Nazaret, ni menos alguna alusión a la madre de ese pobre carpintero, que murió
como tantos otros inocentes o culpables a lo largo de la tan cruel historia que
los humanos vamos urdiendo al margen de los saludables preceptos divinos.
Querría,
con ustedes, profundizar en la primera lectura, dejado para mañana la segunda y
el evangelio.
El
texto de Hechos de los Apóstoles 2,42-47, es el primero de los 3 sumarios que
Lucas nos presenta acerca del ideal que se proponían vivir los primeros
cristianos en base a la predicación y el testimonio de los apóstoles y otros
discípulos de Jesús de Nazaret, el Resucitado, que ascendió a lo más alto de
los cielos llevando nuestra humanidad, en su humanidad asumida y glorificada
por su Padre-Dios, y que, junto con Él, nos envió al Espíritu Santo, que es
quien moviliza el Cuerpo de Cristo, La Iglesia, que aún peregrina en este mundo
y que tiene la misión de seguir promoviendo este ideal de vida.
Cuatro
aspectos son destacados por Lucas: en el versículo 42, y que los profundiza en
los vv. 43-47, a saber: *escuchar la enseñanza de los apóstoles, *la comunión
(el poner todo en común: compartir), *la fracción del pan y *la oración.
El
autor nos refiere que la gente estaba admirada por los prodigios, signos y la
vida coherente de los apóstoles y por
los frutos de comunión que esto generaba en quienes adherían a la fe cristiana,
como ser las comidas comunitarias en las casas, la celebración eucarística
después de ellas y la vida de oración en el ámbito familiar, sin dejar de
concurrir al lugar oficial de culto, como era el Templo de Jerusalén o las
sinagogas.
En
los escritos bíblicos se destaca siempre como primer aspecto para acceder a la
fe y para pertenecer al Pueblo de la Alianza, la necesidad de la escucha,
“Shemá, Israel” (Escucha, Israel). Escucha, que el judío entendía como
obediencia a Dios. Esto sigue siendo igual para el Pueblo de la Nueva y
Definitiva Alianza, sellada de una vez para siempre con la Pasión, Muerte y
Resurrección de Jesucristo. Y esto es lo que constituye el “Kérigma” (Mensaje
que debe ser aceptado, creído, vivido, enseñando y trasmitido), que enseñaban y
testimoniaban los apóstoles, sin escatimar esfuerzos, sufrimiento y muerte.
Así
es como entendemos los que dice san Pablo de sí mismo: “Predicar el Evangelio,
(el Kérigma), no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que
me incumbe. Y, ¡ay de mí si no predicara el Evangelio! Si lo hiciera por propia
iniciativa, tendría derecho a una recompensa. Pero si lo hago urgido, se trata
de una misión que me ha sido confiada. Entonces, ¿cuál es mi recompensa? No
otra que seguir predicando el Evangelio” (1Cor 9,16-18).
Lo
que quiere dejar en claro san Lucas, al describir la primera comunidad
cristiana, es que sus notas esenciales eran la Caridad y la Comunión, fruto de
la fe en Cristo Jesús, gracias a la Predicación y la Autoridad moral de los que
fueron testigos oculares de la Vida, Muerte y Resurrección del Hijo de Dios,
hecho hombre, Jesucristo, en quien está la salvación para todo el que cree, ama
y espera.
En
fin, no cabe la menor duda que tanto entusiasmo y generosidad de los primeros
cristianos es fruto de la particular acción del Espíritu Santo y de la acción
directa de los Apóstoles.Sin embargo, no hemos de envidiarlos, sino más bien
compadecerlos, puesto que según el mismo Jesús, nosotros nos debemos considerar
más dichosos, pues tenemos el privilegio de creer sin ver ni tocar, ya que
creemos por la mera predicación y el testimonio de la Iglesia fundada sobre el
sólido fundamento de los Apóstoles, guiada por el Espíritu Santo, protegida
maternalmente por la Virgen María, Madre de Dios y Madre Nuestra, y sostenida por la intercesión
de innumerables santos.
Querida
Madre del Valle, aquí estamos presentes algunos de tus hijos, quizás los más
pecadores, dando inicio a este Septenario. Pero, sobre todo, para pedirte, en
nombre todos los que hoy habrían querido estar presentes y los que suelen
hacerlo a la distancia, que nos ayudes a sacar tanto miedo, desazón e
impotencia que han generado el dengue y el covid 19; que aprendamos a valorar y
a forjar lo que dignifica y da sentido a nuestra vida; que lo dejemos a Dios
ser Dios en la vida de los hombres; que no nos olvidemos nunca de lo que
hayamos comprendido en esta dura escuela del dolor, el aislamiento, la soledad,
el abandono y la muerte; y que tanto sacrificio y entrega de médicos,
enfermeros, policías, voluntarios, etc., no caiga en saco roto, sino que la
sociedad y sus autoridades sepan reacomodar la escala de valores que nos
posibilite ser una humanidad más justa, fraterna, inclusiva, veraz, honesta,
religiosa y auténticamente libre. Y consíguenos Tú, Madre Santa, la bendición
de Dios para todos ellos, como el descanso eterno para lo que dieron su vida en
el servicio a sus hermanos, incluso a costa de estar aislados de sus familias o
seres queridos. Así sea.
¡¡¡Nuestra
Madre del Valle, ruega por nosotros!!!