Camino a la Beatificación

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09 marzo 2020

Misa en la Catedral de la Virgen del Valle


Devolver a las mujeres el pleno respeto de su dignidad

Durante la noche del domingo 8 de marzo, los catamarqueños se unieron a la convocatoria de la Conferencia Episcopal Argentina, para pedir por las Mujeres y la Vida, durante la Misa celebrada en la Catedral Basílica y Santuario de Nuestra Señora del Valle.
La Eucaristía fue presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por el Pbro. Sebastián Vallejo y el Diácono Sergio Colósimo, con la participación de gran cantidad de fieles que colmaron el templo, muchos de los cuales confluyeron en la Casa de la Virgen, luego de participar de la marcha en adhesión a la iniciativa de la Iglesia en Argentina, bajo el lema “Sí a la Mujer, Sí a la Vida”.
En parte de su homilía de este 2° domingo de Cuaresma, el Obispo se remitió al libro del
Génesis que narra la creación del mundo y del ser humano citando: “Creó Dios al ser humano a imagen suya; a imagen de Dios lo creó: varón y mujer los creó” (Gn 1,27).
Entonces, señaló que la narración bíblica dice: “No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”, aclarando que “se trata de una ayuda ‘recíproca’. Varón y mujer son complementarios. Lo femenino realiza lo humano, tanto como lo masculino, pero con matiz diverso y complementario”. Y luego agregó: “Cuando la Biblia habla de ‘ayuda’, no lo reduce al ámbito del obrar, sino que se
orienta al ser. Sólo gracias a la dualidad de lo ‘masculino’ y de lo ‘femenino’ lo ‘humano’ se realiza plenamente”.
Más adelante, expresó que “por eso, demos gracias a la Santísima Trinidad por el ‘misterio de la mujer’ y por cada mujer, por las ‘maravillas de Dios’, que en la historia de la humanidad se han realizado en ella y por ella. Demos gracias a Dios por lo que representa cada mujer en la vida de la humanidad”.

¿Ha sido comprendido el mensaje de Jesús?

“Pero dar gracias no basta. Por desgracia somos herederos de una historia de colosales
condicionamientos que, en todos los tiempos y en cada lugar, han hecho difícil el camino de la mujer, despreciada en su dignidad, olvidada en sus prerrogativas, marginada frecuentemente e incluso reducida a esclavitud. Esto le ha impedido ser profundamente ella misma y ha empobrecido a la humanidad entera de auténticas riquezas espirituales. No es fácil señalar responsabilidades precisas que, a lo largo de los siglos, han plasmado mentalidades e instituciones, de las que no está exenta la Iglesia. De allí que el tema de la liberación de la mujer de toda forma de abuso y de dominio tiene un mensaje de perenne
actualidad, el cual brota de la actitud misma de Cristo, el cual, superando las normas vigentes en la cultura de su tiempo, tuvo en relación con la mujer una actitud de apertura, de respeto, de acogida y de ternura. De esta manera honraba en la mujer la dignidad que tiene desde siempre, en el proyecto y en el amor de Dios. Habremos de preguntarnos, entonces, a inicios del tercer milenio ¿qué parte del mensaje de Jesús ha sido comprendido y llevado a término?”, expresó.
Luego de otras consideraciones, sostuvo: “¡Cuántos obstáculos, en tantas partes del
mundo, impiden aún a las mujeres su plena inserción en la vida social, política y económica! Muy a menudo es penalizado, más que gratificado, el don de la maternidad, al que la humanidad debe su misma supervivencia. Aún queda mucho por hacer para que el ser mujer y madre no comporte una discriminación. Es urgente alcanzar en todas partes la efectiva igualdad de los derechos de la persona y por tanto igualdad de salario respecto de igualdad de trabajo, tutela de la trabajadora-madre, justas promociones en la carrera, igualdad de los esposos en el derecho de familia, reconocimiento de todo lo que va unido a los derechos y deberes del ciudadano en un régimen democrático”.
“Cómo no volver la mirada, en este día y cada día, hacia la Virgen María, la máxima expresión del ‘genio femenino’, para hallar en Ella una fuente de continua inspiración...”, manifestó.
Al final pidió: “Oremos con insistencia al Buen Dios, para que por parte de todos los actores de la sociedad, y, sobre todo, en las familias, se haga lo necesario para devolver a las mujeres el pleno respeto de su dignidad y de su rol en la vida y felicidad humana”.