Los días sábado 16 y domingo
17 de febrero se realizó en Emaús un retiro kerygmático, con la participación
de coordinadores de catequesis y catequistas de las parroquias de la Capital y
de San Isidro Labrador (Valle Viejo), San José (Fray Mamerto Esquiú) y Nuestra
Señora del Rosario (Paclín).
El mismo estuvo guiado por
el Pbro. Claudio Castricone, de la Arquidiócesis de Rosario (Santa Fe), quien
realiza esta tarea desde hace varios años en diversas comunidades, y la
delegada de la Catequesis de la Región NOA, María del Valle Manchinu. Contaron
con la colaboración del Pbro. Julio Murúa, responsable de la Catequesis en la
Diócesis de Catamarca, seminaristas y miembros de la Junta de Catequesis. El
servicio a los participantes estuvo a cargo de miembros del Movimiento de
Cursillos de Cristiandad y del Grupo Scout San Francisco Javier.
La temática del encuentro
fue el anuncio gozoso de la Buena Noticia, para hacerla calar hondo en la mente
y el corazón de los catequistas, a fin de que pudieran tener un encuentro
personal con Cristo vivo que los lleve al mundo como hombres nuevos.
Este anuncio se completó con
sentidas celebraciones en las que los asistentes pudieron renovar los
sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. Y como la conversión
estaría como incompleta sin la confesión, todos los catequistas pudieron celebrar
el sacramento de la Reconciliación.
El retiro culminó con la
celebración de la Eucaristía, presidida por el Obispo Diocesano. Mons. Luis
Urbanc, en la que instó a los catequistas a renovar la tarea pastoral en sus
parroquias para que la catequesis no se reduzca a la preparación para recibir
un sacramento sino que pueda ser una verdadera iniciación cristiana, como
aprendizaje gradual en el conocimiento, amor y seguimiento de Jesucristo.
“Evangelizar significa
anunciar la Buena Noticia. Y la Buena Noticia que el cristiano comunica al
mundo es que Dios, el único Señor, es misericordioso con todas sus criaturas,
ama al hombre con un amor sin límites y ha querido intervenir personalmente en
su historia por medio de su Hijo Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros,
para liberarnos del pecado y de todas sus consecuencias y para hacernos
partícipes de su vida divina” (Juan Pablo II- homilía en Veracruz, México-
Lunes 7 de mayo de 1990).