Con
el Miércoles de Ceniza dio inicio la Cuaresma , tiempo que prepara para la celebración
de la Pascua
de Resurrección. En la
Diócesis de Catamarca tuvo una particularidad, ya que en
todos los templos, al finalizar la Santa
Misa , se realizó un momento de Adoración Eucarística, como
desagravio por la profanación sufrida en la Capilla de la Adoración Perpetua.
En
la Catedral Basílica
de Nuestra Señora del Valle, el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, presidió la
Santa Misa , concelebrada por el Vicario
General de la Diócesis ,
Pbro. Julio Quiroga del Pino, y el Rector del Santuario y Catedral Basílica,
Pbro. José Antonio Díaz, en el transcurso de la cual se concretó el rito de la
imposición de las cenizas.
A continuación, el texto completo de la homilía.
Queridos hermanos:
Durante la
Cuaresma , a la vez, nos preparamos para celebrar el
acontecimiento de la Muerte
de Cristo en la Cruz
y su Resurrección, con el cual el amor de Dios redimió al mundo e iluminó la
historia; por tanto, la aprovechemos para entrar en su corazón de Padre y así
poder amar a cada ser humano que encontremos en nuestra vida.
Somos
peregrinos, es decir, estamos de paso por este mundo, pero acechados por la
tentación de creer que somos de aquí y por eso, consciente o inconscientemente,
acomodamos la vida a esta falsa perspectiva. Es verdad que no podemos vivir
como fugitivos apáticos, ya que Dios nos puso para cuidar su creación, pero,
por esto debemos tener bien claro que nuestra meta está en el mismo corazón de la Santísima Trinidad ,
y desde este misterio de comunión debemos programar nuestros objetivos,
actividades, esfuerzos e ideales. De lo contrario no obtendremos ni lo uno ni
lo otro.
*Hoy es
Miércoles de Ceniza. Día especialmente puesto en relieve a fin de que por un
corte nos percatemos que hay cosas muy importantes que estamos descuidando y
que volvamos nuestra atención sobre ellas y ayudemos a otros a que lo hagan, ya
que este ajuste todos lo necesitamos, pues en ello se juega nuestra felicidad.
*Además,
este día lo dispuse como un gran momento para expresar públicamente nuestro
desagravio al blasfemo delito de la profanación de la Eucaristía , perpetrado
por algunos hermanos nuestros; les pido que sigamos rezando para que se
arrepientan del sacrilegio que cometieron. Agradezco a todos los que, desde el
fatídico día, se han puesto en permanente oración de reparación y han expresado
así el repudio del ilícito. El Señor de la Sagrada Eucaristía
los bendiga y nos conceda la gracia de más adoradores.
*También se
suma la noticia de que el Santo Padre, Benedicto XVI, ha madurado la decisión
de dar un paso al costado en la conducción de la Diócesis de Roma y por
ende del ministerio Petrino. Recemos para que el Buen Pastor, que le confió
hace casi 8 años este servicio, lo reconforte y premie abundantemente ya aquí y
en la eternidad. ¡Demos gracias a Dios por el regalo que hizo a la Iglesia y al mundo en la
persona y ministerio de este Sumo Pontífice, el ‘dulce Cristo de la tierra’!
En este sentido
el Papa nos recuerda que las ejercitaciones cuaresmales, en este Año de la Fe , tienen que ayudarnos a
relacionar la fe y la caridad, es decir, el ‘creer’ y el ‘amar’, puesto que son
inseparables. “La fe es conocer la verdad
y adherirse a ella (cf. 1 Tm 2,4); la caridad es «caminar» en la verdad (cf. Ef 4,15). Con la fe se entra en la amistad con el Señor; con la caridad se vive
y se cultiva esta amistad (cf. Jn 15,14s). La fe nos hace acoger el mandamiento del
Señor y Maestro; la caridad nos da la dicha de ponerlo en práctica (cf. Jn 13,13-17). En la fe somos engendrados como hijos de Dios (cf. Jn 1,12s); la caridad nos hace perseverar concretamente en este vínculo divino y
dar el fruto del Espíritu Santo (cf. Ga 5,22). La fe nos lleva a reconocer los dones que
el Dios bueno y generoso nos encomienda; la caridad hace que fructifiquen (cf. Mt 25,14-30)” (Mensaje de Cuaresma, 2013,
n° 2c)… “Una fe sin obras es como un
árbol sin frutos: estas dos virtudes se necesitan recíprocamente. La Cuaresma , con las
tradicionales indicaciones para la vida cristiana, nos invita precisamente a
alimentar la fe a través de una escucha más atenta y prolongada de la Palabra de Dios y la
participación en los sacramentos y, al mismo tiempo, a crecer en la caridad, en
el amor a Dios y al prójimo, también a través de las indicaciones concretas del
ayuno, de la penitencia y de la limosna” (ibid, n° 3d)… “La fe, don y respuesta, nos da a conocer la
verdad de Cristo como Amor encarnado y crucificado, adhesión plena y perfecta a
la voluntad del Padre e infinita misericordia divina para con el prójimo; la fe
graba en el corazón y la mente la firme convicción de que precisamente este
Amor es la única realidad que vence el mal y la muerte. La fe nos invita a
mirar hacia el futuro con la virtud de la esperanza, esperando confiadamente
que la victoria del amor de Cristo alcance su plenitud. Por su parte, la
caridad nos hace entrar en el amor de Dios que se manifiesta en Cristo, nos
hace adherir de modo personal y existencial a la entrega total y sin reservas de
Jesús al Padre y a sus hermanos. Infundiendo en nosotros la caridad, el
Espíritu Santo nos hace partícipes de la abnegación propia de Jesús: filial
para con Dios y fraterna para con todo hombre (cf. Rm 5,5). La relación entre estas dos virtudes es análoga a la que existe entre
dos sacramentos fundamentales de la
Iglesia : el Bautismo y la Eucaristía. El
Bautismo (sacramento de la fe) precede a la Eucaristía (sacramento de la caridad), pero está
orientado a ella, que constituye la plenitud del camino cristiano.
Análogamente, la fe precede a la caridad, pero se revela genuina sólo si
culmina en ella. Todo parte de la humilde aceptación de la fe («saber que Dios
nos ama»), pero debe llegar a la verdad de la caridad («saber amar a Dios y al
prójimo»), que permanece para siempre, como cumplimiento de todas las virtudes (cf. 1
Co13,13)” (ibid, n 4b-c).
En
la segunda lectura el llamado a la conversión es particularmente apremiante: “Nosotros somos embajadores de
Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro. Por eso,
les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios. A Aquel que
no conoció el pecado, Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro, a fin
de que nosotros seamos justificados por Él. Y porque somos sus colaboradores, los
exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios” (2
Cor 5,20-6,1).
Así se nos enseña que necesitamos de
la mediación de la Iglesia ,
la comunidad que cree, espera y ama, para que logremos una conversión profunda,
duradera y fecunda… A propósito otro pasaje del mensaje papal: “En la
Iglesia , contemplación y acción, simbolizadas de alguna
manera por las figuras evangélicas de las hermanas Marta y María, deben
coexistir e integrarse (cf. Lc 10,38-42). La prioridad corresponde siempre a la
relación con Dios y el verdadero compartir evangélico debe estar arraigado en
la fe (cf. Audiencia general, 25-4-2012). A veces, de hecho,
se tiene la tendencia a reducir el término «caridad» a la solidaridad o a la
simple ayuda humanitaria. En cambio, es importante recordar que la mayor obra
de caridad es precisamente la evangelización, es decir, el «servicio de la Palabra ». Ninguna acción
es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el prójimo que partir el pan de la Palabra de Dios, hacerle
partícipe de la Buena
Nueva del Evangelio, introducirlo en la relación con Dios: la
evangelización es la promoción más alta e integral de la persona humana. Como
escribe el siervo de Dios, el Papa Pablo VI, en ‘Populorum
progressio’, ‘el primer y principal factor de desarrollo es el anuncio de
Cristo’ (cf. n.16). La verdad originaria del amor de Dios por nosotros, vivida y
anunciada, abre nuestra existencia a aceptar este amor haciendo posible el
desarrollo integral de la humanidad y de cada hombre (ibid, n° 3b).
Por tanto, hermanos, ya que ‘éste es el tiempo favorable y éste es el día de la salvación’ (2
Cor 6,2), aboquémonos a poner en práctica las enseñanzas de Jesús, de tal
manera que nuestra caridad, oración y ayuno broten de reales convicciones
interiores, fruto de nuestra docilidad al Espíritu Santo (cf. Mt 6,1-6.16-18).