“No
podemos permanecer indiferentes ante quienes
son víctimas de la trata de personas”
El Obispo Diocesano, Mons.
Luis Urbanc, celebró la Santa Misa en el Altar Mayor de la Catedral Basílica de
Nuestra Señora del Valle, en el marco de las actividades por el Día
Internacional de la Lucha contra la Trata de Personas.
Gran cantidad de miembros de
la Policía de la Provincia y fieles en general se reunieron a los pies de la
Virgen Morena del Valle, para rogar por las personas que sufren de este flagelo,
especialmente por los desaparecidos y quienes ya están junto al Padre Celestial.
Estuvieron presentes la Dra.
Victoria Rosales, en representación de la Secretaría de Estado de Seguridad; el
Jefe de la Policía de la Provincia, Comisario Mayor Julio César Romero; el
Subjefe de la Policía, Comisario Carlos Romero.
Durante su homilía, el
Pastor Diocesano expresó que “la vida de un pueblo cristiano
debiera estar
transida de fraterna solidaridad y amoroso servicio mutuo, porque toda la ley y
los profetas se resumen en el amor a Dios y al prójimo. Sin embargo, no es así
en todos los casos, porque se denuncian y constatan de modo continuo flagrantes
lesiones a la inviolable dignidad de la persona humana en muchos hermanos y
hermanas, incluso niñas y niños, que son víctimas de la trata de personas y de
la explotación sexual y comercial; personas que fueron creadas a imagen y
semejanza de Dios y por quienes murió Cristo; personas ennoblecidas por la
compañía de los ángeles y cuyo destino es la vida eterna”.
Luego afirmó que frente a
esta realidad “no podemos permanecer indiferentes, porque el amor de Cristo nos
apremia y las palabras de san Juan nos interpelan a amar no solamente con
la lengua y las palabras, sino con obras
y de verdad”. Por eso consideró que “está muy bien ocuparse diligentemente en
la lucha pacífica y eficaz contra estos flagelos sociales y humanos,
sensibilizando y despertando la conciencia de la sociedad, y coordinando y
promoviendo acciones que refuercen la prevención y procuren la liberación de
estos graves males que hieren personalmente a algunos pero nos afrentan y
amenazan a todos, ya que instauran una sociedad regida por el odio y ‘el que
odia a su hermano es un homicida’ (1 Jn 3, 15) que destruye su esperanza”.
“Comprometerse con estas
obras es asumir un público compromiso con el amor, la vida, la verdadera
fraternidad, la paz y la dignidad”, enfatizó el Obispo, a la vez que expresó su
gratitud: “A los pies de la Sagrada Imagen de
la Virgen del Valle, les agradezco la tarea que han asumido con
responsabilidad social y conciencia cristiana, y los exhorto a llevarla
adelante con toda diligencia y con un sentido cristiano, para orientar el rumbo
de la vida social por la ruta del respeto, la caridad y la solidaridad”.
“Quiera acompañarlos en esta
nobilísima tarea la intercesión de San Pío de Pietrelcina, cuyo ejemplo nos
ilumina y nos guía en el empeño de amar al prójimo con paciencia, espíritu de
servicio y sencillez de corazón”, concluyó su predicación.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILIA
Queridos hermanos:
Nos hemos reunido en la casa
de la Virgen del Valle, Madre de Jesús y Madre nuestra, para experimentar
intensamente no sólo la cercanía de María, sino también y sobre todo la de
Jesús, en quien somos hermanos y cuya Pascua actualizamos, celebramos y
proclamamos.
Nos hemos congregado, pues, como familia de Jesús y de María, para
renovar nuestro mutuo amor, nuestra compartida fraternidad, nuestro deseo de
acompañarnos y cuidarnos unos a otros.
Y así ha de ser, porque el
Señor Jesús, la noche de la última cena, nos dijo: “Este es mi mandamiento:
ámense los unos a los otros, como yo los he amado” (Jn 15, 12). Y su fiel discípulo San Pablo nos exhortó a
amarnos con sinceridad, teniendo horror al mal y pasión por el bien, amándonos
cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros como más dignos (Rom 12,
9-10); invitándonos también a
revestirnos del amor, que es el vínculo de la perfección (Col 3, 14).
Este precepto, que es
invitación y estímulo, fue recibido y practicado por muchísimas personas que
transitando el camino del amor han conocido a Dios, que es amor (1 Jn 4, 8.16),
y han saboreado lo que es la verdadera felicidad y lo que significa la
auténtica fraternidad.
Entre ellos se cuenta San
Pío de Pietrelcina, cuya memoria celebramos hoy y cuya amable vida nos urge a
incrementar la preocupación y ocupación eficaz de unos a favor de otros, como
él lo hizo con tantas personas menesterosas de cuidado, de cariño, de
protección.
Y en verdad que la vida de
un pueblo cristiano debiera estar transida de fraterna solidaridad y amoroso
servicio mutuo, porque toda la ley y los profetas se resumen en el amor a Dios
y al prójimo (Mt 22, 40). Sin embargo, no es así en todos los casos, porque se
denuncian y constatan de modo continuo flagrantes lesiones a la inviolable
dignidad de la persona humana en muchos hermanos y hermanas, incluso niñas y
niños, que son víctimas de la trata de personas y de la explotación sexual y
comercial; personas que fueron creadas a imagen y semejanza de Dios (Gen 1,
26-27) y por quienes murió Cristo (1 Cor 8, 11); personas ennoblecidas por la
compañía de los ángeles (Hech 12, 15) y cuyo destino es la vida eterna (Jn 17,
2-3).
Y ante esto no podemos
permanecer indiferentes, porque el amor de Cristo nos apremia (2 Cor 5, 14) y
las palabras de san Juan nos interpelan a amar no solamente con la lengua y las palabras, sino con obras y de
verdad (1 Jn 3, 19).
Por eso está muy bien
ocuparse diligentemente en la lucha pacífica y eficaz contra estos flagelos
sociales y humanos, sensibilizando y despertando la conciencia de la sociedad,
y coordinando y promoviendo acciones que refuercen la prevención y procuren la
liberación de estos graves males que hieren personalmente a algunos pero nos
afrentan y amenazan a todos, ya que instauran una sociedad regida por el odio y
“el que odia a su hermano es un homicida” (1 Jn 3, 15) que destruye su
esperanza.
Comprometerse con estas
obras es asumir un público compromiso con el amor, la vida, la verdadera
fraternidad, la paz y la dignidad.
Aquí, a los pies de la
Sagrada Imagen de la Virgen del Valle,
les agradezco la tarea que han asumido con responsabilidad social y conciencia
cristiana, y los exhorto a llevarla adelante con toda diligencia y con un
sentido cristiano, para orientar el rumbo de la vida social por la ruta del
respeto, la caridad y la solidaridad.
Quiera acompañarlos en esta nobilísima tarea
la intercesión de San Pío de Pietrelcina, cuyo ejemplo nos ilumina y nos guía
en el empeño de amar al prójimo con paciencia, espíritu de servicio y sencillez
de corazón (1 Cor 13, 4).