Catamarca hizo memoria de Esquiú en la Solemnidad de Todos los Santos
“Que Fray Mamerto Esquiú nos
ayude a superar tantos problemas que aquejan a nuestra sociedad, y que nos
preparemos con alegría a la ceremonia de su beatificación el 13 de marzo de
2021”, dijo el Obispo.
El domingo 1 de noviembre, Solemnidad de Todos los Santos, se celebró la 24° Jornada de Oración por la Santificación del Pueblo Argentino y la Glorificación de los Siervos de Dios, en el marco del Año Mariano Nacional, que estamos transitando para celebrar los 400 años de la presencia de la Madre del Valle entre nosotros.
En la Diócesis de Catamarca,
se hizo memoria especial de Fray Mamerto Esquiú, fraile catamarqueño, quien
será proclamado beato el próximo 13 de marzo de 2021. Es por ello que todas las
comunidades del territorio diocesano se unieron a esta intención.
La Misa central se llevó a cabo a las 20.00, en la Catedral Basílica y Santuario de Nuestra Señora del Valle, sin presencia de fieles debido a la Etapa Roja dispuesta por las autoridades
provinciales ante la situación epidemiológica por casos de Covid-19. La transmisión se hizo a través de las redes sociales, y contó con la participación de una traductora de lengua de señas.
La ceremonia litúrgica fue
presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por el
Rector y el Capellán de la Catedral Basílica y Santuario Mariano, Pbros.
Gustavo Flores y Luis Páez, respectivamente.
En el inicio de su homilía, Mons. Urbanc manifestó que “el tema de la ‘santidad’ es el mensaje de las tres lecturas de hoy, pues estamos honrando a todos los bautizados que ya gozan en la presencia de Dios. Además, celebramos en nuestra patria la ‘Jornada
Nacional de Oración por la Santificación del Pueblo Argentino y la Glorificación de los Siervos de Dios’”, apuntando que “rezamos de un modo particular a nuestro querido comprovinciano fray Mamerto Esquiú para que desde el cielo nos ayude a superar tantos problemas que aquejan a nuestra sociedad y que nos preparemos con alegría a la ceremonia de su beatificación el 13 de marzo de 2021”.
Al reflexionar sobre la lectura tomada del Apocalípsis dijo que “los santos serán muchísimos y de todo origen, o sea que se cumple el llamado universal a la santidad que Dios hace. Están en la presencia de Dios y han sido transformados por la fuerza del misterio pascual de Jesucristo. Entre ellos
está nuestro querido Mamerto Esquiú”.
Tras desarrollar el texto
del Evangelio referido a las bienaventuranzas, afirmó que éstas “son el carné
de identidad del cristiano; un programa de santidad que va contracorriente
respecto de la mentalidad del mundo. Así, si alguno de nosotros plantea la
pregunta: ‘¿Cómo se hace para llegar a ser un buen cristiano?’, la respuesta es
sencilla: es necesario hacer lo que dice el Señor Jesucristo en las
bienaventuranzas”.
Citando al Papa Francisco, señaló que “en Gaudete et Exultate,7, nos dice que la santidad se manifiesta en el pueblo de Dios paciente, en esos padres que cuidan con amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo, en esa constancia para seguir adelante día a día. Esa es, muchas veces, la santidad «de la puerta de al lado», de aquellos que viven cerca de nosotros y que son un reflejo de la presencia de Dios; o, para usar otra expresión, ‘la clase media de la santidad’”.
Más adelante concluyó con
palabras del Santo Padre dirigidas a los jóvenes en Christus vivit, n° 162: “Te
recuerdo que no serás santo y pleno copiando a otros. Ni siquiera imitar a los
santos significa copiar su forma de ser y de vivir la santidad: ‘Hay
testimonios que son útiles para estimularnos y motivarnos, pero no para que
tratemos de copiarlos, porque eso hasta podría alejarnos del camino único y
diferente que el Señor tiene para nosotros’. Tú tienes que descubrir quién eres
y desarrollar tu forma propia de ser santo, más allá de lo que digan y opinen
los demás. Llegar a ser santo es llegar a ser más plenamente tú mismo, a ser ése
que Dios quiso soñar y crear, no una fotocopia. Tu vida debe ser un estímulo
profético, que impulse a otros, que deje una marca en este mundo, esa marca
única que sólo tú podrás dejar. En cambio, si copias, privarás a esta tierra, y
también al cielo, de eso que nadie más que tú podrá ofrecer”.
Por último, invitó a que “le
pidamos a nuestro beato Mamerto Esquiú, a todos los santos y a la Virgen del
Valle que nos aboquemos a llevar una vida santa”.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILÍA
El tema de la
"santidad" es el mensaje de las tres lecturas de hoy, pues estamos
honrando a todos los bautizados que ya gozan en la presencia de Dios. Además,
celebramos en nuestra patria la ‘Jornada nacional de oración por la
santificación del pueblo argentino y la glorificación de los siervos de Dios’.
Cabe destacar que rezaremos de un modo particular a nuestro querido
comprovinciano fray Mamerto Esquiú para que desde el cielo nos ayude a superar
tantos problemas que aquejan a nuestra sociedad y que nos preparemos con
alegría a la ceremonia de su beatificación el 13-3-2021.
La primera lectura,
tomada del Apocalipsis (7,2-4.9-14) nos dice que "una enorme muchedumbre,
imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos
y lenguas, estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con
túnicas blancas, llevaban palmas en la mano y exclamaban con voz potente: ¡La
salvación viene de nuestro Dios que está sentado en el trono, y del
Cordero!".
Se resalta que son innumerables los que forman este grupo y que su proveniencia es muy diversa. Reflejan de este modo la universalidad de la Iglesia. Que están en la presencia de Dios llevando los signos de la pureza (vestiduras blancas) y de la victoria (palmas en las manos). Y que hacen una elocuente profesión de fe: ‘la salvación viene de Dios y del Cordero’ (Jesucristo). Sólo en Dios se encuentra la salvación definitiva. Y la misma se alcanza por la sangre del Cordero, el único que puede "santificar" a los hombres para que accedan a la presencia del Tres veces Santo.
En síntesis, los santos
serán muchísimos y de todo origen, o sea que se cumple el llamado universal a
la santidad que Dios hace. Están en la presencia de Dios y han sido
transformados por la fuerza del misterio pascual de Jesucristo. Entre ellos
está nuestro querido Mamerto Esquiú.
La segunda Lectura (1Jn
3,1-3) nos ayuda a considerar la santidad como vínculo, como comunión con el
Padre que nos ha hecho sus hijos. Esta filiación se vive ahora como una
dimensión interior en la vida del creyente, por eso el mundo no puede
reconocerla. Pero, cuando al fin de los tiempos esta realidad profunda de todo
bautizado se manifieste, quedará patente la excelencia de este vínculo por
cuanto Dios nos ha hecho semejantes a Él y lo veremos tal cual es. Se trata de
una santidad oculta a los hombres, pero real a los ojos de la fe. Esto la hace
difícil, pero meritoria. Consiste en una vivencia esperanzada que nos va
purificando y asemejando a Él. Así nos vamos preparando para el encuentro ‘cara
a cara’ con Dios, y para la experiencia de su santidad y de nuestra propia y
asombrosa santificación.
El texto del Evangelio (Mt 4,25-5,12) consta de dos partes: *la sección narrativa o prólogo (4,25-5,2), que vale para
todo el Sermón de la Montaña (Mt 5-7),y *la discursiva que son las bienaventuranzas (5,3-12).
El prólogo nos presenta
los destinatarios y el lugar del discurso. En un primer momento pareciera
dirigido sólo a sus discípulos, pero en realidad se incluye a la gran multitud
que lo seguía (cf.4,25;5,1;7,28).
El hecho de que Jesús
“subió a la montaña” tiene no sólo un sentido funcional sino teológico. Nos
remite a los montes Sinaí (Ex 19-20) y Horeb (Dt 5), dondeDios pactó su alianza
con Israel y revelado su voluntad. Jesús se sienta; esta es la posición típica
del maestro (cf. 13,2; 24,3)y del juez (cf. 19,28; 25,31). Estar sentado
significa segura e indiscutida autoridad y competencia.
Siguen las
bienaventuranzas, que son ocho, porque si bien el adjetivo makarioi
(Felices/bienaventurados) aparece 9 veces, la novena vez(5,11) es mejor
considerarla como una ampliación de la octava con la intención de aplicarla a
la gente presente, pues pasa de la 3a a la 2ª persona plural.
En cuanto a la
estructura de cada bienaventuranza, se distinguen tres elementos:1.- Un
adjetivo en posición predicativa que presupone el verbo ser:“Felices son...”.
2.- Un sujeto con
artículo que se refiere a personas caracterizadas por una situación humana
penosa (los que lloran, los perseguidos, los insultados) o una actitud positiva
desde el punto de vista del evangelio (los pobres de espíritu, los pacientes,
los misericordiosos, los que tienen hambre y sed de justicia, los puros de
corazón, los que trabajan por la paz).
3.- Una acción divina
introducida por un ‘oti’ (porque) causal que da el motivo de la felicidad.
Describe la forma cómo los hombres son tocados por la acción de Dios, pues son
pasivos teológicos.
El tiempo no se indica
en los puntos 1 y 2, pero se presupone una situación presente; mientras que en
el 3 se refiere al futuro escatológico (5,4-9.12); salvo 5,3.10 que están en
presente.
Concatenación lógica: el
punto 1 es la consecuencia o resultado; el 2 la condición; y el 3 la causa o
motivo. Es decir que, la causa o motivo de la felicidad es lo que aparece al
final de cada bienaventuranza, que es la acción de Dios en favor de las personas:
darles el Reino, consolarlos, saciarlos, recibir misericordia, etc.
El segundo miembro de
cada oración describe la condición o la situación de las personas que se verán
favorecidas por la acción de Dios y, por ello, son Felices, con una felicidad
plena, tal es el sentido demakarioi: se trata de la declaración de un estado
actual de felicidad plena, de una felicidad que viene a nosotros, no de una felicidad
producida por nosotros.
Vale decir que Jesús
declara felices a cierto grupo de personas porque reciben el Reino de Dios. Y
la llegada del Reino es la causa de la felicidad.
No obstante, esta
situación de bienaventuranza puede convivir con situaciones penosas (aflicción;
insultos y persecución) y es la recompensa de los que se esfuerzan por
sintonizar con los valores del Reino (alma de pobres; paciencia; hambre y sed
de justicia, misericordiosos, corazón puro; trabajar por la paz).
En síntesis, las
bienaventuranzas en primer lugar son declarativas por cuanto señalan como
felices a grupos de personas cuyas situaciones o actitudes los hacen
beneficiarios de la acción de Dios. Pero, a la vez, invitan a vivir exigencias
éticas y espirituales, actitudes y comportamientos evangélicos que el discípulo
debería desarrollar como condiciones para recibir el Reino de Dios y la felicidad
que conlleva. Estas exigencias están motivadas por la promesa del don
escatológico del Reino, que es la causa última de la felicidad. Estos dos
aspectos, presentes como 2° y 3°miembro de cada bienaventuranza, no pueden
separarse.
Ahora bien, como lo
revela la estructura misma, debemos reconocer la primacía del obrar de Dios. Es
el reinado de Dios, que se acerca (4,18), la causa de la felicidad y la
motivación del obrar humano que se dispone así a recibirlo, a entrar en
comunión con Él.
El orden de las
bienaventuranzas tiene también un significado. Las cuatro primeras remiten a la
relación del discípulo con Dios, ponderando la apertura humilde y confiada a
él; el compromiso por vivir la voluntad del Padre (justicia en Mateo) y la
aflicción por no poder hacerlo o no verlo en los demás. Las tres siguientes
tratan de la relación con los demás, exaltando la misericordia, la honestidad o
integridad y la búsqueda de la paz. La última refiere la actitud que puede
provocar (persecución), y la respuesta es la fidelidad en el cumplimiento de la
voluntad de Dios. Este esquema muestra que la justa relación con los demás es
fruto de una buena relación con Dios.
Por tanto, la ética ofrecida
por las Bienaventuranzas es una auténtica ‘ciencia de la felicidad’. En ella,
la primacía pertenece a la Gracia; pero eso no excluye, sino que supone la
adquisición de virtudes sólidas.
Las bienaventuranzas son
el carné de identidad del cristiano; un programa de santidad que va
contracorriente respecto a la mentalidad del mundo. Así, si alguno de nosotros
plantea la pregunta: “¿Cómo se hace para llegar a ser un buen cristiano?”, la
respuesta es sencilla: es necesario hacer lo que dice el Señor Jesucristo en
las bienaventuranzas.
El Papa Francisco, en
Gaudete et Exultate,7, nos dice que la santidad se manifiesta en el pueblo de
Dios paciente, en esos padres que cuidan con amor a sus hijos, en esos hombres
y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las
religiosas ancianas que siguen sonriendo, en esa constancia para seguir
adelante día a día. Esa es, muchas veces, la santidad «de la puerta de al lado»,
de aquellos que viven cerca de nosotros y que son un reflejo de la presencia de
Dios; o, para usar otra expresión, «la clase media de la santidad».
Es importante reconocer
y celebrar esta santidad presente en la Iglesia porque, habitualmente, en los
medios de comunicación se publicitan más los pecados, ciertos y muy tristes, de
hombres y mujeres que la integran; pero que no son la mayoría. Jamás perdamos
de vista que la Iglesia es santa y pecadora. A ésta pertenecemos y la amamos,
buscando siempre hacer la voluntad de Dios. Por tanto, alegrémonos que haya
tantos hermanos y hermanas que viven bien y hacen el bien, sin mirar a quien.
Ahora bien, además de
festejar a los santos, somos invitados en esta fiesta a meternos en el camino
de la santidad propia de la vida cristiana.
Santo es aquél que vive
y obra guiado por el Espíritu Santo (Rom 8,14-16; Gal 5,16-18). La santidad es,
entonces, fruto de la acción del Espíritu en el creyente“. Es la alegría de
hacer la Voluntad de Dios” (J.P. II, Hom.18-1-1981).
“La voluntad de Dios es
que seamos santos” (cf. 1Tes 4,3).
El día de nuestro
Bautismo recibimos el fascinante llamado a la santidad, y así lo enseña el
Concilio Vaticano II: “Todos los fieles cristianos, de cualquier condición y
estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son
llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella
santidad con la que es perfecto el mismo Padre” (Lumen Gentium n 11).Dios nos
pensó desde toda la eternidad para que seamos santos (cf. Ef 1,3-12).
Por ejemplo, cuando un
matrimonio espera un hijo sueña que sea sano, bueno, dócil, servicial, etc. De
igual modo, Dios nos proyectó desde su santidad, y para visibilizarla con
nuestras respectivas existencias.
Y, concluyo con palabras
del Papa Francisco dirigidas a los jóvenes en Christus vivit, n° 162: «Te
recuerdo que no serás santo y pleno copiando a otros. Ni siquiera imitar a los
santos significa copiar su forma de ser y de vivir la santidad: ‘Hay testimonios
que son útiles para estimularnos y motivarnos, pero no para que tratemos de
copiarlos, porque eso hasta podría alejarnos del camino único y diferente que
el Señor tiene para nosotros’. Tú tienes que descubrir quién eres y desarrollar
tu forma propia de ser santo, más allá de lo que digan y opinen los demás.
Llegar a ser santo es llegar a ser más plenamente tú mismo, a ser ése que Dios quiso
soñar y crear, no una fotocopia. Tu vida debe ser un estímulo profético, que
impulse a otros, que deje una marca en este mundo, esa marca única que sólo tú podrás
dejar. En cambio, si copias, privarás a esta tierra, y también al cielo, de eso
que nadie más que tú podrá ofrecer».
Le pidamos a nuestro
beato Mamerto Esquiú, a todos los santos y a la Virgen del Valle que nos
aboquemos a llevar una vida santa. ¡Así sea!