Homenaje de las familias, los niños y catequistas
Durante la tarde del sábado 17 de abril, último día del Septenario en honor de Nuestra Madre del Valle, a quien celebramos en los 130 años de la Coronación Pontificia de su Sagrada Imagen, rindieron su homenaje las familias, Pastoral Familiar, Movimiento Familiar Cristiano, Grávida, Renacer, Familiares de Víctimas de Accidentes de Tránsito (Faviatca); comunidades parroquiales, Junta Diocesana de Catequesis y Pastoral de la Niñez.
Lo hicieron en la Santa Misa presidida por el Pbro. Eduardo López Márquez, Delegado Episcopal para la Pastoral Familiar, y
concelebrada por el Pbro. Gustavo Flores, Rector del Santuario y Catedral Basílica; el Pbro. Santiago Granillo, Asesor de la Pastoral de la Niñez; y el sacerdote misionero Lucas Salcedo; con presencia reducida de fieles y transmitida a través de Radio Nacional Catamarca y de las redes sociales, incorporando el lenguaje de señas.
En su homilía, al mencionar
a los alumbrantes, el Padre López Márquez dijo que además de los mencionados “incluimos
a todos aquellos que hacen un esfuerzo por construir, restaurar y fortalecer a la
familia”.
Luego explicó que “los principales sujetos de la Pastoral Familiar son los mismos integrantes de la familia; la Pastoral Familiar no es algo que viene desde afuera y se mete adentro, sino algo que por sí mismo tiene vida, tiene valor y está llamado a guiar a sus integrantes hacia Jesús”.
Comentó que “desde el
comienzo de la historia de la Iglesia, la familia es llamada la pequeña Iglesia
doméstica, y cuánto más se concreta eso en la actualidad, donde tenemos que
encontrar de una manera más constante con cada uno de los integrantes de la
familia”.
Afirmó que “los textos que escuchábamos dan luz sobre esta realidad que estamos viviendo, mientras esperamos la Jerusalén celestial, que desciende de Dios y va a ser la morada entre los hombres, hace falta advertir que esa morada de Dios acontece en cada familia en la que Dios habita por los sacramentos del
Bautismo y del Matrimonio. Pero también por los demás sacramentos recibidos por quienes integran la familia”.
Continuando la reflexión
aseveró que “no podemos estar pensando que la Jerusalén celestial es algo que
va a llegar como está descripto simbólicamente en el Apocalipsis, la Jerusalén
celestial está aquí y ahora, es cada uno de nosotros, es la familia de cada uno
de aquellos que están participando, que están honrando a María. Por eso hay que
valorar lo que el Señor nos da para hacerse presente y habitar en medio de
nosotros”.
Al referirse al Evangelio “en el que Jesús entrega a Juan como hijo de María, y a María como madre del discípulo a quien amaba”, dijo que “la Iglesia nos permite reflexionar como no sólo Juan la recibe como madre suya, sino que María acepta vivir en la casa de Juan”.
Tras considerar que “no
podemos estar todos acá, como en otras oportunidades”, expresó que “es bueno
pensar que es María quien va a la casa de cada uno de nosotros, donde la
recibimos como nuestra, y ella nos recibe como suyos. Qué bueno pensar que lo
que no podemos hacer físicamente lo hacemos virtualmente, pero que tiene un
significado particular, porque no es solamente algo que estoy mirando o escuchando
por los medios, sino una realidad espiritual que estoy viviendo”.
En otro tramo de su predicación, el sacerdote imaginó que “cada casa donde es recibida es una habitación en la que vive cada familia”, así “las familias que están participando de otras diócesis son habitaciones de una gran casa donde está María como madre. Y si ella está como madre nosotros estamos como hijos, pero también como hermanos, viviendo en la fraternidad”. Y agregó: “Qué importante es vivir en la fraternidad hoy, cuando por todos los medios lo que escuchamos siempre es división”. Y se
preguntó: “¿No podemos dialogar? Tenemos vida racional, emocional, voluntad, podemos hablar, acordar, llegar a una conclusión que todos tratemos de vivirla”.
“El hecho de pensar la casa
de cada uno como una habitación de una gran casa, donde María está reinando, tiene
entonces estas consecuencias; y cuánto debemos contemplar a María, porque quién
más que ella conoció a Jesús”, señaló.
Finalmente, pidió “que María, por intercesión de San José y Fray Mamerto Esquiú, nos alcance de su hijo Jesús la gracia de recibirla como nuestra, en cada momento del día, reconociéndonos como hermanos, hijos de un mismo Padre que nos ha hecho hijos antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables por el amor”.
Durante la Eucaristía, los
esposos presentes y aquellos que participaban desde los hogares renovaron su
compromiso matrimonial, que realizaron el día de sus bodas.
También se impartió la
bendición a las embarazadas, y se hizo lo propio con los mantitos de la Virgen
del Valle confeccionados como signo de protección de la Madre del Valle en este
tiempo de pandemia, a los cuales este año se incorporó la imagen de Fray
Mamerto Esquiú, a partir de una iniciativa de la Pastoral de la Niñez.