Con la mirada puesta en la beatificación, jubilosa celebración en honor de fray Mamerto Esquiú
Como fray Mamerto, no nos dejemos abatir por mensajes adversos a la fe, exhortó el Obispo en su mensaje, y destacó la alegría “por la pronta celebración del Rito de Beatificación de este digno hijo de la Virgen del Valle, como de la hermandad franciscana”.
En
la fría mañana del martes 11 de mayo, la casa natal de Piedra Blanca fue el
epicentro de los actos litúrgicos centrales por el 195° aniversario del
natalicio de Mamerto de la Ascensión Esquiú, el ilustre fraile catamarqueño que
el próximo 4 de septiembre será proclamado beato.
A las 9.00, cuando el sol asomaba en tierras chacareras, comenzó la Eucaristía, presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por el Vicario General y Presidente de la Comisión Central organizadora del Rito de Beatificación, Pbro. Julio Murúa; el párroco de San José, Pbro. Carlos Robledo, entre otros sacerdotes de los decanatos Capital y Centro.
Debido
a las restricciones por la pandemia de Covid-19, un número reducido de fieles participó
de manera presencial de esta ceremonia, que habitualmente reúne a gran cantidad
de personas. La mayoría pudo seguirla desde los hogares a través de la
transmisión de los medios de comunicación social y de las redes sociales.
Entre las autoridades civiles estuvieron presentes el Ministro de Gobierno provincial, Dr. Jorge Moreno; la intendenta de Valle Viejo, Susana Zenteno; el Secretario de Gobierno de Fray Mamerto Esquiú, Dr. Tulio Canil; las diputadas provinciales Verónica Mercado y Analía Brizuela; el senador departamental, Prof. Oscar Vera; y el Vicepresidente del Concejo Deliberante, Daniel Vildoza.
En
su homilía, Mons. Urbanc hizo una reseña de la vida del glorioso fraile
catamarqueño. Comenzó recordando que “en este solar, hace 195 años nacía
Mamerto de la Ascensión Esquiú, hijo de Santiago y María de las Nieves Medina,
y sus hermanos Rosa, Odorico, Marcelina, Justa y Josefa; todos configuraban una
familia sencilla, trabajadora y de vida cristiana”. A continuación repasó
momentos claves de la vida de Fray Mamerto, desde su infancia hasta su muerte
en El Suncho.
“Todos
nos hallamos pletóricos de alegría -expresó luego el Obispo- por la pronta
celebración del Rito de Beatificación de este ilustre prohombre de la Patria,
muy amado comprovinciano y digno hijo de la Virgen del Valle, como de la
hermandad franciscana. ¡Cómo no vamos a estar jubilosos y agradecidos a Dios en
este día, aquí, donde casi que lo vemos corretear a nuestro querido Mamerto!”.
Después se refirió a las lecturas proclamadas. “En la primera lectura se nos narra las peripecias por las que tienen que pasar Pablo y Silas por causa de anunciar a Jesucristo”, dijo, y trazó un paralelo con los contextos actuales que “también son adversos al mensaje cristiano, y no son pocos los cristianos que por ello deben padecer persecución y muerte. Sin embargo, el Señor está a su lado para sostenerlos y fortalecerlos, ya que, igual que Pablo y Silas, no se abaten...”.
“También
fray Mamerto tuvo que padecer la incomprensión, la persecución, las calumnias y
el desprecio por ser fiel a Jesús”, rememoró.
Hacia el final de su predicación, el Obispo se refirió al Evangelio que se leyó en el que “Jesús, en el Evangelio nos habla del envío del Espíritu Santo que nos dará fuerzas y ayudará a encontrar el camino”. Y, entre otros conceptos, concluyó señalando: “El Espíritu no está para decirnos lo que tenemos que hacer en el minuto siguiente, sino para ayudarnos a crecer y a tomar nuestras propias decisiones. El
Espíritu nos ilumina el horizonte al que nos tenemos que dirigir: el Reino, la fraternidad y la justicia de los hijos e hijas de Dios, donde nadie está excluido. Y nos anima a ir haciendo nosotros el camino, a ir tomando las decisiones que vayan haciendo de este mundo la casa de todos los hijos e hijas de Dios. El Espíritu no es una vocecita sino una llama que incendia nuestro corazón y nos anima a crecer y vivir en libertad al servicio del Reino de Dios. Y como Pablo y Silas enfrentaremos las dificultades y no nos desanimaremos, porque el Reino vale la pena”.
La
celebración eucarística fue realzada con el acompañamiento del coro “Cantus
Nova”, dirigido por el Prof. Ariel Escobal.
Las
actividades de la jornada continuaron por la mañana en la Catedral, y por la
tarde en El Suncho, departamento La Paz, y en el Templo Franciscano de
Catamarca.
TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos hermanos:
En
este solar, hace 195 años (11-5-1826) nacía Mamerto de la Ascensión Esquiú,
hijo de Santiago y María de las Nieves Medina, y sus hermanos Rosa, Odorico,
Marcelina, Justa y Josefa; todos configuraban una familia sencilla, trabajadora
y de vida cristiana. Respecto de su familia, Fray Mamerto escribió en su
diario: “Seis éramos los hijos venturosos de estos padres tiernos que, son
bienes de fortuna y en humilde estado de labradores, eran felicísimos en la
tranquilidad de su virtud… y en las dulzuras de una vida abocada a su familia y
a Dios…”.
Cuando
cumplió los 5 años, su mamá lo vistió con el hábito de San Francisco, en
cumplimiento de una promesa que había hecho, porque el niño se curó después de
haber nacido muy enfermo. Y a los 10 años ingresa como aspirante a la Orden de
los Frailes Menores, en Catamarca.
El
15 de mayo de 1849 celebró su primera Misa. Como sacerdote se distinguió
particularmente en la predicación, ministerio por el cual fue apreciado no sólo
en los ambientes eclesiales, sino también políticos. Así se hizo conocido, a
los 27 años, al pronunciar el sermón sobre la Constitución Nacional, el 9 de
julio de 1853, pidiendo por la paz, la observancia de la Ley y la unión de los
argentinos.
Debido a que necesitaba llevar una vida más austera y oculta, en 1962 obtuvo el traslado a un convento de Tarija, Bolivia, como misionero.
En
1870 fue propuesto a la sede Episcopal de Buenos Aires, pero se consideró
indigno y, por tanto, se alejó del país peregrinando a Tierra Santa, a Roma y a
Asís.
En
1879 rechaza nuevamente el nombramiento como Obispo de Córdoba, pero el Sr.
Nuncio le dice: “Es voluntad del Santo Padre que usted sea Obispo de Córdoba”,
a lo que Fray Mamerto responde: “Si el Papa lo quiere, Dios lo quiere” y
acepta. Así se convierte en pastor y padre solícito. Fue consagrado en 1880.
Marcado por las fatigas apostólicas, muere en plena actividad de celoso Pastor,
en la posta de El Suncho, el 10-01-1883.
Todos
nos hallamos pletóricos de alegría por la pronta celebración del Rito de
Beatificación de este ilustre prohombre de la Patria, muy amado comprovinciano
y digno hijo de la Virgen del Valle, como de la hermandad franciscana. ¡Cómo no
vamos a estar jubilosos y agradecidos a Dios en este día, aquí, donde casi que
lo vemos corretear a nuestro querido Mamerto!
¡Así
son los caminos de Dios! Y hay que estar dispuestos a caminarlos como lo supo
hacer fray Mamerto: con generosidad, esfuerzo, constancia, sabiduría,
paciencia, fidelidad, honestidad, fe, esperanza y amor.
En
la primera lectura se nos narra las peripecias por las que tienen que pasar
Pablo y Silas por causa de anunciar a Jesucristo, ya que “los magistrados ordenaron
que los desnudaran y que los azotaran con varas; y después de molerlos a palos,
los metieron en la cárcel” (Hch 16,22-23).
Ciertos
contenidos culturales hodiernos también son adversos al mensaje cristiano, y no
son pocos los cristianos que por ello deben padecer persecución y muerte. Sin
embargo, el Señor está a su lado para sostenerlos y fortalecerlos, ya que,
igual que Pablo y Silas, no se abaten, sino que “oran y cantan himnos a Dios”
(Hch 16,25), dando testimonio de su confianza absoluta en el Señor. Así son
muchos los que, motivados por estos claros ejemplos, se fortalecen en la fe y
también se convierten a Jesucristo, buscando en Él la salvación: «Señores, ¿qué
tengo que hacer para salvarme?». Le contestaron: «Cree en el Señor Jesús y te
salvarás tú y tu familia» (Hch 16,30-31). Todo termina con un gran festejo: “y
celebraron una fiesta de familia por haber creído en Dios” (Hch 16,34).
También
fray Mamerto tuvo que padecer la incomprensión, la persecución, las calumnias y
el desprecio por ser fiel a Jesús: “Hablaré siempre de Jesucristo, hablaré
siempre de la fe, primer obsequio que le debe todo hombre. Seré más claro,
sencillo y menos indigno de mi divino ejercicio”. Y así decimos con el
salmista: “Daré gracias a tu nombre por tu misericordia y tu lealtad. Cuando te
invoqué, me escuchaste y acreciste el valor en mi alma” (Sal 137,2-3).
Fray Mamerto era muy consciente de la necesidad que tenemos de la asistencia del Espíritu Santo para poder creer y obrar en coherencia, para comprender los misterios de la fe y enseñarlos a los demás, para orar e interceder por los pecadores, para ser fieles al Señor y para amar la Iglesia.
Jesús,
en el Evangelio nos habla del envío del Espíritu Santo que nos dará fuerzas y
ayudará a encontrar el camino. No nos imaginemos al Espíritu como una aparición
que continuamente nos va a decir lo que tenemos que hacer. Sería caer en el
infantilismo. Dios no nos quiere eternamente niños que necesitan siempre de la
mano que los lleve y guíe. Todo lo contrario, nos quiere adultos, libres y
responsables de nuestras propias decisiones, capaces de arriesgar y, por
supuesto, de equivocarnos y de volver a empezar. El Espíritu no está para
decirnos lo que tenemos que hacer en el minuto siguiente, sino para ayudarnos a
crecer y a tomar nuestras propias decisiones. El Espíritu nos ilumina el
horizonte al que nos tenemos que dirigir: el Reino, la fraternidad y la
justicia de los hijos e hijas de Dios, donde nadie está excluido. Y nos anima a
ir haciendo nosotros el camino, a ir tomando las decisiones que vayan haciendo
de este mundo la casa de todos los hijos e hijas de Dios. El Espíritu no es una
vocecita sino una llama que incendia nuestro corazón y nos anima a crecer y
vivir en libertad al servicio del Reino de Dios. Y como Pablo y Silas
enfrentaremos las dificultades y no nos desanimaremos, porque el Reino vale la
pena. Así sea.