“Nos preparamos para el gran día de acción de gracias por la protección de la Virgen en aquel terremoto de hace 20 años”
En la noche del martes 3 de
septiembre, luego de la ceremonia de la Bajada de la Sagrada Imagen desde el
Camarín al Presbiterio, el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, presidió la
Santa Misa dando inicio a la Fiesta de la Protección de la Madre del Valle, a
20 años del sismo del 7 de septiembre de 2004, y el 3° Aniversario de la
Beatificación de Fray Mamerto Esquiú.
La Eucaristía fue concelebrada
por el rector de la Catedral Basílica y Santuario mariano, padre Gustavo Flores,
y sacerdotes que sirven en el Santuario como también en comunidades parroquiales
de Capital y otros visitantes.
Participó una gran cantidad de
fieles y devotos que se dieron cita en el templo catedralicio para honrar a la
Madre Morena; en tanto que muchos otros se sumaron desde distintos lugares a través
de la transmisión en vivo por las redes sociales.
En el inicio de su homilía, Mons.
Urbanč manifestó que “queremos honrar a Nuestra querida Madre con este triduo
con el que nos preparamos para el gran día de la acción de gracias por la
protección que recibimos de Ella siempre, pero de un modo particular en aquel
terremoto que hace 20 años ha sacudido nuestra querida Catamarca”.
Luego se refirió a la figura
de San Gregorio Magno, papa, a quien la Iglesia celebró en esa jornada,
comentando que “fue monje, llevaba una vida de oración, de silencio, de trabajo
en la comunidad, y Dios lo llamó para ser sucesor de Pedro. Esto le complicó la
vida porque lo sacó de la tranquilidad del monasterio para tener que afrontar
tantos problemas que nos tocan a los pastores, hacia adentro y hacia afuera de
la Iglesia. Pero él siempre puso su confianza en el Señor. Añoraba mucho la
tranquilidad del monasterio, pero asumió responsablemente la misión que el
Señor le confió. Y gracias a una vida de oración, a su intimidad con el Señor,
pudo llevar adelante esta noble tarea”.
Por
los pastores
En el marco de esta fiesta de
San Gregorio Magno, pidió de un modo particular “por todos los pastores a
quienes en este momento nos toca guiar, conducir, santificar al santo pueblo de
Dios”, para que “a ejemplo de este gran pastor, cada uno de nosotros sepa
conducir con amor y fidelidad al pueblo que le pertenece sólo a Dios, y uno
mismo es parte de ese pueblo, pero funge a favor del pueblo una tarea que es la
de santificar, guiar y enseñar”.
Luego afirmó que “la Palabra
de Dios escuchada, sobre todo la primera lectura, nos va a ayudar en esto, ya
que nos habla de la acción del Espíritu Santo, que es el que conoce lo más
íntimo del ser humano. El que conoce los secretos de Dios es el Espíritu, y
podrán conocer esos secretos de Dios aquellos que se dejan guiar por el Espíritu”.
En este sentido dijo que “como
pastores tenemos que ayudarlos a elevar la mirada, y no sólo existir con la
chatura, con la mediocridad de una vida sin Dios, de una vida sin espíritu”,
porque “el ser humano ha sido creado por Dios para tener una mirada alta, superadora”.
Más adelante señaló que “solamente
Jesucristo, el Enviado del Padre, el Ungido por el Espíritu, es el que nos lleva
y nos introduce en la vida del Espíritu. María Santísima se ha puesto al
servicio de eso. Ella, inundada por el Espíritu Santo, fue convertida en Madre
de Aquel que es el Revelador del Padre, y es el que nos da el Espíritu para que
podamos ser espirituales. Y desde allí comprendemos el sentido de la vida y,
sobre todo, los dolores, los fracasos, las dificultades que vamos encontrando a
lo largo de este caminar”.
María
nos lleva a Jesús
Por ello invitó a que “miremos
a Jesús, ese Jesús que vino a luchar contra el maligno. Este Jesús, que viene
con ternura, con misericordia a salvarnos, es el que concibió, alumbró y educó
la Santísima Virgen María. Ella está con nosotros porque nos quiere llevar a Jesús,
que nos reconciliemos con Jesús, que lo escuchemos. Si con María y por María
dan un paso decidido para encontrarse con Jesús, para abrir de par en par el
corazón a la fuerza Espíritu, ustedes van a ser espirituales, van a entender lo
que es la vida cristiana, y van a ser apóstoles, misioneros, verdaderos artífices
de paz y de transformación de este mundo. Pero sólo con Jesús. Y quedémonos con
esta frase final que decía San Bernardo, un gran monje, un poeta, un cantor de
la Virgen, él decía: ‘A Cristo por María’”.
Antes de la bendición final, todo
el pueblo de Dios reunido en torno al altar, junto con sus pastores, alabaron a
la Madre del Valle con el canto.
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