Camino a la Beatificación

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23 marzo 2016

Mons. Urbanc en la Misa Crismal

“La misericordia sacerdotal es una compasión atravesada por el amor a los semejantes”

Durante la noche del martes 22 de marzo, en el Altar Mayor de la Catedral Basílica y Santuario de Nuestra Señora del Valle, se llevó a cabo la Misa Crismal, presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por todos los sacerdotes de la diócesis, quienes previamente participaron de la Jornada Sacerdotal concretada en la Casa de Retiros Espirituales Emaús.
Durante la celebración eucarística se consagró el Santo Crisma y se bendijeron los óleos de los catecúmenos y de los enfermos, y los presbíteros renovaron las promesas sacerdotales.
Durante su homilía, Mons. Urbanc llamó a los sacerdotes a renovar “con gratitud y seriedad la unción que hemos recibido y las promesas sacerdotales para difundir siempre y en todas partes el ‘buen olor de Cristo’”, remarcando que “nuestro único punto de referencia es Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Él es el ‘rostro visible de la Misericordia del Padre Celestial’. Nunca dejemos de
acudir a esta fuente inagotable de Misericordia, para que seamos cada vez más creíbles testigos y dispensadores de esa infinita Misericordia de la que siempre necesitan las generaciones humanas. Por tanto, no dejemos de recordarnos que el mundo nos necesita como  ‘sacerdotes misericordiosos como el Padre’”.
Ahondando en la temática de este año jubilar que vive la Iglesia, afirmó que “la Misericordia no excluye a nadie; por el contrario privilegia a los que no ven o creen, a los marginados, y a los que sufren cualquier esclavitud o persecución. Dios quiere que los últimos, los débiles, sean los primeros en conocer la vida digna, libre y dichosa que el amor de Dios quiere para todos sus hijos, heridos por los pecados”.
Asimismo, resaltó que “la misericordia sacerdotal es una compasión atravesada por el amor a los semejantes, un empeño de todo su ser con la miseria de los otros. Al igual que Jesús, nos corresponde mantener vivo el mensaje de la Misericordia, que es el amor incondicional, compasivo y tierno de Jesús. Su camino es nuestro camino, su misión es nuestra misión. Jesús, con su ser y actuar, muestra cómo es Dios, cómo actúa Dios y cómo siente Dios. No es un teórico de la Misericordia, sino ella misma”.

“Ser sacerdotes misericordiosos las 24 horas del día”
En otro tramo de su predicación, el Obispo exhortó a todo el clero a “ser sacerdotes misericordiosos las 24 horas del día, en todo y con todos: en la predicación y la manera de celebrar, en los gestos, en los signos, en la disposición para acoger y escuchar, en el modo de relacionarnos, en el respeto y cuidado de todos, en las opciones pastorales, en las obras de misericordia corporales y espirituales”.

También manifestó que “un criterio pastoral que nos recalca el Papa Francisco, en relación con la misericordia, es la cercanía, la proximidad, la empatía. Siempre dispuestos a establecer a eliminar distancias, a propiciar el acercamiento, a derribar muros… A un buen pastor no le debe ser extraño o desconocido nada de lo que pasa y se vive en su comunidad. No nos permitamos ser fríos y distantes. No fuimos ordenados para encerrarnos y para que no nos molesten. Un corazón misericordioso no pone límites, ni horarios. No podemos dejarnos llevar por una cultura que sólo reconoce y exalta a los triunfadores, a los grandes y poderosos. Una cultura del éxito que todo lo mide por resultados, por efectividad y utilidad. Un corazón misericordioso, al estilo de Jesús, opta por el amor a los frágiles, los débiles, los pequeños y los aparentemente inútiles y
desechables”.

Bendición de óleos y consagración del Santo Crisma
Luego del rito de renovación de las promesas sacerdotales, se realizó la bendición de los óleos de los enfermos y de los catecúmenos; y seguidamente se consagró el Santo Crisma con el que se administrarán los Sacramentos del Bautismo, la Confirmación y el Orden Sagrado.
Al ungir con el Santo Crisma, la Iglesia quiere significar que el que lo recibe debe exhalar el buen olor de la santidad; la suavidad de las virtudes y la incorruptibilidad de la pureza.

El Obispo entregó los óleos consagrados a cada uno de los párrocos de las 31 parroquias de la Diócesis de Catamarca.