Camino a la Beatificación

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02 abril 2021

Viernes Santo

Celebración de la Pasión del Señor en la Catedral

 

“Clavemos la mirada frente a Jesús Crucificado, no como espectadores sino como aquellos que están dolidos porque por nuestros pecados, Cristo cuelga de la cruz”, dijo el Obispo.

 

En la tarde del Viernes Santo -2 de abril- se llevó a cabo la celebración litúrgica de la Pasión del Señor, en el Santuario del Santísimo Sacramento y Nuestra Señora del Valle - Catedral Basílica, que dio inicio con una procesión silenciosa presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, acompañado por el Rector y el Capellán del Santuario, Pbros. Gustavo Flores y Luis Páez, respectivamente.

El altar permanecía desnudo por completo: sin cruz, ni cirios, ni mantel, ni flores; y las imágenes del templo se encontraban cubiertas.


El Obispo y los sacerdotes, al llegar frente al altar se postraron con el rostro en tierra y los presentes se arrodillaron para adorar a Jesucristo que se entregó por nosotros.

Luego de la proclamación de las lecturas, en su reflexión, Mons. Urbanc se refirió a “los elocuentes textos de la liturgia. En primer lugar, el profeta Isaías en ese cuarto cántico del capítulo 52 y algo del 53, nos describe unos 600 años antes todo lo que iba a padecer Jesús por nuestra salvación. Esos cánticos se llaman del Siervo de Yavé o del Siervo Sufriente, y Jesús es ese Siervo que se ofrece por los siervos, que somos nosotros, para hacernos hijos de Dios. Ésta es la grandeza del amor, que no sólo perdona sino que dignifica. Ojalá que nosotros aprendamos a dignificar al otro con el amor que le podemos brindar”.

En cuanto a la segunda lectura de la Carta a los Hebreos, “nos decía que Jesús, habiéndose


hecho uno de nosotros se compadeció de nosotros. Él sufrió como uno más y se solidarizó con el sufrimiento humano y así nos salva. Y nos dice más todavía al final: ‘Él aprendió a ser hijo obedeciendo’, y nos dio el ejemplo que también nosotros, si queremos llegar a ser hijos de Dios, tenemos que obedecer. ¡Qué hermoso mensaje para que lo vayamos practicando día a día! Solamente seremos hijos e hijas de Dios en la medida que imitemos a Jesús, que es obediente al Padre hasta la muerte, y muerte en Cruz”, manifestó.


Y continuó: “El relato de la Pasión según San Juan nos ha presentado ese manoseo que recibe Jesús, el Justo, a quien lo van pasando por distintos juicios: el de Anás, el de Caifás, el de Pilato, idas y vueltas. Y en todos esos momentos Jesús lleva su corazón lleno de amor al Padre porque lo obedece y calla. Dirá lo imprescindible. Son muy pocas las veces que Juan hace intervenir a Jesús formalmente dando testimonio”.

En este sentido, mencionó esos momentos: “En primer lugar: ‘Si me buscan a mí, soy yo, dejen a los otros que se vayan’. Después: ‘¿Por qué me pegas?’, le dice al soldado que arbitrariamente le da una bofetada, cuand


o Jesús había respondido correctamente al Sumo Sacerdote. Delante de Pilato dirá: ‘Yo soy Rey, yo he venido a dar testimonio de la verdad’. Luego, ya crucificado, está María y va a decir: ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo’. Y ahí Jesús nos estaba mirando a todos los bautizados, especialmente a todos aquellos que le creen. El discípulo amado es el que le cree a Jesús, y si le creo lo sigo y me identifico con él. Y después, a nosotros nos dice: ‘Ahí la tienen a su madre’. Jesús nos confió a María. Así como María le cree a Jesús y lo ama, también nosotros tenemos que creerle y amarlo. Por eso recurramos siempre a María para que aprendamos a creerle a Jesús, a entregarnos a él. Y después dirá: ‘Tengo sed’, en esa expresión Jesús está diciendo ‘tengo sed de la fe de

ustedes’”. En este punto exhortó a que no le demos “la vinagrera de nuestra vida ácida, pecaminosa, indiferente”, sino “el agua pura de nuestro amor a Jesús”.

“Finalmente, cuando ya todo se cumplió va a decir: ‘Todo está cumplido’, e inclina su cabeza  y entrega su espíritu a ese Padre bueno que lo está esperando. Ojalá también nosotros podamos decir en el día de nuestra muerte, ‘todo lo he cumplido’, o ‘alguito he cumplido, gracias a tu ayuda, gracias a la intercesión de María, gracias a San José que nos ha cuidado”, expresó.

Por último, invitó a que “nos dispongamos en este momento a mirar a Jesús Crucificado, lo haremos en este templo, en nuestras casas, durante esta noche, mañana a la mañana o a la tarde. Clavemos la mirada frente a un crucifijo. Estemos como Juan, el apóstol, como María, al pie de la cruz, no como espectadores sino como aquellos que están dolidos porque por nuestros pecados, Cristo cuelga de la cruz”.

 


Oración universal

Como en cada Viernes Santo, al término de la homilía se elevó la oración universal por la santa Iglesia, el Papa, obispos, presbíteros y diáconos, y por todos los miembros del pueblo santo de Dios. También se pidió por los catecúmenos, por la unidad de los cristianos, por los judíos, por los que no creen en Cristo, por los que no creen en Dios, por los gobernantes y por los atribulados (por todos los que en el mundo sufren las consecuencias del pecado, para que cure a los enfermos, dé alimento a los que padecen hambre,libere de la injusticia a los perseguidos, redima a los encarcelados, conceda volver a casa a losemigrantes y desterrados, proteja a los que viajan, y dé la salvación a los moribundos).

 


Adoración de la Santa Cruz

A continuación se realizó la Adoración de la Santa Cruz. En procesión y en silencio, el Pastor Diocesano fue hasta el fondo del templo a buscar la Cruz. Avanzó por la nave central con la Cruz cubierta con un paño. En una primera parada la descubrió parcialmente mientras cantaba: “Éste es el árbol de la cruz, donde estuvo suspendida la Salvación del  mundo” y los presentes respondían: “Adoremos al Señor, nuestro Dios”. En una segunda parada descubrió otro poco la Cruz y se hizo el mismo gesto. Finalmente, ya junto al altar, la Cruz fue totalmente descubierta y elevada realizándose la misma adoración.

Después, el Obispo, los sacerdotes y todos los presentes pasaron ante la Cruz para adorar al Señor -sin tocarla, dado el contexto de pandemia- mientras se entonaban cantos de meditación.


En este momento, los fieles hicieron su aporte a la Colecta de Tierra Santa, para el sostenimiento de los Santos Lugares.

Tras este rito se cantó a la Virgen, quien estuvo junto a la cruz de su Hijo y san Juan la recibió por Madre de todos los hombres.

La última parte de la ceremonia comenzó con el Padrenuestro y la colocación del mantel


sobre el altar, mientras el padre Páez se dirigía a buscar la Eucaristía en el altar del Santísimo donde había quedado luego de la Cena del Jueves Santo, preparado en el altar de San José.

Se distribuyó la Comunión entre los presentes y hacia el final el Obispo oró para que descienda una abundante bendición sobre el Pueblo de Dios, que ha recordado la muerte de su Hijo con la esperanza de su Resurrección.

Cientos de fieles pudieron seguir la ceremonia litúrgica a través de la transmisión por las redes sociales de la Catedral y el Obispado, con traducción en lengua de señas.