“Fue
un hombre de Dios en medio del mundo, por lo
que abrió en el mundo un camino hacia Dios”
El Obispo Diocesano expresó
el anhelo de toda la Iglesia diocesana: “Quiera el Señor aligerar los pasos que
elevarán a la gloria de los altares a nuestro Venerable hermano, para que
brille aún más su luz que llena con su resplandor al Departamento que lo vio
nacer, a la Provincia que lo acogió en su seno y a la Patria a la que sirvió
con su fe, su palabra, su vida y sus obras”
Durante la fresca mañana del
jueves 11 de mayo, la localidad de Piedra Blanca, ubicada, aproximadamente, a
unos 15 kilómetros de la ciudad capital, fue epicentro de una fiesta con
ocasión del 191° aniversario del natalicio del Venerable Fray Mamerto Esquiú,
humilde franciscano nacido aquel 11 de mayo de 1826 en la humilde casa de La
Callecita. La ceremonia central fue presidida por el Obispo Diocesano, Mons.
Luis Urbanc, y contó con la presencia de la Gobernadora de Catamarca, Dra.
Lucía Corpacci, el intendente del departamento Fray Mamerto Esquiú, Dr. Guillermo
Ferreyra, ambos acompañados por integrantes de sus respectivos gabinetes,
legisladores y miembros de las fuerzas de seguridad, entre otras autoridades.
La procesión con los Santos Patronos
de las distintas comunidades de la jurisdicción parroquial, que llegaron a la
sede los días previos en alegres y emotivas peregrinaciones y caravanas vehiculares,
marcó el comienzo de los actos conmemorativos.
El Obispo, acompañado por el
párroco, Pbro. Juan Olmos, y otros sacerdotes, encabezaron la marcha procesional
con las antiguas de imágenes de San José, Patrono del departamento (Piedra
Blanca), Santa Bárbara (Pomancillo Oeste), Virgen del Valle (Las Pirquitas),
San Francisco de Asís (Pomancillo Este), Señor de los Milagros (La
Tercena), Virgen del Rosario (Capilla de Rosario- ruta
N° 1), San Francisco Solano (barrio San Juan XXIII), San Antonio de Padua (San
Antonio), San Nicolás de Bari (La Falda de San Antonio), Virgen de la Medalla Milagrosa
(Vista Larga), Nuestra Señora de los Angeles (Sierra Brava), Virgen de las
Mercedes (La Carrera) y Virgen del Rosario (Collagasta), portadas algunas por
gauchos, ex combatientes de Malvinas, miembros del Grupo de Operaciones (GOP) del
Servicio Penitenciario, además de los parroquianos de la zona. Todas salieron al
ritmo del repique de campanas del templo, que data de la segunda
década del
siglo XIX, declarado Monumento Histórico Nacional (1979), en cuyo interior se
encuentra el púlpito proveniente del Santuario de Nuestra Señora del Valle (la
Iglesia Matriz antes de ser Catedral), donde Fray Mamerto pronunció el memorable
sermón de la Constitución Nacional.
Durante el recorrido
bordearon la plaza principal hasta llegar al templete que resguarda la casa
donde nació el venerado fraile. Allí se ofició la Misa Solemne rogando por su
pronta beatificación, presidida por el Obispo Diocesano y concelebrada por el
párroco, Pbro. Juan Olmos, los presbíteros del clero diocesano Julio Murúa y
Oscar Tapia y el sacerdote franciscano Eligio Bazán, del convento de San
Francisco de la ciudad capital.
Participaron de la
celebración eucarística las principales autoridades provinciales, municipales,
legislativas, de las fuerzas de seguridad, delegaciones escolares,
agrupaciones
gauchas, vecinos. Nadie quiso estar ausente en esta celebración.
Durante su homilía, Mons.
Urbanc manifestó que “el recuerdo del
nacimiento de Fray Mamerto Esquiú nos ofrece una ocasión favorable para
celebrar la fiesta de la vida, don precioso que Dios concede al hombre para que
le conozca, le ame y le sirva, compartiendo en paz y fraternalmente la
existencia con los demás”.
Asimismo, destacó que “por
amor al Señor, Fray Mamerto transitó infatigablemente un camino de renuncia a
sí mismo, de austeridad y de sacrificios, para compartir en plenitud la vida
del Resucitado; y con su sabia y fecunda palabra, no cesó de proclamar el
Misterio Pascual del Señor, exhortando a la comunidad a buscar los bienes del
cielo, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios”.
“A nuestro ilustre
comprovinciano su implicación en la vida pública de la sociedad de su tiempo no
le impidió una entrega continua a la vida propia de la fe; o más bien, su
intensa vida espiritual le permitió una fructuosa participación en la vida
social. Y así fue, porque Fray Mamerto alimentó siempre su mente y su corazón
con la lectura fiel, lúcida y perseverante de las Santas Escrituras, que
aprendió a saborear en las mismas tierras donde vivió, predicó, hizo el bien a
sus hermanos, murió y resucitó el Salvador del mundo; y tradujo esta lectura en
celebración jubilosa, proclamación gozosa y experiencia renovadora de los
Misterios salvíficos”, afirmó el Obispo.
También enfatizó que “Fray
Mamerto fue un hombre de Dios en medio del mundo, por lo que abrió en el mundo
un camino hacia Dios. Fue un hombre completamente religioso y plenamente
humano. Fue y es un ejemplo a imitar para vivir transformadoramente la fe y
para hacer de la vida en la tierra un ámbito de fraternidad, solidaridad,
unidad y paz”.
En otro tramo de su
predicación consideró que “tendríamos que poner ante nuestros ojos a un hombre
que, porque vivió entregadamente su fe, fue capaz de comunicar los frutos de la
fe transformados en benigna influencia a favor de los hombres de su tiempo. Y
como su fe obraba por la caridad, Fray Mamerto amó a Dios con todo el corazón,
con toda el alma y con todo su espíritu, y amó al prójimo con la misma actitud
de servicio con que Jesús nos amó”.
Al final de su mensaje,
Mons. Urbanc deseó “que esta recordación del nacimiento de Fray Mamerto Esquiú
signifique para todos un compromiso con la fe y con la vida del alma y del
cuerpo; y quiera también el Señor aligerar los pasos que elevarán a la gloria
de los altares a nuestro Venerable hermano, para que brille aún más su luz que
llena con su resplandor al Departamento que lo vio nacer, a la Provincia que lo
acogió en su seno y a la Patria a la que sirvió con su fe, su palabra, su vida
y sus obras”.
Finalizada la celebración
eucarística, el Obispo, religiosos y autoridades civiles del departamento acompañaron
procesionalmente las imágenes de los Santos Patronos hasta el templo
parroquial.
Izamiento
de la Bandera y desfile
Antes de la ceremonia
religiosa, en la plaza principal de Piedra Blanca, se concretó el izamiento de
la Bandera, a cargo de la Gobernadora, Dra. Lucía Corpacci, el Intendente y el
Senador del departamento anfitrión, Dr. Guillermo Ferreyra y Prof. Oscar Vera,
respectivamente.
Seguidamente se colocaron
ofrendas florales ante el busto que recuerda a Fray Mamerto Esquiú.
En tanto, una vez finalizado
el oficio religioso se llevó a cabo el desfile cívico militar sobre la ruta que
atraviesa la localidad.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILIA
Queridos hermanos:
“Cantaré eternamente la
misericordia del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades” (Sal
88,2).
El recuerdo del nacimiento
de Fray Mamerto Esquiú nos ofrece una ocasión favorable para celebrar la fiesta
de la vida, don precioso que Dios concede al hombre para que le conozca, le ame
y le sirva, compartiendo en paz y fraternalmente la existencia con los demás.
Nuestra actitud, pues, ha de
ser la propia de la fiesta, que, lejos de ser dispersión, es concentración de
pensamientos, afectos, planes y proyectos; y, en nuestro caso, concentración en
torno a uno de los dilectísimos hermanos menores de san Francisco de Asís.
A la luz de su egregia
persona renovamos también hoy nuestro amor a todas las personas con quienes
compartimos la vida pública en esta tierra tan hermosa que Dios nos entregó en
custodia.
Y, como no podía ser de otra
manera, aprovecharemos esta jornada fructuosamente si, al amparo de Fray
Mamerto Esquiú y a imitación suya, actualizamos la fe en nuestras conciencias y
en nuestras acciones y obras.
Y ciertamente podemos hacer
todo esto porque Fray Mamerto Esquiú vivió en la tierra la fiesta de los hijos
de Dios, amó a sus contemporáneos y ahondó en los misterios de la fe. A él le
podemos aplicar lo que escuchamos en el texto del evangelio: “En verdad, en
verdad les digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el
que lo envía. Puesto que saben esto, dichosos ustedes si lo ponen en práctica”
(Jn 13,16-17).
En el querido Fray Mamerto
se hicieron verdad las palabras del Apóstol, quien nos exhortaba a
identificarnos con una muerte semejante a la de Jesús para que nos
identifiquemos con él en la resurrección (Rom 6,5). Por amor al Señor, Fray
Mamerto transitó infatigablemente un camino de renuncia a sí mismo, de
austeridad y de sacrificios, para compartir en plenitud la vida del Resucitado;
y con su sabia y fecunda palabra, no cesó de proclamar el Misterio Pascual del
Señor, exhortando a la comunidad a buscar los bienes del cielo, donde Cristo
está sentado a la derecha de Dios (Col 3,1).
Nuestro amado Fray Mamerto
era consciente de que toda la Ley y los Profetas dependen del amor a Dios y al
prójimo (cf. Mt 22,40) y de que toda la Ley se resume en el amor al prójimo (Rom 13,9), por eso unió a un
fervoroso amor a Dios un generoso amor al prójimo, plasmado en un infatigable
trabajo a favor de los demás, especialmente de los menesterosos, que fue el
signo distintivo de su ministerio pastoral como Obispo de Córdoba. Y como
“prójimo” es el “próximo”, el que está cercano a nosotros, Fray Mamerto se
ocupó por quienes compartieron su vida en su difícil tiempo, y a favor suyo
defendió la paz pública, el sometimiento a las leyes, los valores humanos y la
promoción de una digna vida en sociedad.
El Señor nos ha elegido para
ser enviados. ¿Enviados a qué y cómo?
Ciertamente hemos sido
elegidos para ser testigos del Resucitado. Para proclamar a los cuatro vientos
que el Crucificado es el Resucitado y, por tanto, que el dolor y la muerte no
tienen la última palabra de la historia. Que la tragedia no es el destino de la
humanidad, en su conjunto, ni de cada uno de los hombres, en particular. Que se
puede y es necesario bajar de la cruz a quienes penden de ella, sean individuos
o pueblos enteros. ¡Toda una tarea!
Pero una tarea de amor
servicial y desinteresado. De amor
gratuito, reflejo del amor del Padre, tal y como se ha hecho presente en Jesús
por el Espíritu. Quienes han sido elegidos considerarán como una tentación, de
la que hay que huir con todas las fuerzas, la búsqueda de los primeros puestos
de honor o de poder. Huirán de las escaladas tanto como de las estrategias
políticas perversas para subir maquiavélicamente hasta las cúspides. Su forma
de vivir tendrá mucho que ver con el abajamiento y muy poco que ver con la
soberbia y la prepotencia. Tendrá todo que ver con el servicio a los últimos y
más excluidos, a quienes levantará de la basura para convertirlos en príncipes
de su pueblo. A nuestro ilustre comprovinciano su implicación en la vida
pública de la sociedad de su tiempo no le impidió una entrega continua a la
vida propia de la fe; o más bien, su intensa vida espiritual le permitió una fructuosa
participación en la vida social. Y así fue, porque Fray Mamerto alimentó
siempre su mente y su corazón con la lectura fiel, lúcida y perseverante de las
Santas Escrituras, que aprendió a saborear en las mismas tierras donde vivió,
predicó, hizo el bien a sus hermanos, murió y resucitó el Salvador del mundo; y
tradujo esta lectura en celebración jubilosa, proclamación gozosa y experiencia
renovadora de los Misterios salvíficos.
Fray Mamerto fue un hombre
de Dios en medio del mundo, por lo que abrió en el mundo un camino hacia Dios.
Fue un hombre completamente religioso y plenamente humano. Fue y es un ejemplo
a imitar para vivir transformadoramente la fe y para hacer de la vida en la
tierra un ámbito de fraternidad, solidaridad, unidad y paz.
No nos quepa la menor duda
que en el padre Esquiú se concretan acabadamente las palabras que escuchamos al
final del evangelio: “el que recibe a mi enviado, me recibe a mí; y el que me
recibe a mí, recibe al que me ha enviado” (Jn 13,20).
Por eso, no podemos tener en
cuenta tan sólo la importancia temporal de Fray Mamerto relegando a un segundo
puesto su relevancia espiritual; como tampoco podemos quedarnos con el Fray
Mamerto religioso fingiendo que no se ocupó de las cosas del mundo.
Más bien tendríamos que
poner ante nuestros ojos a un hombre que, porque vivió entregadamente su fe,
fue capaz de comunicar los frutos de la fe transformados en benigna influencia
a favor de los hombres de su tiempo. Y como su fe obraba por la caridad, Fray
Mamerto amó a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todo su
espíritu, y amó al prójimo con la misma actitud de servicio con que Jesús nos
amó. (cf Gal 5,6; Mt 22,36-39; Jn 13,34-35)
Quiera el Señor que esta
recordación del nacimiento de Fray Mamerto Esquiú signifique para todos un
compromiso con la fe y con la vida del alma y del cuerpo; y quiera también el
Señor aligerar los pasos que elevarán a la gloria de los altares a nuestro
Venerable hermano, para que brille aún más su luz que llena con su resplandor
al Departamento que lo vio nacer, a la Provincia que lo acogió en su seno y a
la Patria a la que sirvió con su fe, su palabra, su vida y sus obras. ¡Así sea!