“Que
Catamarca se transforme en foco difusor
de espiritualidad mariana”
Compartimos la exhortación
del Obispo Diocesano de Catamarca, Mons. Luis Urbanč, ante la proximidad de las
Fiestas en Honor a Nuestra Madre del Valle, en el camino de preparación para la
celebración de los 400 años del hallazgo de la Sagrada Imagen en la Gruta de
Choya, en 2020.
A veloz paso se acerca una
vez más la Fiesta de la Virgen, que, en Diciembre, celebra el misterio de la
Inmaculada Concepción de la Virgen María. Fiesta antigua, pero siempre nueva.
Antigua, porque la Imagen Sagrada de la Virgen del Valle es un ícono que
representa la concepción de María Santísima beneficiada por la redención
anticipada obrada por el Señor en Ella, como privilegio único, al comenzar su
existencia humana en el seno de su mamá, Santa Ana; por lo que ya en los primeros
tiempos de la devoción a la Virgen del Valle, los fieles manifestaban el gozo
común de celebrar la pureza total de la Madre celestial, en quien veían
restaurada la condición humana. Pero esa misma fiesta es siempre nueva, porque
cada año se renueva en el pueblo el íntimo vínculo que nos une con Quien
originó y acompañó nuestra historia, y no dejó de estar a nuestro lado en
ninguna ocasión.
Como es sabido, esta Fiesta
es religiosa, porque surge de la fe y del amor a María; y es popular, porque la
Virgen del Valle está relacionada indisolublemente con la vida del pueblo en
todas sus manifestaciones. En la Virgen del Valle se unen, pues, de un modo
misterioso y admirable las convicciones religiosas y los sentires populares, lo
interior y lo exterior, lo espiritual y lo temporal, la eternidad y el tiempo,
abarcando de esa manera la vida toda de la persona humana. La presencia
peculiar de María entre nosotros nos eleva espiritualmente y nos humaniza más
perfectamente.
Y esta expresión piadosa,
única en la historia y en el mundo, es una riqueza que, de algún modo, nos
pertenece a los catamarqueños; nos pertenece y nos caracteriza como habitantes
de estos valles henchidos de piedad mariana; pero también nos compromete,
urgiéndonos a asumir un perfil propio de ser y de actuar, que nos distingue
entre las hermanas provincias de la patria y entre las patrias del orbe.
Se acercan la Fiesta de la
Virgen y no podemos improvisarla. Tenemos que prepararla con esmero. Y hemos de
hacerlo todos los catamarqueños, porque todos, como hijos de María del Valle,
estamos convocados para ser protagonistas en esta grandiosa Fiesta de la común
Madre celestial.
Fiesta es concentración de
las mentes, voluntades, sentimientos, proyectos, esperanzas, anhelos,
experiencias, gozos y tristezas en torno a un acontecimiento o una persona. En
nuestro caso, es congregación en torno a la Virgen del Valle; sin olvidar que,
en el fondo, es respuesta a una convocatoria para reunirnos con Jesús, de Quien
procede la grandeza de María y por Quien la Virgen es nuestra Madre y
protectora.
Por Jesús, pues, en la
Fiesta de la Virgen nos concentramos alrededor de María para hacer verdad en
nuestras vidas las palabras proféticas que salieron de sus labios,
preanunciando que la llamarían bienaventurada todas las generaciones. Las
generaciones que nos precedieron en estas tierras desde hace cuatrocientos
años, elevaron ya unánimes su gozosa voz para proclamar las maravillas que el
Señor obró en Ella para engrandecerla y para hacernos por Ella partícipes de su
misericordia, que se extiende generosa de generación en generación. (cf Lc 1,
48-50) Nosotros recibimos llenos de alegría esta esperanzadora herencia y
hacemos nuestros los cánticos, los rezos y los gestos amorosos de los marianos
de ayer. Y nos disponemos a transmitir, llenos de confianza, esta espiritual
riqueza a las generaciones que vendrán, para que los espíritus piadosos de
todos los tiempos ensalcen a Quien, en la plenitud de los tiempos, concibió y
dio a luz al Salvador del mundo (cf Gal 4, 4-5).
Preparándonos para celebrar
en el año dos mil veinte el admirable acontecimiento de los cuatrocientos años
del hallazgo de la Imagen preciosa de nuestra Madre del Valle en Choya, hemos
de desandar paso a paso y con toda intensidad los años que nos separan de tan excelsa
conmemoración.
Para ello, asumamos con
filial compromiso el propósito de profundizar en el conocimiento, la
valoración, la práctica y la promoción
de la Piedad Popular, que en nuestra Catamarca tiene un nombre propio, y se
llama Amor a la Virgen del Valle.
Dispongámonos, además, para
insertarnos del modo más conveniente, durante el próximo mes de abril, en el
Primer Encuentro Regional de Presbíteros, para acompañar a los sacerdotes del
NOA en la renovación de su compromiso pastoral que, por celebrarse en nuestra
Diócesis de Catamarca, estará transido de la presencia y del calor maternal de
la Virgen del Valle.
Y mirando más allá, vayamos
estudiando, celebrando y proclamando el misterio de María, para participar
provechosamente en el IV Congreso Mariano Nacional que, convocado por el
Episcopado Argentino, se celebrará en esta ciudad de Catamarca durante el año
dos mil veinte.
Y, en fin, pongamos fija la
mirada del alma en el Año Mariano Nacional proclamado por los Obispos de
Argentina para el año dos mil veinte, para que nuestra Iglesia de Catamarca,
heredera de los cuatrocientos años de humilde amor a la Virgen del Valle, se
transforme en foco difusor de espiritualidad mariana basada en las Sagradas
Escrituras, en la Sagrada Tradición, en la enseñanza de los Padres de la
Iglesia, en el Magisterio eclesiástico, en la Liturgia de la Iglesia, en la
reflexión de los teólogos y en las prácticas seculares de la genuina piedad
mariana.
Para peregrinar con segura
marcha por este camino que nos lleva hacia una celebración cuatro veces
centenaria, demos un primer paso firme y decidido, participando con fervor,
intensidad y perseverancia en el próximo novenario en honor a nuestra Madre del
Valle.
¡Que Catamarca se entusiasme
ante la presencia de la Madre que, con prodigioso amor, la acunó en sus
orígenes, estuvo y estará a su lado en toda su historia, y la llevará, por la
fe, la esperanza y el amor, a una gloria que trasciende el tiempo y se hunde en
los misterios de la eternidad!
Y que todos, a impulsos de
un corazón que late haciendo circular por doquier una sincera piedad mariana,
sepamos acercarnos a la Virgen del Valle con los pasos del alma para pedirle
que remedie nuestra pequeñez con su grandeza, cure nuestras manchas con su
santidad y aliente nuestra esperanza con su fidelidad.
¡Ruega por nosotros, Santa
Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor
Jesucristo!
Mons Luis Urbanč
8º Obispo de
Catamarca