Si nuestro corazón es para
nosotros el centro donde se juntan y la fuente desde donde manan los talentos y
las virtudes; y si sabemos valorar el corazón de los bienhechores, ¿cuánto más
tenemos que honrar el Corazón de Jesús como el abismo, el santuario y el
tabernáculo de todas las virtudes?
Por eso les voy a
transcribir una reflexión de un autor italiano que murió en el año 1461. Sus
palabras serán una indicación para comprender las enseñanzas de la Iglesia, que
no son otras que las de su celestial Esposo, Jesucristo: “Si quieren
purificarse completa y fácilmente de sus pecados, liberarse de sus pasiones y
dotarse de todos los bienes, métanse en la escuela de la eterna caridad.
Sumérjanse frecuentemente con todo el corazón y toda la mente en el Corazón de Jesús
Crucificado. Este Corazón está lleno de Amor. Por medio de él tenemos acceso a
Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo. Él abraza con inmenso amor a todos
los elegidos. En su amble Corazón se encuentran todo tipo de virtudes, la
fuente de la vida, la consolación perfecta, la verdadera luz que ilumina a todo
hombre, pero sobre todo para aquél que ha recurrido a Él en cada aflicción y
necesidad. Todo bien deseable se lo puede obtener con abundancia de Él. Toda
ayuda y toda gracia proceden sólo de este manso Corazón. Este Corazón es el
fuego del amor divino que quema y purifica, que consume y transforma en sí a
todos aquellos que se confían a Él.
Ahora bien, como todo don
procede de este amante Corazón, todo también debe orientarse a Él, sin
pretender que es mérito nuestro. A este Corazón confesarán sus pecados, pedirán
perdón y gracia, y ofrecerán alabanza y gratitud. Por lo cual besarán seguido
este Corazón que es imagen del Corazón divino de Jesús en el que están
escondidos todos los tesoros de la sabiduría y la ciencia de Dios. Se esmerarán
por contemplarlo cara a cara confiándoles sus penas y así atraerán a sus
corazones su Amor, su Espíritu, sus Gracias y sus Virtudes. A Él recurrirán en
la prosperidad como en la adversidad. En Él deben confiar siempre. Deben
aferrarse siempre a Él y morar en Él, para que Él se digne poner su morada en
sus corazones. En su Corazón podrán reposar dulcemente y en paz. Pues aunque
los corazones de todos los mortales los llegaran a abandonar, el fiel Corazón
de Jesús jamás los engañará ni abandonará. Y no se olviden de honrar
devotamente y de invocar a la gloriosa Madre de Dios, la siempre Virgen María,
para que les conceda de parte del Corazón de su Hijo todo cuanto necesitan. Y
de parte de ustedes ofrezcan todo al Corazón de Jesús por medio de sus benditas
manos”.
Mons. Luis Urbanc
Obispo de Catamarca